┃Capítulo 31┃

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Por primera vez en muchos meses, siento que he dormido bien. Mi cerebro se siente ligero como el resto de mi cuerpo.

-¿Uhmm? ¿Ya casi amanece?-la voz de César, ronca por el sueño, logró despabilarme y notar que seguía abrazada su cuerpo como si de eso dependiera mi vida, y lo empujé por puro instinto. Su caída retumbó en el silencio de la sala.

-Aaaaagh, maldita. –se quejó, había caído sentado.

-Perdón, perdón. –froté mis ojos, y aproveché para estirar los brazos. César también aprovechó para ponerse de pie y estirar su cuerpo de un metro y ochenta centímetros, bien constituido por sus horas en el gimnasio.

-Despertamos justo antes del amanecer. ¿Continuamos con la tradición?

-Sip.

-Voy al baño primero.

Asentí y lo vi dirigirse al baño. Me tomé mi tiempo para ponerme de pie y estirar todas mis extremidades. Sentía mi mente liviana, mis hombros menos tensos. Gran parte del peso que cargaba fue liberado, César tenía razón, cargué con demasiadas cosas estos meses, y no contarle nada sólo empeoró la situación que en realidad no era complicada si se lo piensa con una fría lógica. Suspiré y me dirigí a los ventanales, donde podía ver los tonos violetas y anaranjados que se abrían paso en el azul oscuro de la noche. Decidí adelantarme a César y salí al porche, la brisa fría y salada terminó de despabilarme, era justo lo que necesitaba. Estiré mis brazos una vez más, desechando la pereza. Aunque suene bastante cliché, incluso para mí, un nuevo año significaba una nueva perspectiva, un nuevo comienzo, tal como lo decidí meses atrás.

Traté de recordar a esa yo de ese momento, una yo que estaba dispuesta a todo y esperaba que nada la derrumbara porque se creía fuerte. Ahí estaba el error en primer lugar, creerme fuerte no era suficiente. Cargar con todo no era suficiente, pero debía seguir... como siempre lo hago.

Un abrigo cálido cubrió mis hombros y mi espalda, me faltó poco para saltar al techo.

-Ay, César, me asustaste...

Giré la cabeza y me encontré con unos ojos negros enojados.

-¿Quieres enfermarte de nuevo? ¿Estás loca?

El tono enojado de Bae Hyun no era una novedad para mí, pero sí la oscuridad bajo sus ojos y el cansancio que noté en ellos.

-Yo sólo...

-¡Buenos días! Eh... ¿Cómo se decía Buenos días en coreano?

César apareció para romper el momento, lo que agradecí, pero Bae Hyun parecía más molesto que antes, aunque trató de ocultarlo bajo una sonrisa forzada y una inclinación de cabeza como única señal de saludo hacia mi amigo y se fue.

-Me parece que no le gusta madrugar a ese... ¿Bae Hyun, no?

-Sí, él es Bae Hyun-dije con suspiro, y me giré para ver los inicios del amanecer, la luz se abría paso en el horizonte. El primero de este nuevo año.

-¿Estás bien, Abi?

-Sí. Hay que sacar fotos para mostrarles a las chicas.

-¡Cierto! Uh, creo que dejé el celular adentro, ya vengo.

Acomodé mi abrigo para cubrir mi pecho del frío, y debo admitir que Bae Hyun acertó en traer mi abrigo de lana blanca, cuando me levanté no pensé en ponérmelo antes de salir, y tampoco había sentido el golpe del frío. Mis sentidos estaban demasiado adormecidos.

Ahora que lo pienso, mis sentidos siempre estaban dormidos cuando estaba cerca de Bae Hyun, una especie de defensa, porque una parte de mí sabía que no hacía falta mucho para que encendiera mi temperamento y explotara... como ya lo hice varias veces en su presencia.

Mi nueva vida en Corea ┃Latinas en Asia┃FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora