┃Capítulo 33┃

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-¿Tengo que poner esto en esas mangas como se llamen?

-Mangas pasteleras.

Su rostro era la viva expresión de superé el límite de mis capacidades y sonreí, era tierno verlo fuera de su elemento.

-Lo intenté una vez y mis manos quedaron pegajosas.

-No es tan difícil. Te enseñaré un truco.

Este consistía en meter la manga ya con la boquilla en un vaso largo, esto permite estirarla, y el extremo debe envolver la boca del vaso. Hay que introducir la mano después para permitir el paso de la crema, y ya con la espátula se llena la manga. Es un buen truco que agiliza el trabajo y evita que las manos nos queden pegajosas.

Sentí el calor de su cuerpo en mi espalda, no me di cuenta que mientras estaba explicando el procedimiento, él cortaba la distancia. Ahora su cabeza estaba más inclinada, más a mi altura, observando con demasiada atención lo que hacía. Sus manos estaban apoyadas en la mesa, encerrándome.

-Ooh, tenías razón. Es un gran truco.

Su cercanía me sofocó. No tenía otro modo de explicarlo. Él tenía que notar mi incomodidad. Él sabía que era muy celosa de mi espacio personal...

-Sí-traté de recuperar la voz y obviar el calor en toda mi cara-sí.

Me moví, pero mi costado chocó con su brazo, haciéndome más consciente de que estaba encerrada entre sus brazos. Y la intensidad de su mirada no ayudaba en nada con mis nervios. Era como si deseara que me centrara solo en él.

-Voy a usar esto como cobertura. ¿Podrías batir la crema que usaré para las decoraciones?

-Sí, claro. No hay problema.

Ya que él no se movió, forcé mi libertad y me concentré en mi siguiente tarea. Sólo me quedaban fuerzas para este último pedido, no quería lidiar con las acciones de Bae Hyun, ni romper mi cerebro pensando el por qué de todo lo que hacía. Si él quería ayudar, bien por mí, cuanto más rápido terminara, más horas tendría de sueño.

O eso pensé. Terminé a las tres de la madrugada. Mi destreza con la manga pastelera dejó mucho que desear gracias a mi falta de sueño, y como Bae Hyun tenía el pulso de un hombre con Parkinson avanzado, la tarea recaía en mí y en nadie más.

Pero si lo necesité para llevar el pastel, que pesaba siete kilos en total, a su lugar en el refrigerador. Este permitía que la crema no se derritiera y mantuviera su forma con las decoraciones incluidas hasta la hora de la entrega, que era alrededor del medio día. Bae Hyun me contó que sus compañeros de trabajo querían organizarle la sorpresa después de que todos volvieran de almorzar. Era una empleada muy querida por todos, ayudaba a quien la necesitaba y siempre tenía un buen ánimo, lo que era un bálsamo después de todo lo que pasaron los últimos meses. No me atreví a indagar sobre esos tiempos oscuros, en su lugar, lo ayudé a llevar el pastel y abrí la puerta del refrigerador de par en par. Fue un esfuerzo que agotó mis últimas barras de energía.

-Listo-suspiré. Apoyé la espalda contra la pared, mis piernas ya no resistiendo mi peso ni un segundo más.

Bae Hyun se sacudió las manos y sonreía satisfecho.

-Quedó muy bien, y seguro está delicioso... ¿Abi?

Me deslicé lentamente hasta que mi trasero encontró el piso frío.

-Por fin, terminamos. Un trabajo menos del que preocuparme.-sonreí, a pesar del cansancio. Mis ojos ya pesaban, pero podía vislumbrar a Bae Hyun agachándose, y correspondiendo con dulzura mi sonrisa.

Mi nueva vida en Corea ┃Latinas en Asia┃FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora