┃Capítulo 99┃

191 25 6
                                    

Mi vida siguió un curso tranquilo, una cierta rutina que rara vez rompía: trabajaba de lunes a domingo, Lorena de lunes a viernes, sólo venía a ayudarme algunos fin de semana cuando su agenda social se lo permitía.

Asunto que siempre se encargaba de resaltar cada dos por tres. Y no solo ella, Ari, César y Mimi también lo destacaban.

Sólo faltaba que Doña Cuca me emparejara con alguno de sus nietos, quienes todavía no salieron de la secundaria.

-¿Y qué pasa con el del gimnasio?-Lorena me preguntó esto una tranquila tarde de julio, pleno invierno. Nosotras estábamos cómodas y calentitas en la cocina, los hornos nos brindaban una buena calefacción, además de un olor a pan y galletas recién horneadas.

-¿Qué pasa con él?-pregunté, distraída. O fingiendo distracción, sería mejor decir.

-El alto y con brazos grandes, el que casualmente viene casi todos los días a comprar pan salvado.

Los ojitos de Lorena brillaban curiosos y ansiosos, como siempre que veía la oportunidad de molestarme.

-No pasa nada con él. Casualmente va al mismo gimnasio que yo, eso es todo.

-¡Ay, amiga!-me golpeó el hombro-es un bombonazo. ¿Por qué no le das una oportunidad?

En vez de contestarle, me froté el hombro donde me golpeó y me contuve de no voltear los ojos.

-Porque no. Es infumable el tipo, el otro día cuando Dak-ho apareció en el gimnasio se puso a lanzar comentarios del típico: ay, ¿cómo podés diferenciar a los miembros de tu familia si son todos iguales? O, ¿takara la azuca o ta barata?... ¡No te rías!

Esta vez me tocó a mí golpearla en el hombro.

-Perdón, es que fue gracioso.

-¡No es gracioso, es ofensivo! Dak-ho ya no quiere volver, y no lo puedo culpar. Le pedí a Alejandro que le recomendara otro gimnasio, con algún instructor que él conozca y que lo hiciera sentir cómodo.

-Uhm, siempre te ponés del lado de los Hang.

-Sé lo que es ser extranjero, que asuman una nacionalidad que no tienes y que traten de infravalorarte. Yo tuve la suerte de conocer buenas personas, evité malas experiencias gracias a ellos. No quiero que Hang piensen todos somos unos racistas ignorantes.

-Casi nunca hablás de tus experiencias en Corea... no conmigo, por lo menos. ¿Te gustaría volver algún día?

Mi corazón dio un brinco. Mi cabeza se desconectó de la realidad y me sentí mareada por un segundo.

-Sí, en las vacaciones, quizás. Sun Hee ya vino el año pasado, ahora me toca a mí.

-Lástima que no pude conocerla, las chicas y César dicen que es muy dulce.

-Lo es.-sonreí, sentí mi corazón un poco más ligero.-no sé que habría sido de mí sin ella.

Lorena también sonrió, enternecida. Caí en esa realidad sobre que nunca hablaba de mi vida en Busan, no quería invadirme con los recuerdos y caer en la melancolía.

-Me gusta cuando hablás en coreano, parecés otra persona... aunque no entiendo nada de nada. Yo no hablo taka taka.

Muy a mi pesar, me reí ante ese último comentario.

-Pero podrías aprender.-la desafié, sonriendo-sólo es cuestión de mucha paciencia y disciplina.

-¿El coreano es el que tiene muchas casitas con palitos o el que tiene menos casitas?

-Es el que tiene palitos y círculos.

-Ah, no sé, tal vez. Algún día. Quizás pueda aprender para saber si los chinos del súper me están insultando o no.

Mi nueva vida en Corea ┃Latinas en Asia┃FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora