2.

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— Comida muy interesante. No lo cree señorita McGonagall.—soltó el hombre, mientras observó su larga barba discretamente.

La mujer mencionada río levemente para dirigir su mirada hacia mi

—Probaré las hamburguesas Mágicas, lindo nombre por cierto.—soltó sonriendo ocasionando una risa en aquel hombre. Intento no soltar una respuesta que ocasionará el enojo de aquellos nuevos clientes acerca del nombre de las hamburguesas el cual por más que implore que cambiara, no obtuve una buena respuesta.

— ¿Y para usted?.—preguntó observando al hombre anotando en la pequeña libreta la orden esperando por la suya
—¿Tendrá dulces?.—preguntó curioso. Aquella pregunta me tomó por sorpresa, no era muy normal que en la cafetería preguntasen por dulces a excepción de los niños, seguramente quería llevárselos a sus hijos.

—Chocolates y pequeñas bolas azucaradas.—contesto

—Deme un poco de cada unas, señorita...—susurro casi como si esperara recordar mi nombre, quería ser amables con ellos. Por su apariencia al parecer no eran de este ciudad, y no me vendría mal una buena propina.

—Jane,señor.—respondo rápidamente

—Es un placer poder conocerte después de tanto tiempo señorita Jane.— expresó calladamente.—Albus Dumbledore, no me gusta ser llamado señor. Es mucho para mi edad, soy muy joven aún.

—De acuerdo, Albus, señorita. Iré por sus ordenes.—suelto tratando de romper el incómodo momento

Me alejo rápidamente, pasando las notas al señor Juniors. Me dirigí a la pequeña bandejas de dulces, no tenía idea de qué porción debería ofrecerle a Albus, si serían para un niño no debía ser mucha cantidad no querría tener a un niño insoportable por el lugar, en dado caso que fueran para el, acaso no ellos debían cuidarse de los azúcares. Tomó unos cuantos dulces para ponerles en el platillo, la campana retumbó en el lugar. La hamburguesa estaba lista, llegó hacia la barra tomándola para poder llevar las ordenes.

Justo cuando llegó dejan de conversar, lo cual me incomoda pero trato de no sentirme intimidada. Seguramente son asuntos lo demasiado privados para que nadie los escuchara.

—Disfruten de su comida.—sonrió una vez que me retiro de aquella mesa de la esquina. Sin esperar alguna respuesta de su parte, Calvin salió para limpiar las ventanas ya estaba obscureciendo en cuestión de minutos cerraríamos.

Los clientes comenzaban a marcharse, llegaba rápidamente a las mesas vacías para darles su respectiva limpieza. En ocasiones solían dejar propinas las cuales repartíamos al final del día, no me quejaba solía recibir una buena parte. Tomó de los platos sucios para llevarlos a la cocina, reviso el calendario por fortuna hoy no me tocaría lavar los platos sucios, sino a Calvin. Juniors había ido a la bodega por un par de cosas que nos hacían falta rellenar, calvin paso por mi lado a lo cual pongo una de las esponjas nuevas en su mano.

—Pero que queden como nuevos.—expresó sonriendo. A lo cual solo recibí una mirada fulminante

Observó el lugar al parecer se encontraba solo, las mesas resaltaban de lo limpias que se encontraban. Dirigí mi mirada hacia aquella mesa de la esquina, la mujer había terminado de comer. El hombre seguía comiendo de sus dulces, no pensaba interrumpirlos al parecer eran asuntos importantes y no quería molestar. Pero era tarde, y debíamos cerrar. Camino hacia su dirección, a unos cuantos pasos de llegar el hombre se levanta junto a la mujer para observarme.

—¡Vaya Dulces!.—exclamó sonriendo el hombre a lo cual sonrío con gracia, al parecer los niños no eran los únicos que se mantenían felices por aquellas golosinas.—Es lamentable que tengamos que irnos, el tiempo ha pasado muy rápido. Pero sin duda volveremos a este pequeño lugar.—comenzaron a caminar, seguí sus pasos abriendo de la gran puerta, no acostumbraba a ser amable con los clientes pero la sensación que debía serlo con aquellas personas me ganaba.—¿Cómo me has dicho que te llamabas, jovencita?

El secreto de los PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora