¡Apapáchame!

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La mañana del siguiente día había llegado, mi maleta ya estaba hecha, dentro de poco Martin pasaría por mí, no le dije a mis padres donde iría (la verdad ni yo sabía a donde iríamos), solamente que saldría y volvería mañana, no podía negar que, si estaba emocionada por volver a estar con él, pero tenía algunas cosas que aclarar y explicaciones que pedir.

El sonido del claxon se escuchó y bajé con mi pequeña maleta de viaje, me despedí de mis padres, agradecí que no indagaran más sobre mi salida.

— Hola — ni bien había terminado la frase, cuando este me beso, fue un beso ¿cómo decirlo? desesperado, como si hubiera sido una larga espera, yo correspondí de la misma manera.

— Necesitaba eso— dijo cuándo nos separamos por la falta de aire, me dio un último beso— ¿Cómo has estado? — pregunto poniendo en marcha el auto.

— Bien, pero tengo algunas preguntas para ti.

— ¿sobre qué? Por qué el contrato supongo te quedo muy claro.

— Pues sí, pero lo que no entiendo es cómo diablos suplantaste al chico que mis amigas habían contratado.

— Sencillo, me encargue de cancelar el servicio que ese idiota te daría.

— ¿Por qué? Y se supone que soy yo la que te estoy siguiendo, ¿Cómo te diste cuenta del regalo que me darían mis amigas?

— Tengo contactos.

— Y el contrato ¿en que momento lo preparaste?

— Lo tenia preparado desde antes.

— Sabes, no te entiendo, por qué tenías que hacer eso.

— Por qué no soportaba la idea que alguien más te tocara carajo.

— ¿PERO POR QUE? — dije exasperada, necesitaba saber, entender la razón de todo.

— No hay un porque, además no quiero ni imaginar, que te hubiera hecho ese idiota — bueno en eso tiene razón, seguramente no me hubiese ido nada bien— además ¿lo hubieras preferido a él en mi lugar?

— Puede ser— mentí, el solo me miro con cara de incredulidad.— por lo menos no hubiera hecho firmar un contrato que debo cumplir por 6 meses.

— ¿enserio? — alzo una ceja. — entonces tendré que hacerte cambiar de opinión.

No dijo nada más, centro su mirada en el camino y siguió manejando. Aun no entendía la razón por la que estaba haciendo esto, podría decirse que me ha salvado una tercera vez, porque si bien es cierto, que Martin ha sido un idiota conmigo y ha sacado lo peor de mí, nunca me alzo la mano, de solo imaginar que ese chico del bar hubiera sido mi cita de aquella noche me da escalofrío, miles de escenarios pasaban por mi mente, yo siendo secuestrada y violada, humillada, sinceramente me sentí aliviada de que Martin interviniera, aunque no entendiera la razón por la cual lo hizo, y mucho menos la razón de por qué ahora teníamos un contrato medio loco, si él podía tener la mujer que deseara.

— ¿Qué tan lejos está el lugar dónde vamos? — pregunte después de casi dos horas de camino.

— Aún falta— dijo sin quitar la vista del camino.

— Ya casi llegamos— me estaba comenzando a fastidiar, mi trasero dolía de estar tanto tiempo sentada.

— Aún no.

— ¿Ya? — entramos a un lugar muy hermoso era como una finca.

— No

— ¿Y ahora? — pasamos por varias cabañas, incluyendo una casa de diseño rustico

— Ahora si te voy a castigar. — aparco el carro frente a una cabaña, muy linda, por cierto, bajo del auto, abrió la puerta del copiloto, desabrocho el cinturón, apenas logre bajar y él ya había capturado mis labios.

— ¿Y las maletas? — pregunte cuando dejo mis labios libres para poder abrir la puerta de la cabaña.

— Las bajaremos más tarde, ahorita tenemos algo muy importante que hacer.

— ¿Qué cosa?

— Castigarte.

Volvió a besarme con desenfreno, me tomo por la cintura y me apego a él con necesidad, esta vez no tenía tantas inseguridades como la última vez, así que me deje llevar, entre manoseos y toqueteos, una a una nuestras prendas de ropa iban cayendo al piso de aquella cabaña, me deposito suavemente en la cama.

— ¿Crees que ese idiota hubiera sido tan amable como yo? — pregunto soltando mis labios y me miro a los ojos, podía deducir que se sentía molesto por mi respuesta.

— No lo sé, pero créeme que con él no hubiera llegado al punto donde llegue contigo, talvez hubiera salido corriendo de aquel lugar.

— Puedo imaginarme la escena. — dijo entre risas, y creo que entendió la referencia

— ¿Por qué dejaste de besarme?

— Si tanto deseas un beso mío, venga acá y tómelo— se acostó a un lado de mí, yo dude en si seguirle el juego o no, pero qué más da estamos aquí y las ganas que le traían me estaban matando.

— ¿Por qué juegas conmigo? — me puse sobre él, colocando cada una de mis piernas a sus costados, acerqué mi rostro al suyo.

— No estoy jugando, te estoy enseñando a tener iniciativa— acaricio mi cabello, colocando tras mi oreja un mechón rebelde que no le permitía ver bien mi rostro.

No dude más y lo bese, el recorría mi espalda, deteniendo sus manos en mi trasero, apretándolo firmemente, el deseo era evidente en sus ojos, como si quisiera devorarme, en un abrir y cerrar de ojos cambiamos de posición, esta vez era el quien se encontraba sobre mí, me penetro sin previo aviso, sus embestidas esta vez eran más salvajes, aun mas placenteras que la última vez, en cuestión de segundos me hizo llegar al orgasmo, una explosión de sensaciones se dejó sentir dentro de mí, estaba perdiendo la cordura, embriagada en la lujuria de este hombre, pidiendo más y más de él, sin la más mínima vergüenza.

Cayo rendido a mi lado, con la respiración agitada, y su cuerpo sudado, era todo un poema verlo de esta forma, yo aún me encontraba viendo las estrellas y creo que, hasta los ángeles en la gloria, en ese momento una pregunta se formuló en mi mente ¿se puede morir de placer?

— ¿Qué tanto piensas? — pregunto acunándome en su pecho.

— Muchas cosas, pero no importa, tu solo apapáchame.

— Ya estás muy grandecita para eso — bromeó, rodeándome con sus fuertes brazos.

— Nunca se es lo suficientemente grande, para dejar de pedir apapachos, así que calla y apapáchame más fuerte. — este sin titubear lo hizo, deposito un beso en mi frente como la última vez.

Sentí una cierta sensación de felicidad, tal vez esta no es la relación que me imaginé tener con un hombre, en realidad nunca pensé que tendría una y aunque se me estaba prohibido enamorarme, no podía evitar sentirme satisfecha.

Quien diría que estaríamos en esta situación,  Bien dicen "nunca digas de esta agua no beberé" y nosotros éramos un claro ejemplo, porque aquí estamos compartiendo esta cama, abrazando nuestros cuerpos desnudos, cuando antes negábamos que alguna vez pasaría.

La Gorda Del GYMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora