CAPÍTULO 12

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¡Feliz navidad atrasada! Disfruten esta doble actualización

IMPACTO DE BALA

HEAVEN

Me quedo paralizada, pegada al suelo en cuanto los veo: atados, en el piso, heridos y golpeados. Mamá está desmayada al lado de papá, este parece que la estuviera protegiendo con su cuerpo. Mamá lleva la ropa rasgada, puedo ver su sujetador desde acá. Mis manos tiemblan con fuerza en cuanto entiendo la situación en la que estamos.

Hay alguien en casa.

Mi mente reacciona al instante, tengo que ir a buscar mi celular para llamar a alguien no, eso sería imposible si hay alguien en casa. Tengo que salir y llamar a los vecinos para que llamen a la policía y nos ayuden.

Intento girar para correr a la puerta, pero me detengo abruptamente cuando siento como alguien me agarra del cabello con fuerza, como si quisiera arrancármelo de un tirón. Gimoteo de dolor mientras me hace avanzar hasta la sala, donde papá y mamá están atados. Siento un objeto en mi espalda, deduzco rápido que es un cuchillo.

—¡Suéltala!—grita papá con dolor.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando miro la cara de papá con lucidez. Su cara dios, ¿por qué le han hecho eso? ¿Quién le ha hecho eso a papá?

Antes de llegar a mis padres la persona tira de mi cabello hacia atrás con más fuerza y se apoya en mi cuello, respirando pesadamente a mi lado.

—Vaya, Ignacio, no sabía que tu hija era tan caliente—dijo contra mi odio.

Su aliento en mi oído me asqueaba, el olor a sudor, sangre y alcohol hacia que mi estomago se revolviera.

—¡Mierda! ¡Suelta a mi hija!—grita papá tratando de soltarse de sus amarres.

Escucho como el hombre ríe a mi lado, como si toda esta escena fuera parte de un espectáculo para él, un espectáculo que disfruta.

—No solo tu esposa es follable, ahora tu hija también lo es—quiero vomitar en cuanto las palabras salen de su boca—. Me apetece follarme a tu hija, Ignacio.

—¡No!—grita papá al segundo mientras se levanta del piso rápido para llegar a mí, pero en cuanto da un paso cae otra vez, gritando de dolor.

—Cuidado, Ignacio, recuerda que tu tobillo está roto—dijo con burla.

¿Le quebraron el tobillo a papá? ¡No! Si las paredes no fueran a prueba de sonido habría escuchado todo. Pude haber llamado a la policía. Mis ojos se abrieron con horror, nadie nos escuchará, nadie escuchará nuestros gritos, nadie nos podrá ayudar.

—Me gustaría ver tu piel llena de cortes, pequeña—acercó el cuchillo a mi mejilla y la deslizó despacio por esta, causándome un pequeño corte—. ¡Joder! ¡Podría correrme solo con esto!

Aprieto mis ojos con fuerza e intento alejarme de él, pero no me deja moverme. Tengo miedo, tengo mucho miedo. Por favor, alguien, ayúdennos.

Siento como desliza el cuchillo por hombro... haciéndome gritar con fuerza



Abro mis ojos y respiro como si hubiera estado a punto de ahogarme bajo el agua. Me levanto de la cama en un segundo, mi respiración es acelerada, las lágrimas no dejan de caer. El sentimiento de seguir en esa casa me alberga, el dolor de los cortes marcando mi piel. Mis manos viajan a las pequeñas cicatrices en mi piel, sobándolas como si estuvieran abiertas.

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora