CAPÍTULO 46

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EL DESTINO DE NUESTRA SANGRE

HEAVEN

Silencio.

Mis oídos dejan de escuchar las palabras que Antonio espeta hacia mí con sarcasmo y malicia en su voz. Mis pulmones se quedan de golpe sin aire y siento como mis costillas se contraen en mi pecho. Mi corazón es atravesado por una barra de hierro hirviendo.

¿Quiénes son? ¿Quiénes fuimos? ¿Qué fuimos para ellos? ¿Pensaban decirnos la verdad? ¿Por qué mintieron hasta el último momento? ¿Qué pensaban al mirarnos creerles todas esas mentiras que por sus bocas salían?

Miles de preguntas que, esta vez, jamás podrán ser respondidas, se amontonan en mi cabeza. Preguntas que ruego sean respondidas para apaciguar el dolor y la incertidumbre creciente en mi pecho.

Me debilito a cada segundo, siento como todo a mi alrededor se mueve con rapidez, menos yo. Como si yo fuera la única anclada al piso, imposibilitada de cualquier movimiento o pensamiento que vaya más allá del dolor.

Pierdo el sentido, pierdo mi propia identidad. Todo se siente como si hubiera sido arrasado sin piedad por un huracán, dejándome al borde del abismo.

Toda mi vida, desde el inicio hasta ahora, es una completa mentira creada por el miedo de ellos a su propio pasado. Todo lo que creí verdadero jamás lo fue, todo lo que pensé correcto siempre estuvo manchado de sangre que jamás se borró de nuestro destino. El pasado de mi apellido alberga nuestra inminente destrucción. Las personas que vi, admiré y respeté por años no eran más que una mentira creada por las circunstancias, mismas que los llevaron a un inevitable destino.

Mi vida estuvo condenada a la desgracia desde el inicio. Como una tragedia griega. El oráculo de nuestra vida siempre los llevó a ese final.

¿Cuál es el mío? ¿Cuál es mi verdadero destino?

Jamás fue ser la hija de una familia perfecta, tampoco fue tener una vida tranquila y rosa junto a mis seres amados. Nunca fue convertirme en periodista y luchar contra el mal a través de mis palabras. Tampoco fue ser Heaven O'Niell, hasta aquel apellido parece temblar.

¿Todo estaba predispuesto a terminar de esta manera? ¿Conmigo en esta situación? Aunque hubiera sabido la verdad, ¿podría haber hecho algo? Es como si cada parte del pasado se hubiera ajustado para que llegara este momento.

El golpe de la realidad se estrella en mí con la misma rapidez de una bala, y duele danto como la herida abierta y expuesta de esta. Mi pecho no sangra, no gotea, mi cuerpo no deja de funcionar, pero se siente mil veces peor.

Preferiría sentir una bala en mi corazón a este dolor tan intenso y desgarrador. Como si estuviera sangrando por dentro, en una herida invisible.

En mi mente, como si fuera un rompecabezas, las piezas comienzan a juntarse. El mapa, la verdad, o como mierda pueda llamarse, se revela ante mí. Cada parte de ella, cada centímetro de ella se une. Los recuerdos, los momentos en los que no entendí la razón, el fondo, de sus palabras comienzan a tener sentido. Como si mi mente fuera una cinta los recuerdos, todos aquellos momentos, corren por mi mente.

—Heaven, nena, tu madre y yo siempre las protegeremos. Nunca lo dudes. Son nuestro más grande tesoro. Siempre recuérdalo.

—Papá, ¿por qué dices eso?

—Porque es lo que un padre siempre haría por sus hijas. Dar su vida si ha de ser necesario.

Mi cabeza comienza a palpitar, cierro mis ojos por el dolor que mi sistema comienza a sentir. Los recuerdos llegan a mi mente sin piedad, sin detenerse, sin manera de apaciguarlos.

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