CAPÍTULO ESPECIAL: Tara Moretti

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TARA MORETTI

Le doy una larga calada al cigarro en mi mano, siento como el humo entra por mi sistema hasta mis pulmones y lo expulso. Tomo la botella de vino barato de la mesa y le doy un sorbo. El vino calienta mi garganta y estómago, la sensación me hace sonreír como una puta masoquista.

El ruido de la movida ciudad entorpece mi meditación a base de alcohol y cigarros. El estrés me consume al punto de querer golpear a alguien hasta asesinarlo. Claro que no puedo hacerlo, no sin un motivo. Aunque ruego que alguien me de ese motivo para golpearlo.

Fumo del cigarro hasta que se consume y lo apago.

Desearía dejar de pensar lo mismo que he pensado hace años, y aunque preferiría fumarme un porro para dejar de hacerlo, sé que no puedo hacerlo. Mañana tenemos la bendita reunión con Heaven y el equipo. No puedo llegar bajo los efectos de alguna droga que no se vaya en medio de la noche.

Siento unas manos posarse en mis hombros hasta llegar a mi estómago, seguido unas grandes tetas en mi cuello.

—¿Vas a volver a la cama? Te he esperado un tiempo —dice ella, en mi oído, con voz seductora.

El sexo, una de las mejores drogas que he probado para quitar mi estrés. No importa con quien sea, simplemente es follar. Hombre, mujer, quien sea, mientras me de buen sexo y unos orgasmos, es lo único que me importa.

La rubia que encontré en el bar hace unas semanas, provocándome con su baile y sus tetas, y con la cual he follado hasta entonces, me ínsita a volver a follarla.

La verdad es que no me gusta el papel de ser la sumisa ni con las mujeres ni con los hombres. A mí me pone mandar, complacer, dominar. Tener al otro rogándome por más me es suficiente para correrme.

—¿Tan desesperada estas porque te folle otra vez, Lía? —juego mientras miro desde mi penthouse Las Vegas y sus colores nocturnos.

Siento como ella se da la vuelta y se sienta en mi regazo. La lencería roja, de encaje, le sienta tan bien a ese jodido cuerpo tentador.

—¿Quieres saber cuánto te deseo, Tara? —ella toma mi mano y la lleva hasta su coño. Muerdo mi labio cuando siento sus fluidos empapar mis dedos—. Te deseo tanto que mis bragas se empapan de solo pensar en ti follandome.

Una sonrisa altanera se forma en mis labios. Lía sabe lo que decir para complacer el ego sexual de su compañera. Sabe hacer que esa persona caiga a sus brazos, o menos dijo, a su coño.

Despego mi espalda del asiento y pongo mis manos en sus muslos, formando pequeños círculos mientras las subo hacia mi destino: su mojado y deseoso coño.

—¿Quieres que te folle aquí, Lía? —hundo mi rostro en su cuello, al mismo tiempo en el que mi mano derecha llega a su coño. Ella suelta un gemido y echa su cabeza hacia atrás, dándome la bienvenida a su cuello—. ¿Quieres que te de un orgasmo en frente de toda la ciudad? Dime, ¿Quieres mis dedos o boca en tu coño? —bajo mi rostro y con mi mano izquierda desabrocho con agilidad su brasier, el cual termina en el piso de mi balcón. Chupo sus pezones erectos, formando remolinos con mi lengua, dándoles una pequeña mordida. Lía no responde a mi pregunta, sus gemidos aumentan a medida que mis dedos suben la velocidad en su clítoris hinchado.

—Oh, Tara... —Jadea, moviendo sus caderas contra mi mano, buscando más.

—Responde, Lía —tomo su cabello y la obligo a mirarme—. ¿O prefieres que use uno de mis juguetes para follarte? ¿Quieres eso? ¿Quieres que me ponga un pene de goma y lo entierre en tu interior hasta que te corras?

Mis palabras hacen que su lívido suba y lo sé, lo sé perfectamente. Las conversaciones sucias en medio del sexo solo aumentan la pasión.

—Dios, Tara, por favor... Follame como quieras, solo hazlo, follame —ruega, desesperada por llegar al orgasmo.

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