CAPÍTULO 60

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LÁGRIMAS DE SANGRE

HEAVEN

Quizás no sea la persona más paciente del mundo ni la más amable y sutil a la hora de hablar con las demás personas, lo sé. Creo, firmemente, que esas no son mis mayores virtudes. Es algo que tengo que aceptar.

Pero también creo que he aprendido a fortalecer aquellas falencias en mí o, mejor dicho, a actuar como si las tuviera. Porque, si algo tengo que me ayuda a no querer golpear a quien me hinche los ovarios, es esa capacidad para fingir y actuar un estado en el que claramente no estoy.

Fingir sentirme de una forma cuando estoy sintiendo cosas totalmente distintas, es mi fuerte y peor debilidad.

Aunque puede que aquello me ayude en muchas ocasiones, en otras solo logra hundirme. Es decir, fingir es tan fácil que hasta mis "estoy bien" se convirtieron en palabras vacías y llenas de falsedad. Porque me acostumbré a ello, a mentir y destruirme en secreto, que ya es parte de mí. Como si fuera mi placebo, una falsa zona segura, que en realidad no es más que una relación toxica conmigo misma.

Una que, con el tiempo, va consumiéndome lentamente hasta en lo más profundo de mi ser.

El expresarme abiertamente... se volvió algo casi imposible para mí. Más guardarme mi dolor, creyendo que de esa forma podré salir adelante sola, apelando a la idea de que siempre lo he hecho sola en el pasado, se convirtió en una asquerosa rutina autodestructiva, de la cual no salgo ni quiero salir por la tóxica y falsa sensación de comodidad y seguridad.

Un bucle sin fin. Una forma de incendiar mi alma hasta reducirla a cenizas.

Como si tuviese dos caras. Como si una de ellas no fuera más que un teatro barato de quinta mientras que la otra es el secreto tras bambalinas. Un papel repetitivo, un monologo ensayado, una mentira programada.

Ese sentimiento de querer protegerme y mostrar una Heaven que no existe al mundo entero es el que me ha mantenido de pie aun cuando estoy hecha pedazos en el suelo. Pero algo sucede que, menos a él logro aparentar algo que no existe. Porque por alguna razón mis protecciones bajan, mi rímel cae y puedo ser quien realmente soy.

No hay mentiras, no hay falsedades, no hay teatro; monologo. Solo soy yo. El verdadero cielo. La chica llena de cicatrices, traumas, desgarros y heridas abiertas en el alma. La pequeña que perdió a sus padres y sufre todos los días por ello.

Desnuda y sin hablar de la ropa.

Me ha visto y lo he visto; nos hemos visto al desnudo. Vulnerables, frágiles, rotos, heridos y hemos cuidados de aquella debilidad que el otro ha mostrado. Cuidado, protegido, contenido y muchas cosas que jamás pensé que sucederían.

Es como si mi mundo hubiera dado un giro inesperado al paso de estos meses.

Lo odié cuando lo conocí. Quería asesinarlo. No lo soportaba y ahora... ahora no entiendo como todo ello cambió. No sé ni cuando sucedió, lo único que sé es que sucedió y ya no hay forma de evitarlo o cambiarlo. Ya me vio, ya lo vi y eso nunca cambiará.

Es divertido de pensar, también sumamente abismante. Y, es que, cuando digo que no hay mentiras frente a él, es porque tampoco debo ocultar mi falta de paciencia y sutileza. No debo ocultar lo peor de mí. La parte oscura, podrida y defectuosa de mi alma.

Lo malo y lo bueno, ya lo ha visto y no tiene sentido tratar de esconderlo. Hasta me parece algo patético a este punto. Mi oscuridad, mis defectos y lo peor de mi lo conoce. Entró en aquel oscuro vacío y, creo, que ya no hay forma de que salga de ahí.

Creo que se jodió a él mismo cuando decidió arriesgarse conmigo, pero también creo que él lo sabía perfectamente y decidió hacerlo de igual forma. Quizás es muy valiente o es un completo imbécil, no lo sé.

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