CAPÍTULO 42

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PROMESAS DEL MENTIROSO

HEAVEN

Mi cuerpo arde.

Siento como por mis venas corre una ardiente lava que, en menos de un segundo, logra que todo mi sistema comience a arder con la rapidez de una bala.

Lo he visto. Lo he visto en periódicos, en redes sociales, en la televisión y en mis pesadillas. Pero nada se compara con verlo en carne y hueso. Verlo en persona, a pesar de estar preparada mentalmente para ello, se siente como si estuviera punzando la herida abierta del pasado.

Recorro con mis ojos su altanera posición.

Alto, robusto; vestido completamente de negro en un caro traje, como los que usa Demian, y con una mirada intimidante. Sus, frívolos, ojos me miran fijamente, analizándome al mismo tiempo en el que yo lo maldigo a mis adentros.

Sin quitar la falsa sonrisa, preparada desde antes, en mis labios me acerco al lugar donde debo iniciar la entrevista y, por consecuencia, al lugar donde él está. Mis tacones suenan en cada paso que doy.

—Buenos días, señor collins. Soy la periodista seleccionada para realizar la entrevista preselecciones y, por consiguiente, postelecciones —me paro justo frente a él. Su mirada me recorre con más detalle—. Pertenezco a la editorial Billbords y, en nombre de todos en esta, es un placer y honor poder estar parados frente a usted para realizarle esta, tan importante, entrevista.

Casi quiero vomitar después de botar toda esa mierda que Irene escribió para mí como "presentación." Un "hola, bastardo" asesino hubiera sido mucho más atinado en mi más humilde opinión.

Rodeado por tres hombres a su espalda, dos en las esquinas paralelas de la habitación y dos más en la puerta, parece como si Nicholas Eloy estuviera más que preparado para cualquier tipo de situación de peligro. Irónico. Dentro del protocolo, que Dimitri envió, se estipulaba que cada candidato debía ser salvaguardado por cuatro guardaespaldas.

Claramente esto no estipula si eres un maldito psicópata con más enemigos que habitantes en la nación.

Eloy cambia su postura defensiva después de mi empalagosa presentación. Esboza una sonrisa, que parece casi real, en sus labios. Es una sonrisa que das de manera obligada cuando conoces a una persona, una sonrisa fingida para agradar. Y levanta su mano derecha hacia mí, apoyando su mano izquierda en su estómago, en signo de elegancia y modales.

—Un gusto, señorita...

—Rae, Rae Young —tomo su mano y esbozo una sonrisa—. Es un placer conocerlo en persona, señor Collins.

—Por favor—me detiene—, solo dígame Eloy. El señor Collins solo es para las formalidades —ríe.

—Es un honor, Eloy.

El asco que siento es inexplicable. Mi estomago se revuelve cuando Eloy presiona mi mano en la suya en forma de saludo. ¿Cuánta sangre hay en sus manos? ¿Cuánta sangre inocente esconde su sonrisa de santurrón?

—¿Comenzamos la entrevista? —pregunto y, de manera sutil, suelto su mano.

—Como usted ordene, señorita Young —dice él y suelta mi mano por completo—. Por favor, ayuden a la señorita para que esté completamente cómoda —ordena delicadamente a los hombres parados detrás de él—. ¿Desea usted beber algo?

Lo que deseo es tener tu corazón aun latiendo en la palma de mi mano.

—No, muchas gracias —respondo en agradecimiento y cruzo mis piernas—. Y, por favor, llámeme Rae.

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora