CAPÍTULO 63

5.8K 442 262
                                        

¿QUIÉN ERES? ¿QUIÉN SOY?

HEAVEN

Estaciono el vehículo dentro del estacionamiento privado del penthouse de Demian, apago el motor, pero no saco las llaves del vehículo. Dejo que la música siga sonando despacito a nuestro alrededor, en nuestro tranquilo y pacifico silencio.

Me acuesto en el respaldo del asiento, soltando un suspiro por todos los hechos y emociones que he vivido y sentido durante esta semana. Mi mente está en un toral e irremediable colapso. Tratando de procesar cada suceso de estos días.

Descubrir que, a pesar de mis intentos por cuidarme, cuidar mi alma, mi corazón y protegerme de la posible vulnerabilidad, se fueron a la puta mierda en menos de un segundo. Saber y sentir que, de alguna forma, me he fallado a mí misma y a mis reglas impuestas, se siente horrible.

Además de ello, el no poder haber estado al lado de mi hermana en su día más especial me desarmó al punto de dejarme frágil ante el mundo entero. Sentir, no solo que le he fallado a ella, sino que también a mamá y papá, es muchísimo más doloroso.

¿Pensarán que soy una mala hermana? ¿Que soy egoísta por preferir otro camino diferente al que ella quería para mí? ¿Ellos pensaran que he cambiado para mal? ¿Pensaran que les he fallado como hija, que me convertí en lo que ellos odiarían ver? Temo imaginar la respuesta, temo pensar que ellos me ven así.

No quiero pensar en ello, no quiero sentirme más como la mierda. No quiero odiarme más de lo que ya lo hago. No quiero ser tan injusta conmigo misma, pero es casi imposible no hacerlo. Porque duele, escoce, quema y arde dentro de mi alma verme al espejo y pensar en aquella Heaven de diecisiete años llena de sueños, ambiciones, anhelos y esperanza.

Duele pensar en cómo aquella niña soñadora fue despedazada en una sola noche.

A veces me miro y pienso: Si la pequeña Heaven me viera convertida en lo que soy hoy, ¿me odiaría? ¿Sentiría asco de ser yo? ¿Estaría decepcionada de lo que me convertí...? O quizás, ¿Me abrazaría? ¿Me diría que está orgullosa de mí, de sobrevivir al infierno que pasé? ¿Me diría que me ama a pesar de todo?

Creo que la pregunta me aterra tanto como la respuesta.

Estoy perdida en mis pensamientos, en mi autorreflexión, autoflagelación y propio juicio, que no me doy cuenta de la mirada que se posa en mi perfil. Y no es hasta que el silencio que se generó entre nosotros desde que salimos de la boda se ve interrumpido lo que me tira a la realidad.

—Deja de comerte la cabeza —ordena, sin llegar a ser autoritario y, hasta, podría decir que no suena como una real orden—. No pienses más.

Ladeo mi cabeza hacia él, hacia donde su cuerpo yace acostado de la misma forma en el asiento del copiloto.

—¿De qué hablas? —finjo no entender, pero es un intento barato que logra vislumbrar con facilidad.

Y es eso lo que me aterra más: la facilidad que tiene para leerme.

—No pienses más en lo que hiciste y no hiciste. Deja de autoflagelarte. Aun si pasaron minutos, horas o días, todo es pasado y no hay forma de cambiarlo. Aprende a vivir con ello y sigue adelante. Jamás olvidarás tus errores, caídas, heridas y sufrimientos, pero no puedes darte el lujo de victimizarte y detenerte por ello —su voz suena recta—. Si lo haces, jamás podrás llegar a tu meta, porque siempre habrá algo que te haga dudar, Heaven. Llevo años en este mundo de mierda y, si no te adaptas a la rapidez de esta vida y el sufrimiento que conlleva ser parte de, no podrás sobrevivir.

—Es fácil decirlo, más no hacerlo —suspiro, no reprochándolo por sus palabras, sino que exponiendo mi punto de vista.

—Lo sé mejor que nadie, Heaven. ¿Por qué crees que aún no me bajo del puto auto? —cuestiona y yo niego, tratando de decirle en silencio que no tengo idea— Porque arriba está la persona a la que más he amado y a la que más le he fallado en esta vida. A la que más he herido y con la que más me he equivocado. No tienes idea de las veces que pienso en ello y en cómo me encantaría volver el tiempo atrás para no cagarla como lo hice, pero no puedo y tampoco puedo darme el lujo de quedarme pegado ahí. Porque si lo hago pongo en riesgo a todos y mucho más a ella. Si no avanzo no podré protegerla del mundo entero.

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora