CAPÍTULO 18

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EL SUEÑO DE TODA PERIODISTA

HEAVEN

Cierro la puerta y me apoyo en esta, junto mis ojos y suelto un hondo suspiro. Me duele el cuerpo y me siento tan cansada.

Vaya mierda de noche...

Maté a gente, casi me matan en tres ocasiones y me follé a Demian, otra vez.

¡Joder, eso no estaba en mis planes!

Me dije que no iba a follar con él otra vez, y aquí estoy ahora, como una puta payasa con la entre pierna llena de él. Casi quiero golpearme por caer en la puta tentación tan impulsivamente. Yo no soy así, no soy impulsiva, no actúo sin pensar antes en las consecuencias.

¿Por qué siento que cada día me convierto en alguien más? ¿Por qué no tengo miedo?

Niego con mi cabeza y abro los ojos para salir del cuartel. Necesito llegar a casa para lavarme la mugre, sudor, la sangre y, bueno, mi entre pierna pegajosa. Agradezco por primera vez que River no esté en casa, no tendría que excusa darle para evitar decirle la verdad.

Contarle la verdad sería algo como: Oh, si, hermana mayor, que padece de un complejo de madre, adivina ¡me uní a la mafia! Sí, loco ¿no? Teniendo en cuenta que fue alguien de la mafia de Las Vegas que mató a nuestros padres. Irónico ¿eh?

Jodida mierda, le daría un puto ataque si llego a decirle la verdad.

No, jamás le diré. River merece una vida tranquila, libre de problemas y ataduras con el pasado, una vida perfecta. Ella está sana, ella se sanó de ese dolor y no ambiciona la venganza como yo lo hago, ella no está rota. Yo sí, yo estoy rota.

Quiero que ella viva la vida que yo jamás podré tener...

Mi vista está puesta en mis tacones mientras pienso, los ladeo un poco observándolos. Dios, tengo que darle cinco estrellas al diseñador por crear unos zapatos aprueba de atracos de la mafia.

Me separo de la pared y alzo mi mirada para salir. Me detengo en seco cuando miro hacia adelante. ¡Mierda!

—Vaya, ustedes si que disfrutan en grande su tiempo a solas. Ahora entiendo por qué siempre te quedas de las ultimas en las reuniones—dice Megan riendo.

—Eh...—¿qué mierda puedo decir ahora?

Megan suelta una carcajada.

—Sabía que esa tensión que se cargaban iba a explotar en algún momento, no debo ser la mujer más brillante para saberlo. Son un par de cachondos.

¿Puedo rebatirle lo de cachondos?

—No es lo que parece—trato de excusarme.

Ella encarna una ceja.

—¿Son follamigos? O...—su sonrisa crece—. ¡Son pareja!

Me acerco a ella y mi mano va a su boca para tapársela.

—¡Joder, no somos nada!—respondo—. Solo follamos y listo, nada más ni siquiera somos amigos. No es algo que se repetirá—suelto su boca—. Megan, ¿puedes mantener en secreto lo que viste y oíste?—pregunto casi en ruego.

Ella hace una mueca mientras se chupa los labios.

—Mierda, tu mano sabe a polla—mis ojos se abren desmesuradamente. ¡¿Qué mi mano sabe a qué?! Ella me mira y se ríe—. Caíste, tu mano no sabe a polla, no te preocupes—la puta madre—. Claro, no diré nada a nadie, pero, ¿ustedes lograran mantenerlo en secreto por mucho tiempo?—pregunta.

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora