NARRADOR OMNISCIENTE20 de Noviembre, 2002
Para un niño su cumpleaños es un día especial, único, mágico e inigualable a cualquier otro día, porque ese es su día es personal. Aun si cumplen miles de niños más, seguirá sintiéndose de esa forma para aquel cumpleañero.
La felicidad que sentirá al llegar las doce de la noche y saber que es su día, será tremenda. La ilusión de su fiesta; los regalos, los adornos, el pastel, sus invitados y el abrazo de sus padres moverá el mundo más rápido, como si eso fuera humanamente posible.
Bueno, para los niños sí lo era.
Pero ¿por qué aquel pelinegro estaba escondido bajo la mesa y no arriba de esta, soplando las velas de su pastel, después de escuchar a muchas personas desearle un feliz cumpleaños? Simple, porque para Caleb su cumpleaños no eran una fecha diferente a las otras. No había un pastel con velas que soplar, ni invitados que atender y menos un abrazo de sus padres por su gran día.
No tenía nada.
No tenía nada en ese momento más que un terror horrible, un dolor en el estómago desgarrador y una agonía tortuosa.
Su pequeño cuerpo temblaba de pies a cabeza, sus manitas trataban de acallar sus sollozos, sus rodillas las usaba para cubrir su herido estómago. La sola acción de respirar le causaba dolor, muchísimo, sentía como el hilo cosido en su piel tiraba y temía se rompiera mientras trataba de ocultarse de la presencia de él, de ese hombre que lo obligaba a llamarlo papá.
—¡Eres una zorra de mierda! ¡¿Crees que no te vi coqueteándole a ese hombre?! ¡Soy tu esposo y me debes respeto! —grito, grito y otro grito.
Golpe.
Conocía muy bien ese sonido, demasiado para ser solo un niño de siete años. La escena de terror, que trataba de no ver, ya se la sabía de memoria. Solo escuchando un poco de lo que allí podía estar sucediendo, él ya sabía lo que ocurría en concreto.
Golpe.
—¡D-Detente, Karl, no es así! —se escuchó una aguda y débil voz femenina entre el horrible sonido.
Caleb lo vivía diario desde hace un par de meses, no antes. Toda su vida cambió en unos meses. Todo pasó de ser un lugar feliz a un completo infierno.
Era algo de todos los días escuchar esto y no solo en su hogar, sino en muchos otros del complejo departamental en el que vivían hacinados como ganado. Aunque, no siempre sufría la misma pesadilla, no lo hacía cuando su papá llegaba lo suficientemente ebrio para no tener fuerzas de golpearlos y terminaba cayéndose al apestoso y sucio suelo al entrar al pequeño departamento.
Golpe.
—¡¿Quién te dio el puto permiso de decir mi nombre?! ¡Haz silencio si no quieres morir! —la asquerosa voz que lograba hacer que el pequeño temblara del terror, resonaba en el lugar con tanta frialdad y crueldad.
«Cuando papá grite, tu debes esconderte donde el no pueda verte. Es un juego, ¿sí, mi vida? Caleb debe esconderse hasta que mamá lo encuentre y así ganará. Solo debes salir cuando yo te llame, no antes, jamás antes.» Quizás Caleb era solo un niño, pero el entendía que aquello no era un juego.
Era sobrevivir. Tenía la noción de ello.
Golpe.
—¡¿Me dirás dónde nuestro hijo, Dakota?! ¡¿Por qué lo escondes de mí?! ¡Soy su maldito padre! —por un agujero, Caleb se asomó para ver lo que ocurría. Quiso gritar al ver como ese hombre tenía a su madre agarrada del cabello mientras la alzaba del suelo por este, sin piedad.
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EFÍMERO
Acción«La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno.» Las Vegas oculta secretos que nadie desea conocer o, de lo contrario, todo aquel que lo desee sucumbirá ante un solo destino: la muerte. El perfecto oasis de diversión, perversión...