CAPÍTULO 68

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WINTER BEAR

HEAVEN

El primer sentimiento que se desbordó por mi sistema fue el de preocupación.

Verlo allí, ver a ese niño tirado en el suelo, sangrando, herido, pálido y débil hizo que algo dentro de mí se encendiera y un instinto protector me poseyó.

Mi cuerpo se movió por sí solo para levantar a Kai del piso y entrarlo a mi penthouse, pero un detalle bastante importante se me olvidó y lo recordé cuando mi cuerpo entero se contrajo ante el dolor de los movimientos bruscos y la fuerza ejercida.

Los hematomas punzaron, las heridas escocieron y las suturas tiraron. En encogí por reacción, mi rostro se contrajo por el dolor y mordí mi labio para evitar soltar un quejido. Mis rodillas impactaron con el suelo, la anestesia que aquel niño puso en mi piel y el analgésico que me dieron en el barrio, ya dejó de hacer efecto en mi sistema. La paliza que recibí hace unas horas comenzó a generar estragos en mí.

—Heaven, ¿qué sucede? ¿Te duele algo? —Zev habló rápidamente al verme caer, buscando tomarme por los brazos, pero eso solo causó que la herida en cerca de mi hombro ardiera— ¿Qué mierda...?

Mi vista fue hacia ese lugar y vi como unas gotas de sangre manchaban la camisa. Los ojos de Zev se oscurecieron al mirarlo y luego mirarme. Él sabe dónde fue herida que recibí en la misión y en ese lugar no fue, de hecho, está bastante lejos de donde fue.

Él es inteligente, sabe que algo más sucedió y su mirada me lo dice. —Ahora no —lo corto antes de que diga algo—, ayúdame con él y después hablaremos.

Zev me miró por unos segundos, analítico, luego ladeó la cabeza hacia la puerta de Demian y rogué que no fuera hacia ese lugar. Aunque, de ir lo noquearía de ser necesario, pero él solo suspiró y se agachó para tomar a Kai en sus brazos.

—¿De dónde carajos salió este niño? —cuestionó, quitándole peso al ambiente mientras ingresaba la clave del penthouse— ¿Por qué tienes un pendejito en la puerta como correo? A mi normalmente me llegan cajas de entrega, jamás niños y eso que mi vida es media retorcida y más turbia que la tuya. —gruñí al caminar por los pasillos

Zev, no ahora. —farfullé, mi preocupación, estrés y ansiedad no me dejaban disfrutar del carácter humorístico de Zev.

—¡Está bien, perdón! Solo fue un poco raro encontrar esto —alzó a Kai con sus brazos, como levantando una pesa para ejemplificar que ese algo era él— en la puerta de tu casa, no me culpes. Joder, ¿nadie alimenta a este niño? Es como tomar una pluma. —volvió a levantar a Kai.

Mis ojos se apretaron ante eso porque lo más probable es que no, que nadie le haya dado de comer en un tiempo largo, pero decido no irme por ese pensamiento y llegar seguir caminando hasta llegar a mi habitación.

Al abrir la puerta Kai fue dejado en la cama con suavidad. Me acerco y miro su cuerpo por varios segundos antes de moverme para buscar unas mantas y lograr subir su temperatura luego de curarlo.

—¿Puedes traerme el botiquín que está en mi baño? —inquirí mientras lo arropaba, pero Zev no se movió. Al levantar la mirada lo vi de brazos cruzados, con una mueca algo infantil y negando con la cabeza.

—Pídemelo bonito. Palabras mágicas o nada. —hinchó sus mejillas.

¿Esto es una puta broma?

—¡Zev, por la mierda, por favor! —bramé con las ganas de lanzarle la lampara en el mueble más cercano al rostro— No tengo tiempo para esto, muévete o te saco a patadas de aquí.

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