CAPÍTULO 19

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ENGENDRO

DEMIAN

Meneo lentamente el vaso de Whisky en mi mano derecha antes de dirigirlo a mis labios y beber un trago de este, saboreando el amargo sabor y sintiendo como quema por mi garganta mientras lo trago. Levanto mi vista hacia la botella y suelto una risa, regocijándome. The Macallan Fine and Rare Collection el Whisky más caro y el mejor de todo el mundo. Un Whisky de más de 60 años de antigüedad, valorado por más de $38.000 dólares en Estados Unidos y más en otros países.

Y tengo diez de estos ejemplares en el bar por simple gusto.

Realmente no es tan bueno como todos los críticos aclaman, pero siempre es bueno tener un Whisky caro guardado para momentos como este.

Una de las ventajas de ser el jefe de la mafia en Las Vegas y casi todo el país, es tener un capital abastecido. No solo mi reinado se limita a Estados Unidos, Italia es mi fuente de ingresos secundaria.

Soy poderoso, y eso todos lo saben. Por años me han llamado "El demonio de Las Vegas", mis manos se han manchado de tanta sangre que ya no tengo me memoria de a cuantas personas he matado o torturado. Antes de cumplir la mayoría de edad mis manos ya estaban manchadas de sangre: sangre culpable y sangre inocente.

Las lecciones que mi padre me daba siempre fueron simples y frías: asesina a quien se atreva a retarte, el respeto se gana con el miedo, temer es respetar. "Debes convertirte en la peor pesadilla de los niños, debes ser el peor fantasma de los adolescentes y convertirte en el peor demonio para los adultos".

¿Estarías orgulloso de lo que soy ahora, papá?

—¿Demian? —escucho a Dimitri llamarme.

Levanto la cabeza para mirarlo, mi vista cae en el hombre atado en la silla a mitad de la sala.

Oh, lo olvidé.

—¿Qué debo hacer ahora? —pregunta—. Sabes que el de las torturas es Zev, no soy tan bueno en eso—dice casi con pesar.

La debilidad de Dimitri es esa, su corazón, a pesar de toda la sangre que ha visto, sigue siendo puro y limpio. No puede torturar a una persona que pida o ruegue por su vida, algo dentro del se quiebra. No lo dice, Dimitri puede torturar a alguien sin problema, pero cuando levanta la vista quedas mudo. El dolor y arrepentimiento desbordan por sus ojos, puede no gritar, pero sus ojos gritan por él.

No puedo diferenciar si es una debilidad o una fortaleza.

De alguna forma quiero cuidar eso, Dimitri es la única persona que conozco que aun posee ese brillo en sus ojos, esa humanidad. No fue criado de la misma forma, no lo entrenaron para ser una persona sin sentir, el simplemente llegó a nosotros por azares del destino.

Tan solo tenía doce años cuando su madre murió y nos encontró, fue como criar a un hijo.

—No te preocupes por eso, yo lo haré. ¿Te quedas o saldrás a esperar? —pregunto.

El hombre atado se revuelca tratando de soltarse de sus ataduras.

—Yo... me quedo, después puedes necesitar ayuda—responde rascando su nuca.

Siento con la cabeza y me levanto de mi asiento. Deslizo por mis hombros el abrigo de mi esmoquin y lo dejo en la silla.

—Te lograste escapar cuando hicimos la limpieza en Inferno ¿eh? —desabotono mis mangas, subiéndolas hasta mis codos—. ¿Creíste que no te iba a encontrar? ¿creíste que podrías escaparte de mí? ¿creíste que no te encontraría? —abro mi camisa unos botones y me paro frente a él—. Lamento informarte que desde siempre supe donde estabas, pero la idea de jugar contigo me pareció divertida. Dime ¿Cuánto tiempo estuviste encerrado en tu habitación temiendo por tu vida?

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora