CAPÍTULO 35

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CONTRATAQUE

DEMIAN

Conduzco por las calles sin preocuparme por la rapidez en la que va mi auto. Esquivo cada auto que veo en frente, aumento la velocidad con mi pie en el acelerador y aprieto el volante con mi mano. Mi mente está hecha un puto caos. Mis emociones son contrarías y a la vez similares. Mis pensamientos chocan contra las paredes de mi mente, volviéndome loco.

Me detengo frente al edificio donde Megan vive. Salgo del auto y camino hasta llegar al ascensor. Mi respiración es errática y dolorosa, mis pulmones se llenan de tanto aire que me siento mareado. El ascensor se detiene en el piso donde vive Megan y salgo disparado de este a la puerta de su departamento y la golpeo con mi puño.

La voz de Megan resuena dentro del departamento hasta que la puerta es abierta.

—Hola, ¿Qué te trae por estos lugares? —entro sin esperar a que Megan se haga a un lado —¿Demian? ¿Qué mierda? —dice anonadada mientras cierra la puerta.

Me detengo sin girarme hacia ella y aprieto mi mandíbula.

—La pistola —suelto.

—¿Qué? —balbucea.

—La puta pistola, Megan —me giro y la veo mirarme fijamente.

—Demian... —por su reacción entiendo que sabe a lo que vengo.

—¡¿Por qué, Megan?! ¡¿Por qué Heaven tiene la puta pistola de Aitor?! —espeto y Megan se sobresalta un poco. Megan cierra sus ojos y suspira.

—Mierda, sabía que esto sucedería —masajea su frente y se pone recta—. La pistola ya no es de Aitor, ahora es de Heaven —dicta recta.

Aquello solo hace que mi cuerpo se llene de rabia. La simpleza con la que suelta algo como eso me hierve la sangre.

—¡No, mierda, no lo es! —grito—. ¡Esa pistola no debe ser tocada por nadie, jamás y tu se la diste a ella!

—¡Es la maldita pistola de mi hermano, yo decido de que carajos hacer con ella, no tú! —grita, frunciendo su ceño.

—¡No me jodas, Megan! —me acerco a ella—. ¡Ahora mismo tomarás tus mierdas e irás donde Heaven para quitarle la pistola y devolverla a donde debe estar!

—¡No! —exclama y me empuja con fuerza—. ¡Estoy cansada, estoy harta, estoy hasta los cojones de que la pistola de mi hermano esté en un puto estante en el olvido! ¡Estoy molesta de ver como lo único que dejó mi hermano sea razón de tormento! ¡Mi hermano es más que una simple pistola, mi hermano es más que el legado de ella, mi hermano es mucho más! —sus ojos se cristalizan—. Odio, aborrezco, ver como todos miran la pistola con lastima. Odio que ese sea el recuerdo de Aitor. ¡Lo odio!

—¡Esa pistola es sagrada...!

—¡Callate! ¡Callate de una puta vez, Demian! —grita con fuerza, dejándome perplejo—. Voy a dejar clara una cosa, jefe. Soy la hermana menor de Aitor, legalmente todo lo de él es mío. Así que si yo decido darle la pistola a alguien más ¡es mi puta decisión y derecho!

—¡Es la pistola con la que Aitor murió, Megan! ¡Es de Aitor! Era de él... —mis ojos arden.

—¡Lo entiendo, Demian! ¡¿Crees que no lo sé?! ¡Perdí a mi hermano, perdí a mi persona! —llora—. ¡Duele cada día como el anterior, arde como el primer día! Pero —se detiene a respirar hondo—. No dejaré que le hagan eso a la memoria de Aitor, no dejaré que su recuerdo sea ligado a una antigua pistola. Mi hermano es más que eso, Aitor odiaría que le hicieras eso.

Me doy vuelta y trato de controlar el temblor de mi cuerpo.

—No tengo derecho de olvidar lo que pasó esa noche. Ni de olvidar esa puta pistola ni a él. Esa pistola debe estar en un lugar que me recuerde cada día lo que hice. Aitor se fue odiándome. ¡Así que no lo entiendes, Megan!

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora