CAPÍTULO 28

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MI FORTALEZA Y MI DEBILIDAD

RIVER

Tomo mi bata y camino por el silencioso pasillo de cuidados intensivos. Reviso a algunos pacientes postoperatorios a mi cargo y me dirijo a la maquina dispensadora para comer algo. Mi estomago gruñe por las horas en ayuno que llevo.

Tecleo en la maquina el numero de la barrita de cereal, esta cae y la recojo para comérmela. En cuanto doy el primer mordisco mi nombre es llamado por el alta voz por una enfermera que me pide que me dirija a urgencias.

Guardo la barrita de cereal en mi bolsillo y corro con rapidez a urgencias. Llego a urgencias jadeando y por la puerta entran rápidamente los paramédicos llevando a dos personas en camillas. La sangre es notoria desde mi lugar, sin examinarlos puedo asegurar que vienen de un accidente automovilístico.

Corro hacia una de las camillas donde mis compañeros también están tomando sus signos vitales.

—Múltiple accidente automovilístico —comienza la paramédica a dictar su diagnóstico—. Paciente de 30 años, respiración disminuida en lado izquierdo, posible neumotórax, fémur fracturado. Heridas visibles en pierna, abdomen y cabeza.

—¿Signos vitales? —pregunta el cirujano de trauma.

Llegamos a la sala de trauma y todos comenzamos a moverse con rapidez.

—Taquicardia e hipotensión, signos vitales inestables.

—Preparen la sonda pleural —dice en voz alta la cardióloga.

La mujer tienes los ojos abiertos con visible pánico en ellos. tomo mi linterna y reviso sus heridas visibles en el área de la cabeza.

Mierda, esto es muy grave.

—Señora, ¿puede escucharme? —pregunto buscando lucidez. Uso la linterna para revisar sus pupilas, estas están un poco dilatadas y eso no es una buena señal. Ella me mira mientras lágrimas corren mezclándose con su sangre—. ¿Puede seguir mi dedo? ¿Señora? —ella parpadea cerrando sus ojos. Giro mi cabeza hacia mis colegas al instante—. ¡Hundimiento de craneal y posible hemorragia! ¡Hay que llevarla a pabellón ahora! ¡Que radiología prepare la tomografía! —subo la baranda de la camilla mirando a mis colegas—. ¡No tenemos tiempo que perder, vamos!

Corremos junto con la camilla hacia el ascensor que lleva directo a pabellón. Las enfermeras nos acompañan mientras cada uno va diciendo su diagnóstico y la manera en la que debemos proceder.

Giro mi cabeza hacia la sala de urgencias, por donde más personas involucradas en el accidente van entrando. La sala se llena de pacientes de gravedad y los pabellones de cirugías comienzan a ser tomados.

Doy un largo suspiro mientras las puertas del ascensor comienzan a cerrarse frente a nosotros.

Esta noche no llegaré a casa, otra vez.

♟♟

Lavo mis manos en el lavamanos especial de cada pabellón mientras doy un largo suspiro. Mi cuerpo se siente cansado, mis piernas tiemblan y el sudor cae por mi frente. 9 horas operando es bastante agotador, pero vale totalmente la pena cuando la paciente sale del pabellón con vida.

No hay nada más satisfactorio que ir donde los familiares y decirles que lo logramos, que podrán seguir con sus familiares por mucho tiempo más.

Por la puerta que divide la sala de operaciones y el área de lavado, entra mi colega y amiga.

—Lo hiciste bien, otra vez, O'Niell —dice ella con formalidad burlona.

—Ya sabes, cuando la vida de una persona está en mis manos no hay momento para titubear —le respondo, secando mis manos.

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