CAPÍTULO 30

9.3K 926 786
                                    

Advertencia:
Contenido sensible, no apto para todo tipo de público. por favor mantener discreción. Leer bajo su propia responsabilidad.

BORDELLO

HEAVEN

Cada uno vive con sus demonios, lidia con ellos a su manera; los esconde bajo una alfombra para olvidarlos o los enfrenta de cara. Las dos respuestas son una forma de cuidarse a sí mismos del dolor. La diferencia es que una es más rápida que la otra, pero el simple coraje de sobrevivir a esas guerras que te dejan incompleta es algo digno de admirar.

Las marcas en la piel, las heridas invisibles, que parecen tan visibles y más dolorosas que las que se pueden ver. Esas que no sanan con el tiempo, esas que no puedes sanar con medicamentos, esas que parecen estar tatuadas en tu piel.

Esas que viven contigo son las que más duelen.

Las mujeres dentro de ese prostíbulo están luchando una guerra constante para sobrevivir, no solo al abuso, si no a su propia cabeza que les ruega que terminen con esa tortura. Pero el instinto de supervivencia es fuerte, la ilusión de un día ser libre es algo a lo que el ser humano se aferra hasta el ultimo momento.

La esperanza es lo último que se pierde, ¿no?

Pero eso es incorrecto, cuando estas en un momento en el cual la esperanza es solo una idea que te asusta más que el sufrimiento es cuando perdiste la batalla. Cuando prefieres ceder ante el dolor a luchar, a ese momento lo llamo "caer de golpe." Pero hay veces que es necesario caer para mirar todo desde abajo ¿no?

Las mujeres en ese prostíbulo no pasaran un día más luchando por sobrevivir, no perdonaré a ninguna persona que se aproveche de la debilidad del otro para salirse con la suya.

Esas personas tan carentes de empatía no merecen vivir, no los dejaré vivir.

La crueldad debe ser derrotada por más crueldad, la bondad no tiene cabida dentro de una guerra contra un monstruo. Y si tengo que convertirme en algo que jamás creí ser para darle paz y justicia a esas mujeres lo haré, sin dudarlo. Porque todos le han fallado a esas mujeres, las han dejado solas, les dieron la espalda o aun peor, las ven y se mofan de ellas.

Yo no lo haré, yo no le daré la espalda a la injusticia del mundo.

Pienso muchas veces antes de dormir en que pensarían mis padres y River si me vieran. En realidad, el recordar que mis padres no me ven es un motivo para seguir en este camino, pero pensar en mi hermana es totalmente distinto. Pensar en la neurocirujana más reconocida de su hospital, en la mujer que con sus simples manos salva vidas, viéndome en lo que soy ahora me deja en blanco.

¿Cómo podemos ser tan distintas?

Ella mancha sus manos con sangre para salvar personas, y yo para matarlas. Pero ¿Cómo ser justiciera sin mancharme las manos? ¿Existe esa manera de hacer justicia? No lo creo, porque si la existiera yo no estaría en este momento con dos pistolas en mis muslos en camino a crear una masacre.

La justicia para el herido no sirve, la justicia del herido es la verdadera justicia.

Levantarte del piso, vestirte de negro, dejar tus heridas a la vista del otro, llenarte de puto coraje e ir a la batalla es justicia. Esa es la justicia del herido, esa la única justicia que me dejará vivir.

¿Cómo puedo vivir tranquila cuando mis padres fueron asesinados en frente de mis ojos mientras yo agonizaba en el piso? ¿Cómo puedo ser feliz si pasé una hora viendo a mis padres muertos en el piso mientras luchaba por tomar el teléfono y llamar a alguien? ¿Cómo puedo ser feliz sabiendo que si no fuera porque creyeron que estaba muerta no habría sobrevivido?

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora