CAPÍTULO 32

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Advertencia:
Contenido sensible, que no es apto para todo tipo de público.
Por favor mantener discreción. Leer bajo su propia responsabilidad.

ATRAPANDO AL DEMONIO

HEAVEN

7 AÑOS ATRÁS

Despierto por el frío, dejé la ventana abierta y no me di cuenta. Miro la hora, son las nueve de la noche... que extraño, mamá no me despertó para comer, siempre me despierta para poner la mesa o algo.

Llevo mi mano a mi cabeza, ordenando el pelo que estorba en mi cara. Me quedé dormida del cansancio, en unas semanas serán las pruebas para entran a la universidad y he estudiado mucho. Me emociona, sé que me irá bien, siempre he sido muy responsable y me he esforzado mucho en mis exámenes.

Me levanto de la cama para caminar al baño que se ubica en mi habitación. Me lavo los dientes y arreglo un poco mi pelo, que parece como si hubiera follado salvajemente con una bestia. Salgo del baño, me pongo unos calcetines y abro la puerta para bajar. Camino hasta la habitación de River y toco la puerta.

—¿River? ¿Estás ahí? —hablé contra la puerta.

Al no recibir respuesta abrí y encendí la luz. La habitación está vacía, River no está. Una conversación que tuve con mi hermana llega a mi mente.

Se me olvidó que hoy iría a la casa de Amalia. Cierro la puerta y me dirijo a las escaleras, las bajo dando un gran bostezo. Miro hacia la puerta de entrada y todo está en silencio, solo con la tenue luz de las escaleras

—¿Mamá? —alcé la voz—. ¿Papá?

Las luces tan apagadas. ¿Salieron y no me avisaron? Eso es extraño, ellos siempre salen y me avisan y, muchas veces, me invitan para que pasemos tiempo juntos. Caminé a la sala y vi la puerta de esta cerrada, ladeé la cabeza sin entender. Caminé hasta la manilla y la giré, abriendo la puerta. La respiración se me cortó en cuanto alcé la mirada al centro de la sala. La horrible imagen frente a mí me paralizó de pies a cabeza, la sangre abandonó mi cuerpo.

—¿M-mamá? —dije mientras un horrible miedo se instalaba en mi pecho, llegando a todo mi cuerpo.

—¡Corre, Heaven! —gritó mi padre.

Me quedo paralizada, pegada al suelo en cuanto los veo: atados, en el piso, heridos y golpeados. Mamá está desmayada al lado de papá, este parece que la estuviera protegiendo con su cuerpo. Mamá lleva la ropa rasgada, puedo ver su sujetador desde acá. Mis manos tiemblan con fuerza en cuanto entiendo la situación en la que estamos.

Hay alguien en casa.

Mi mente reacciona al instante, tengo que ir a buscar mi celular para llamar a alguien no, eso sería imposible si hay alguien en casa. Tengo que salir y llamar a los vecinos para que llamen a la policía y nos ayuden.

Intento girar para correr a la puerta, pero me detengo abruptamente cuando siento como alguien me agarra del cabello con fuerza, como si quisiera arrancármelo de un tirón. Gimoteo de dolor mientras me hace avanzar hasta la sala, donde papá y mamá están atados. Siento un objeto en mi espalda, deduzco rápido que es un cuchillo.

—¡Suéltala! —grita papá con dolor.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando miro la cara de papá con lucidez. Su cara dios, ¿por qué le han hecho eso? ¿Quién le ha hecho eso a papá?

Antes de llegar a mis padres la persona tira de mi cabello hacia atrás con más fuerza y se apoya en mi cuello, respirando pesadamente a mi lado.

—Vaya, Ignacio, no sabía que tu hija era tan caliente —dijo contra mi odio.

EFÍMERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora