CAPÍTULO 56

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LOS TRES DAVIES

DEMIAN

Conduzco por las calles de Las Vegas, apretando el acelerador a fondo e ignorando el límite de velocidad.

Llego al estacionamiento, ingreso la clave y entro en cuanto la barrera me lo permite.

Detengo el auto en medio del estacionamiento, sin apagar el motor, salgo disparado hacia la entrada del subterráneo. Llego hasta el ascensor y este se abre en cuanto presiono el botón. El ascensor comienza a subir.

Mientras pasa por todos los pisos hasta llegar al mío, siento como mi corazón amenazar con salirse de mi pecho. La preocupación está en el punto máximo, generando una reacción en todo mi cuerpo de manera desmesurada.

Por favor, que ella esté bien.

Las puertas del ascensor no se terminan de abrir por completo y yo salgo de este, rápido, casi corriendo, hacia el interior de mi departamento. Mis pies se detienen en seco al ver la escena frente a mí, al ver el estado de mi casa.

¿Qué mierda?

Parece como si un huracán hubiera entrado por la puerta y arrasado con todo a su paso antes de irse.

Las cosas, adornos, todo está tirado, esparcido por el suelo mientras el guardaespaldas de Hope está pegado a la puerta de la habitación de ella, como si estuviera tratando de abrirla, moviendo la manilla con fuerza y golpeando la puerta con su puño.

—¡Señor Davies! —grita, exaltado, el guardaespaldas de Hope al verme entrar a la sala principal— ¡Ella no abre! ¡Tuvo una crisis...! —se desespera, golpeando su cuerpo contra la puerta.

—¡¿Qué sucedió?! ¡¿Hace cuanto fue?! —inquiero, corriendo a su lado para intentarlo yo. Cuando llego a la puerta, lo empujo lejos de mi camino y trato de abrirla, pero esta tiene seguro puesto. Al no tener respuesta comienzo a golpear la puerta con mis puños— ¡Hope! ¡Pequeña, soy yo! ¡Soy tu hermano, por favor, abre la puerta!

El silencio ensordecedor que se produce cuando ella no contesta a mis llamados congela mi sangre de una manera desgarradora. Siento el desespero corroerme hasta la medula y solo me muevo buscando, irracionalmente, tumbar la maldita puerta y entrar por mi hermana menor.

—Ella no se tomó sus medicamentos —comienza a hablar otra vez el guardaespaldas, con voz temblante—, los vomitó cuando la enfermera se fue. Cuando me di cuenta ella estaba entrando en una crisis —parpadea seguido, agitado y levanta su brazo, dejándome ver una herida en forma en forma de rasguño—, jamás pensé que ella tuviera tanta fuerza...

El golpe de adrenalina que Hope debió tener en cuanto su crisis comenzó la hizo reaccionar de esa manera. Su psiquiatra me lo informó, me dijo que Hope tendría reacciones violentas y que debía llamarla si estas atentaban contra su vida.

Joder, mierda, maldición.

—¡Hope, por favor responde! —grito, pero no espero su respuesta, aunque no hubo, y corro hacia la entrada, donde el extintor se encuentra. Vuelvo hasta la puerta, alzo el extintor con mis dos brazos y lo estrello en la manilla, rompiéndola en el acto. La puerta se abre al fin, dejo caer el extintor al suelo, sin preocuparme por romper algo, y entro a la habitación— ¡Hope...!

Me quedo en la puerta, buscándola con la mirada, pero no hay rastros de ella dentro de la habitación, está completamente vacía. Alzo mi vista hasta la puerta al fondo de la habitación y, sin pensarlo, corro hasta el baño.

—¿Señor? —habla el guardaespaldas a mi espalda, con la voz temblorosa.

¿Este puto imbécil es el que cuidaba a mi hermana?

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