☽ Capítulo 20 ☾

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Mis ojos conectan con los suyos y haciendo uso de mi Encanto:

—Transfórmate —le ordené.

Cuando lo hizo la ira me llenó el pecho y mi respiración se volvió pesada.

—Tú —dije con asco.

Di un paso hacia él con su atenta mirada siguiendo mis movimientos y una sonrisa llena de cinismo dibujada en el rostro.

—No puedes hacerme nada, mi rango es alto y ella —vio a Aina y se relamió los labios—. Ella solo es una Omega.

Le volteé la cara de una bofetada y puedo jurar que vi un diente volar. Escupió sangre.

—Te prohíbo que la veas, la toques o pienses en ella o en cualquier otra mujer —solté con odio.

—El Alfa no me hará nada por mi rango, ¿No te quedo claro en aquel incidente con la otra Omega? —Me recordó la situación con Sarah— Puedo tener a quien quiera —miró a Aina—, cuando quiera y tú, mujer—recalcó—, no me vas a prohibir nada.

De un golpe Cora lo mandó a comer tierra. Se quitó la chaqueta que traía y se la dio a Aina para que se cubriera. Al ser de baja estatura le cubrió lo justo. Estaba recargada en un tronco llorando, verla de esa manera me estrujó el corazón.

—Escucha bien lo que te voy a decir, tu rango me importa un carajo y de tu propia boca saldrán los actos que harán que el Alfa por fin se haga cargo de tu inmunda existencia, para después —lo levanté del pelo obligando a mirarme— prepararte para tu maldita castración. ¡Me oíste!

La sonrisa se le borró con lo último que dije.

—No, no, no —repitió con temor.

— ¿Qué pasa? ¿Ya no eres tan valiente? Te crees la gran cosa por lastimar mujeres e intocable escudándote de un rango, pero te atemorizas por perder tu desquiciado miembro, se coherente maldito cerdo.

—No me pueden hacer eso —me gritó medio envalentonado.

Le sonreí maliciosa.

—Tranquilo, nadie va a tocarte. Lo vas a hacer tú mismo.

Abrió sus ojos por la sorpresa y Cora empezó a arrastrarlo de vuelta con todos.

Me puse en cuclillas frente a Aina. Mis manos temblaban de la ira e impotencia que sentía, con torpeza envolví sus manos entre las mías.

—Voy a cuidarte —la vi y la vulnerabilidad con la que sus ojos me devolvieron la mirada, me quebró...— a ti, a Sarah y a las que haga falta. —Me puse de pie y hale suavemente de su mano para que hiciera lo mismo— Voy a estar aquí para ustedes, y te prometo que quien se atreva a dañarlas firmará su sentencia de muerte.

Aina miró al suelo —Yo... no puedo, no soy fuerte...estoy sola y yo...—su voz se quebró y empezó a negar con la cabeza, agobiada.

La tome del mentón obligándola a ver mis felinos ojos — Aina, voy a estar aquí para ti. Nunca estarás sola aquí estoy, te protegeré —afirmó el agarre de mis manos—, estaré a tu lado, estará Rubí, estará Sarah, estaremos todas. Cuidándonos siempre.

Sus ojos cristalizados encuentran a los míos, me miran de una forma que rompe mi corazón,

— ¿Lo prometes? —un frió me recorrió entera.

No podía prometerlo, deseo irme de aquí apenas sea seguro. Tengo toda una vida fuera y Derek...él y yo, no existe un él y yo, mejor dicho. Esta vez fui yo la que miro al suelo; avergonzada, ¿Me atrevería a mentirle?

—Hasta que todas estén seguras —levanté la mirada—, estaré aquí para ustedes.

Una verdad a medias no es mentira.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora