☽ Capítulo 5 ☾

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Me senté en una silla que había en la habitación y lo miré esperando a que hablara.

— ¿Qué sabes acerca de los hombres lobo? —me cuestionó, curioso de mi respuesta.

—No quiero sonar inculta ni nada, tengo un libro sobre su especie —expliqué y el asintió atento de mis palabras— pero por alguna razón está en blanco. Lo único que sé es que se transforman en lobos. Además de que gruñen mucho o eso puede ser de algunos en específico —lo miré con los ojos entrecerrados por un par de segundos.

Sonrió por mi entusiasta comentario y eso me brindó un alivio poco usual.

—Somos llamados Hombres lobo o Licántropos, criaturas legendarias presentes en muchas culturas a lo largo del mundo. El mito más universal. Seres con las cualidades de un animal como astucia, ferocidad, fuerza, rapidez, llenos de instintos, despiadados. Según las leyendas podemos transformarnos solo durante la luna llena... eso no es verdad —me aclaró viéndome a los ojos asegurándose de tener mi total atención— durante la luna llena somos más fuertes, la bestia que hay dentro de nosotros se descontrola. —Miró hacia la ventana— Piensan que fuimos malditos y es por eso por lo que somos condenados a llevar algo incontrolable dentro de nosotros...

Me ofreció su mano, lo miré atenta y la tomé lentamente sintiendo la calidez de su tacto. Caminamos al balcón, abrió las puertas y salimos al frío de la noche.

—...pero la verdad es que fuimos bendecidos por nuestra Diosa Luna. Son espíritus salvajes los que llevamos dentro, hijos de la Luna, veladores de la noche, llenos de vida —la efusividad con la que me hablaba me hacía brindarle mi más sincera atención—. Llevamos mucho tiempo en el mundo cuidándolo, siendo uno con la tierra y custodiando los bosques, pero... sintiéndonos incompletos. Cuentan que nuestra Diosa Luna vio a sus hijos sufrir y fue entonces que otorgó a cada uno un complemento, un alma gemela... un ser capaz de domar nuestro espíritu.

Tomó mis manos entre las suyas.

—Alguien capaz de hacernos sentir... —puso mi mano en su pecho, sentí su corazón latir desenfrenado bajo mi tacto— lo que ninguna otra persona o criatura sobrenatural puede.

Lo miré atenta a los ojos sin saber que decir. ¿Se supone que soy yo? ¿Su alma gemela? No, ¿no? Imposible que sea yo.

—Y-yo... —las palabras no salían de mi boca simplemente me quede paralizada junto a una sensación extraña en el estómago.

La puerta de su habitación se abrió. Salvada.

—Derek...—lo llamaron, pero él ni se inmuto, su atención la tenía yo.

—Debo irme —me despedí sin disimular la prisa que tenía por marcharme de ahí.

Salí de aquella habitación con el corazón a tope, pose mi mano ahí y lo sentí latir desenfrenadamente. No, no y no, no me puede estar pasando esto a mí. No puedo estar atada a alguien, seguramente se ha equivocado ¿Cómo puede estar tan seguro de que soy yo?

Alguien me picó el hombro, volteé rápidamente y vi a Sarah. 

—Hola... —la saludé disimulando los nervios que aun sentía.

—Hola Christal, lleve ropa a la habitación donde despertaste esta mañana...—pareció un poco incomoda al recordar.

—Oh, muchísimas gracias, Sarah ¿Te importaría llevarme?

Es que no me ubico muy bien aquí.

Ella asintió sonriente. Mientras caminábamos charlamos muy amenamente. Esa sensación de hacer clic con alguien por decirlo de alguna manera me agrada bastante me hace pensar que nos conocimos en vidas pasadas. En el camino me contó que ya tiene tiempo viviendo en la manada de Derek y que ha sido parte de la servidumbre por varios años.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora