Capítulo 38

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Tome el pomo de la puerta principal de la casa y entre con Rubí detrás de mí, casi todo estaba en su lugar a excepción de algunas cosas tiradas y una fina capa de polvo sobre todas las superficies.

Mi primer impulso fue ir escaleras arriba en una dirección en concreto. Cuando tengo la puerta de la habitación en frente veo como tiene un zarpazo justo en medio. El hijo de puta intento entrar, con ansias abro la puerta y cuando lo hago puedo sentir el aroma de Derek de sopetón.

Cierro la puerta tras de mí y observo bien todo alrededor. La cama esta justo como la deje aquel día, al igual que todas sus cosas, me asomo al balcón y veo las plantas con muchas hojas secas, casi muertas. Tal escena me entristece, me acuesto sobre la cama y me abrazo a mí misma.

Las lágrimas no tardan en aparecer y no hago ni el mínimo intento de detenerlas, de alguna manera me siento tranquila pues al fin la manada está a salvo pero necesito a Derek y no hay ningún momento en el que no piense en él y su regreso.

Estoy muy cansada, abrazo la almohada de Derek y poco a poco mis ojos ceden. Cuando despierto apenas y queda rastro del sol; ya que se está ocultando, espabilo un poco y voy directo al baño.

Me veo al espejo tengo ojeras, los ojos un poco hinchados y rojos. Mientras me ducho pienso en que hare a partir de hoy. Opto por ponerme algo simple de color negro y cuando voy para salida mi pie choca con un mueble, maldigo para mis adentros y recuerdo algo cuando veo el cajón de este.

La carta que le dio Hank a Ty, abro el cajón y la tomo en mis manos abriendo el sobre de manera curiosa pero para mi sorpresa la carta está vacía.

Solo puedo abrirla en la luna llena

Maldigo para mis adentros la luna llena paso ya y tendré que esperar más tiempo para leerla, la guardo en su lugar y voy escaleras abajo.

Escucho risas en la cocina puedo distinguir perfectamente la de Rubí y otras más, cuando pongo un pie dentro las veo con escobas y trapos.

—Hola —salude animadamente y me devolvieron el saludo con una sonrisa— déjenme ayudarlas —tomo un trapo de la isla de la cocina.

—No es necesario Luna, debe estar muy cansada —se apresura a decir Sarah.

—Todas lo estamos, entre más seamos más rápido acabaremos —digo.

Nos dividimos en grupos y nos separamos para limpiar la gran casa por sectores, permanezco en la cocina junto a Rubí y Sarah.

—Se generó mucho polvo en estos días —habla Rubí con un plumero en mano.

Asiento dándole la razón —Nada con que no podamos lidiar —Sarah pone una mano en mi hombro y la otra en el hombro de Rubí—, a darle con todo —dice animada y con una sonrisa.

Me contagia su entusiasmo y termino lavando la pila de platos con una sonrisa mientras platicamos amenamente entre nosotras. Cuando terminamos con la limpieza Sarah se pone activa al instante y elabora una deliciosa cena.

El comedor está lleno de nuestras compañeras, quienes residían aquí volvieron y las actividades se reanudaron todo volvió a ser como cuando esta Derek a excepción de que...ahora no está.

La puerta principal es abierta y de ella se asoman Regina y su hermana, todas guardan silencio de inmediato y Regina ni nos dirige la mirada.

—Siéntense con nosotras —las invito y detienen el paso.

Regina me lanzo una mala mirada —Me niego rotundamente a compartir mesa con omegas —su hermana mira al suelo.

Me encojo de hombros —Haz lo que tu consideres Regina —volteo hacia Elizabeth—, tu puedes quedarte eres bienvenida.

Veo un brillo en sus ojos y bajo la atenta mirada de su hermana avanza en nuestra dirección hasta sentarse a un lado de Aina.

Regina me la escena pasmada por la osadía de su hermana pero voltea la cara y se va escaleras arriba, cuando desaparece por completo la plática continua con entusiasmo y todas hacen sentir incluida a Elizabeth.

Veo la escena enternecida y como con tranquilidad observando la paz que hay, cuando todas acaban se despiden y dan las buenas noches.

—Deberías llevarle la cena a Regina —me dirijo a Elizabeth— no es bueno ir a dormir sin comer, anda —le digo con una sonrisa.

Levantamos los platos y le insisto a Sarah para que se vaya temprano a casa, Buster mueve la cola cuando me ve, caminamos escaleras arriba y nos adentramos en la habitación.

Mi familiar no tarda nada en subirse a la cama y olfatear todo, suelta un chillido cuando reconoce el aroma de Derek.

—¿Lo extrañas B? —le pregunto y suelto un suspiro.

Me despojo de la ropa que traigo, tomo una camisa del armario de Derek y me la coloco antes de acostarme, no tardó mucho en caer en un profundo sueño.

Veo a mi alrededor y lo único que puedo distinguir son espesos árboles, camino con cautela y cuando menos pienso me encuentro corriendo de manera desesperada en una dirección.

Me detengo frente a una familiar cascada avanzo confiada y caigo de sopetón al agua fría, intento nadar hacia la superficie pero algo atrapa mi pie y me es imposible salir. La desesperación me hace agitar los brazos lucho por salir pero no puedo.

Poco a poco libero el aire de mis pulmones y veo la Luna a través del agua, mis ojos arden y los cierro de manera lenta.

Antes de caer en la total inconciencia alguien toma mi mano y hala de esta con fuerza fuera del agua, mi primer instinto es tomar grandes bocanadas de aire, el cabello mojado me cubre la cara y lo aparto intentando divisar a quien me ha salvado.

Levanto la mirada y lo que observo me deja sorprendida, Derek me sonríe y se acerca para envolverme en sus brazos. De manera rápida lo abrazo con fuerza y con un anhelo tremendo.

Mis lágrimas caen sin tapujo alguno y no lo suelto ni un poco.

—D-Derek —sorbo mi nariz y tirito de frio—, te extrañe mucho —se me corta la voz y se me forma un nudo en la garganta.

Coloca su mano en mi mentón y me levanta la mirada, sus ojos se topan con los míos

—Mi querida Luna, nos volveremos a encontrar pronto —lo mire confusa— pero se paciente no falta mucho.

La vista se me nublo por las lágrimas —D-Derek que...

Acaricio mi mejilla con delicadeza —Despierta Luna —negué con la cabeza por sus palabras y mi labio tembló—, esto es solo un sueño.

Me levante exaltada y con el dorso de mi mano limpie mi rostro. Estaba llorando realmente, me asomo al balcón y aún sigue oscuro, me llevo las manos a la cien y suelto un suspiro sin duda serán largas noches. 

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora