☽ Capítulo 4 ☾

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De algo estaba segura y es que no me quedaría aquí en contra de mi voluntad. Soy una bruja, un espíritu libre es lo que llevo dentro. Miré frente a mí a los lobos, a las brujas y al Alfa. Fuimos rápidas y huimos con agilidad hasta toparnos con un muro de piedra donde fuimos rodeadas, otra vez. Mi mirada se posó en él, en su hombro y en su mano entrelazada con la de Regina. De pronto tuve una sensación extraña, algo que no me agradó para nada. Fruncí el ceño, molesta.

Regresé mí mirada hacia Rubí, mi pecho subía y bajaba, estaba cansada. Hago señas con la mano tras mi espalda que ella entiende al instante. Acorraladas o no la magia siempre estaba de nuestro lado. Un parpadeo, es lo que le toma hacer un portal y atravesarlo mientras hala de mi mano para que entre en él.

Una sonrisa nace en mi rostro y cuando veo intenciones en el Alfa de avanzar hacia nosotras, mis ojos se ponen felinos

«Aléjate», solté orden que clara, mi sonrisa se tiñó de victoria. Devolví la mirada al frente lista para soltar el nombre de nuestro amigo que nos esperaba del otro lado del portal.

— ¡Hank! —gritamos cuando el otro lado del portal ya es visible.

Alguien haló de mi mano con fuerza deshaciendo mi agarre con Rubí, ella se giró de inmediato a ver con evidente pánico como me alejaba de ella.

Soy llevada fuera del portal, miré con horror la mano del Alfa enrollada en mi muñeca. Caí de espaldas al suelo, se colocó encima mío impidiendo mis movimientos llevando mis manos sobre mi cabeza.

Me quedé perpleja, soy incapaz de dimensionar lo que acaba de ocurrir. Nos vemos el uno al otro y cuando da señales de querer hablar lo empujan con una fuerza descomunal llevándolo lejos de mí, liberándome.

Solté un jadeo de la impresión, intentando procesar.

Hank llegó junto a Rubí, esta última me ayuda a ponerme de pie.

Regina avanzó con la intención de atacar, con un lobo a cada lado.

—No lo haría si fuera tu —advirtió Hank con hostilidad, colocándonos tras su espalda.

Hank. Un gran amigo nuestro, lo conocimos hace mucho tiempo ya, cuando Rubí y yo estábamos más vulnerables que nunca, nos encontramos por casualidad, pero fue gracias a él que logramos sobrevivir durante tantos años. Es nuestra familia.

—Y yo no puedo esperar para hacerlo —respondió ella en tono retador. El gruñido del Alfa se hizo presente, ella bajó la cabeza de inmediato.

Avanzó un poco en nuestra dirección —Quieto —amenazó Hank—. No te atrevas a dar un paso mas a menos de que...

—Están en territorio de hombres lobo no puedes ordenar nada, mucho menos hablarle de esa manera al Alfa —intervino rápidamente Regina, sus ojos brillaban dispuestos a liberar su magia para atacarlo.

—Las trajeron en contra de su voluntad y no les permitieron irse —soltó el—, me parece que quien no puede ordenar nada son ustedes. Los lobos no tienen poder sobre las brujas.

Ella es mía —la mirada del Alfa se clavó en mí. Sentí un escalofrió por todo el cuerpo. Rubí tomó mi mano al instante.

—Ella no te pertenece—contraatacó mi amigo.

Miré con el ceño fruncido a ambos al notar que hablaban de mi como si fuera un objeto.

— ¡Hermana! —exclamó Regina, giré la hermana de Regina ahora yacía en el suelo.

Se había desplomado de la nada. Su mirada de preocupación hizo que nos acercáramos un poco a ella.

—No sé qué le sucede —dijo Regina buscando nuestra ayuda—. A veces pasa que le duele la cabeza un poco cuando tiene visiones, pero nunca se ha desmayado.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora