Capítulo 35

6.9K 569 13
                                    

Si algo tenía claro es que a partir de este día nada sería igual, la ladina sonrisa que me ofrecía el Señor Haugen me enfermaba. Nos declaramos la guerra con la mirada y para su mala suerte por la manada y mis hermanas daría hasta lo que no tengo con tal de protegerla pero para mí pesar su mirada me decía lo mismo.

Ve tranquilo mi lobo que en tu ausencia seré guardiana de esta manada.

—No comience una batalla que no puede ganar mujer —Rubí me dio un apretón en la mano en señal de apoyo.

—La batalla ya está iniciada —sentencie— desde que se metió con una de mis hermanas.

Negó con la cabeza y se dio media vuelta con Elizabeth y Regina cuidando su espalda.

La mañana avanza de lo más normal, en casa el ambiente esta tenso y Derek no puede salir de mis pensamientos. El Señor Haugen no ha salido del edificio líder y eso nos mantiene a todas al pendiente de cualquier cosa.

Aina, Sarah, Rubí y yo estamos en la cocina, el silencio que hay en casa me da escalofríos.

—Ojala nuestro Alfa regrese pronto —suspiro Aina—, su padre me asusta.

Mire al suelo y rogué porque las palabras de Aina se cumplieran, que regresara pronto. Sano y salvo.

Inconscientemente Sarah deslizo su mano por la zona donde aquel día ese sujeto la lastimo.

—Haces bien en temer —miro hacia el suelo—, recuerdo sus tiempos como Alfa

—¿Siempre fue así? —Rubí pregunta y Sarah niega con la cabeza.

—Desde que su alma gemela y nuestra anterior Luna —mira al techo con pesar— murió, cambio por completo. Se convirtió en una persona totalmente diferente, gracias a la Diosa Luna eran sus últimos años al cargo y no nos tocó tanto martirio.

Veo a Aina sobresaltarse por el sonido que causa la puerta al ser abierta abruptamente, varios guardias entran tomándonos por sorpresa.

—Por órdenes del Alfa deben salir de la propiedad —anuncian—, se prohíbe la entrada a mujeres que no sean del servicio.

Abro los ojos sorprendida, no tardó nada en actuar el nuevo Alfa.

Algunos suben a la planta de arriba y sacan a cómo pueden a quienes aquí residían. No me opongo a su petición después de todo no puedo pelear algo que no me pertenece, como esta casa. Salimos de manera pacífica y cuando ponemos un pie fuera veo a Regina recargada en el marco de la puerta ofreciéndome una mirada de superioridad.

—No podrá entrar a ninguna habitación —me dice Rubí—, me encargue de eso.

(...)

Para que las manos si no son para brindar apoyo, para que los pies si no son para ir hacia la libertad, para que los ojos si no son para ver lo que está mal —con mis palabras esperaba encender una chispa en el interior de ellas, un Luchen y resistan—, para que la boca si no es para gritar nuestra inconformidad.

—Luna, no podemos ir en contra de un Alfa —habla alguien.

—No vamos en contra —la miro a los ojos— vamos en nuestra defensa, porque de ninguna manera voy a consentir que actos como el incidente de Zasha vuelvan a ocurrir.

—¿Cuándo regresará nuestro Alfa? —me pongo tensa.

—Ya han pasado ocho días —escucho como dice alguien y el pánico no tarda en entrar en todas.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora