Capítulo 64

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El día que todo ocurrió (Parte II)

—¿Has vivido toda tu vida aquí Isaac? —me miro y negó con la cabeza y espero unos segundos antes de hablar.

—Conocí al Alfa en el pasado antes de que si quiera fuera un Alfa —agrega—, congeniamos bien y me invito a vivir a su manada. Para mi yo joven de aquel entonces fue una excelente oportunidad para escapar de mi familia...

Sus palabras me tomaron por sorpresa pero no indague en el tema y me abstuve de comentar algo.

—Mi Padre era parte del consejo...es parte del consejo —reitero y asentí—. Siempre creyó que yo tomaría su puesto pero...eso no es para mí —suspiro—, cuando confesé que no quería vivir una vida de diplomático me caí de su pedestal y deje de ser su hijo. Me convertí en la decepción de la familia y en un mal ejemplo para tres hermanos menores...—el sonido de las hojas secas nos hace compañía en el camino— Hui y me convertí en lobo solitario por años —lo mire sorprendida por sus palabras, no podía imaginarlo a el de esa manera—, vivir entre humanos es muy complicado y más con mi paciencia —sonrió por sus propias palabras y suspiro después— pero heme aquí...

Le sonreí, el pasado es algo que no podemos negar pero que mucha veces decidimos ocultar —A veces la familia no es con quienes nacemos o con quienes compartimos sangre, la familia es con quienes compartimos un vínculo...

—Mi familia es la manada —me interrumpe—, por eso es que me esforcé tanto en ser Beta; para poder velar por su bien.

No despegue mi mirada de él, frente a mí ya no tenía a Isaac si no a aquel niño que no pudo cumplir con las expectativas de un severo padre —¿Puedo abrazarte? —pregunte, me miro incrédulo por mi petición pero no protesto cuando me acerque y lo rodee con mis brazos.

—¿Yo...?

No me deja terminar mi pregunta cuando me responde —Si, eres de mi familia Luna — me revolotea el pelo cuando nos separamos.

Sonrió por sus palabras, no podía estar más agradecida con la vida por poner personas tan maravillosas en mi vida.

—Vaya momento conmovedor —un escalofrió me recorre entera.

Isaac se pone alerta y cuando me doy la vuelta lo que mis ojos ven. Mis piernas flaquean de la sorpresa por lo que me tengo que sujetar del brazo de Isaac, mi visión se nubla y maldigo mil veces el no haber comido.

—Luna —Isaac me chasquea los dedos en el odio trayéndome a la realidad.

Asiento decidida pero mi corazón va a mil por hora, no me cabe la idea de tener al Sr. Haugen frente a mi ¿Cómo traspaso la barrera? ¿Daño a uno de los pilares?

—¿Qué haces aquí? —empuñe mis manos, me sonríe como desquiciado.

—No comience una guerra que no puede ganar —retrocedo un paso hasta chocar de espaldas con mi acompañante.

—Isaac ve a avisar a todos —le palmeo el abdomen pero ni se inmuta.

—Luna no...

—Ve —le ordeno pero me sujeta la muñeca sin intenciones de soltarme.

Avanzo hacia al frente —No sé cómo entraste pero sé que no saldrás vivo —junto ambas palmas y las separo poco a poco para aparecer mi báculo.

Me abalanzo sobre el deshaciéndome del agarre de Isaac, no se mueve ni un poco y no trata de esquivarme simplemente señala mi espalda.

Isaac es sujetado por el cuello por una encapuchada amenazado con una jeringa llena de ponzoña negra que reconozco. Mis ojos se ponen felinos y de un movimiento estampo mi báculo en la cabeza del Sr. Haugen derribándolo.

—Aléjate de el —mi Encanto la hace obedecer por lo que Isaac reacciona y la somete impidiéndole su movimiento, me acerco a ella.

—Temo que si estas con el estás contra mí —se retuerce intentando liberarse— y eso será tu perdición perra— tomo su muñeca de manera brusca provocando que su manga se alce y la jeringa caiga al suelo.

Retrocedo un paso cuando reconozco un lunar que hay en el dorso de su mano, hace la cabeza hacia adelante y la estampa contra la nariz de Isaac liberándose por fin. La derribo con el báculo llevándola al suelo por lo que su rostro queda al descubierto retrocedo horrorizada hasta que choco con alguien.

—Qué pena que lo descubras de esta manera Luna —la voz de Elizabeth en mi oído me desconcierta, le doy un codazo pero logra enterrarme la jeringa con la ponzoña.

La quito de mi cuello y cuando volteo en dirección a Isaac el Sr. Haugen le entierra la ponzoña en el cuello.

—¡No! —me llevo la mano al cuello empapando mi palma de negro por la ponzoña.

—¿Hermana? —volteo a la derecha y Regina mira muy desconcertada la escena.

—Vete —le ordeno—, corre. —me mira preocupada y yo ruego por que se vaya.

Elizabeth va a su encuentro y me arrebata el báculo de las manos para dejarla inconsciente.

—¿Cómo te atreves? ¡Es tu hermana! —avanzo en su dirección intentando auxiliarla.

—¿Vas a defenderla? ¿Después de cómo te trato todo este tiempo?

Mi vista se nubla pero uso las pocas fuerzas que me quedan para usar mi Encanto.

Discedite a me

Elizabeth choca con un tronco y sus cómplices igual, aprovecho el tiempo para acercarme a Isaac y curarlo lo máximo que puedo, mi respiración se empieza a cortar.

—Luna...—Isaac me mira y varias lágrimas corren por mis mejillas.

—Cuando-o despiertes —mi voz sale entrecortada—, ve a que te sanen esa ponzoña acabara contigo —escucho hojas crujir a mi espalda—. Ellos van a llevarme...no sé si volveré a verte...

Me quito un brazalete de la muñeca y guardo en el bolsillo de su pantalón.

—Traigan a la otra bruja —escucho como el Sr. Haugen ordena—, no habrá cabos sueltos.

Me toman del antebrazo y me separan de Isaac —Gane bruja —hago todo el esfuerzo que puedo para liberarme del agarre del Sr. Haugen. Ir con el significaba mi muerte segura.

Abrazo el cuerpo de Isaac, resistiéndome. El me sujeta débilmente, veo sus ojos brillar pero niego con la cabeza cuando veo que tiene la intención de atacar — No lo hagas —siento como tiembla bajo mi agarre, se siente impotente pero con cada esfuerzo que hace la ponzoña lo daña más por dentro.

—No voy a dejarte ir, Luna —siento mi hombro húmedo— Jure ofrecer mi vida antes que la tuya... —se le corta la voz y a mí se me parte el alma.

—Si no lo sueltas voy a matarlo —me amenaza el Sr. Haugen, Isaac se niega a soltarme pero soy yo la que se deshace de su agarre.

—¡Mátame! —Isaac lo mira con suplica y tose ponzoña— Libera a la Luna.

Niego con la cabeza —Iré contigo —me apresure a decir— pero deja a la manada en paz.

Como si mis palabras hubieran sido un chiste suelta una carcajada y me toma del cuello — No me importa la manada, lo que yo quiero es el caos.

Sin soltarme el Sr. Haugen me obliga a caminar, veo a Elizabeth sostener a Regina con fastidio. Ni si quiera parecía la bruja que conocí todo este tiempo, cuando paso por al lado de la encapuchada las lágrimas se me acumulan, jamás pensé que la volvería a ver.

Jamás pensé que volvería a ver a mi madre.


Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora