Epílogo

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Mientras estos fatídicos sucesos ocurrieron en aquel lugar a las afueras de Novemville, de la manada Secreto de Luna donde sus miembros rendían plegarias a su Diosa para que su Luna regresará con vida; sin tener idea de lo ocurrido, se hurtó un objeto muy valioso. La piedra Luna.

Por otro lado, en el lugar del aquel suceso funesto se necesitó la fuerza de cinco lobos de alto rango para mantener a aquel Alfa en tierra firme, además de el don de la Bruja Lisa para calmarlo y evitar que se lanzara por aquel risco por su querida Luna y fuera arrastrado por las feroces y mortales aguas que esperaban abajo.

Ese día el cielo lloró, azoto el pueblo y todas las manadas con una lluvia que solo transmitía una cosa. Dolor. Dolor que compartieron brujas, lobos y un pobre vampiro por igual.

La noticia se abrió paso en las manadas, todas permanecieron en luto pues la gran Luna que iluminaba a los lobos...se había ido...

...y junto a ella la luz que los guiaba.

Sus queridas hermanas sufrieron su muerte y revivieron un triste recuerdo pues ella había perecido por culpa de un cazador y lo peor era que también por una bruja. Su madre.

Se buscó el cuerpo de aquella bruja junto al de su querido familiar para darles una sepultura digna pero...

...jamás se encontró nada de ellos.

¿Por qué?

La razón de esto fue que en realidad jamás hubo uno.

Porque fui encontrada en el desemboque de un río por cuatro personas que ya me esperaban ahí.

Kira.

Regina.

El Sr. Davis y su esposa.

Quien había sido la responsable de aquel hurto, y al parecer tenía parentesco conmigo. Un parentesco cercano. Muy cercano.

Tres meses pasaron antes de que yo despertara y fue un milagro que lo hiciera aun cuando se usó el poder de la piedra para mantenerme con vida. Mi propio cuerpo asumió mi muerte y con el tiempo había dejado de producir melanina, por lo que mi oscuro cabello desapareció dando pie a uno blanco.

Mi madre apagó mis chakras con esa estocada...

...ella acabo con mi vida por un hombre.

Y yo acabaría con ella por esa misma razón.

Ahora mismo el frío aíre erizaba mi piel a pesar de que usaba una capa escarlata que me cubría el cuerpo entero. Temblé de frío cuando el agua de la cascada me empapo las manos cuando intente comprobar su temperatura. Mojarse no era una opción justo ahora. Eche un vistazo a mi espalda comprobando que nadie me siguiera y atravesé la cascada abriendo sus aguas.

Palpe la rocosa superficie en busca de algo hasta que por fin lo encontré. Avance para salir de ahí y caminé sobre el agua. Cuando estuve fuera volteé hacia atrás, recordando la ceremonia que había ocurrido tiempo atrás justo aquí, al pie de esta cascada.

Continué con mi camino de manera sigilosa, no quería ser descubierta, al menos no tan pronto razón por la cual había ocultado mi aroma.

Tenía un simple objetivo, venir y devolver la piedra luna. Subí a un árbol para tener una mejor vista, los guardias vigilaban todo.

Fácilmente podía atacarlos con mi magia pero no me lo permití, ellos son mi familia antes de todo. Avance al otro árbol y pude vislumbrar el edificio líder, las luces estaban encendidas.

Ahí estaba el.

De pronto mi raciocinio me traicionó y solo quise correr a sus brazos pero me contuve.

El gran árbol seguía como el primer día, lleno de vida. Con la diferencia de que rebosaban flores en sus raíces. Flores que sentía que eran en mi nombre.

Baje de donde estaba trepada y me dirigí ahí, a tocar su tronco por última vez. No sabía cuánto duraría el efecto de lo que tomé para ocultar mi aroma pero esperaba que fuera suficiente, di pasos decididos hasta allí escondiendo o al menos haciendo el intento de ocultar mi presencia con la oscuridad de la noche.

Coloque mi palma sobre el tronco y una lagrima rodó por mi mejilla cuando recordé:

"Se dice que si tocas el tronco del árbol de la ofrenda a la tierra junto a quien amas, la tierra bendice el lazo."

"Mi Luna, este lazo esta bendito desde que nuestras almas fueron hechas la una para la otra."

Algo llamo mi atención del otro lado, entre raíces del gran árbol había sujeto algo, di la vuelta hasta tenerlo frente a mí. Era el báculo. Con delicadeza acerque mi mano a él, apenas lo roce y sentí algo en la espalda.

—Solo unas manos son dignas de tocar eso —apreté los labios al reconocer la voz. Mi pequeña Aina—Da la vuelta —obedecí a su orden y su espada me apunto directo a la garganta, tenía la mirada gacha pero aun así podía sentir la presencia de dos lobos junto a ella. Lobos que conocía muy bien— ¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí?

Escuché una puerta abrirse, mis ojos se pusieron felinos al instante reconociendo su presencia. Mi piel se erizo y levante las manos para quitarme la capucha.

—¿Qué es lo que ocurre aquí? —una voz femenina se nos unió, cosa que me pareció extraña. No me parece conocida. 

—Nada Luna, vuelve a casa —las palabras que salieron de la boca de Derek me dejaron estática.

¿Luna?

Aina acercó el objeto más a mi garganta presionándome para revelar mi identidad, mis ojos brillaban más que nunca, ardían en celos.

—Baja esa capucha, ahora —tensé la mandíbula y así lo hice.

Baje la capucha y en el momento que lo hice sentí como los presentes olfatearon el aire. El hechizo había terminado.

—Imposible...—escuché el susurro de Derek. Acomode mi cabello blanquizco tras mis orejas.

—Soy...

—Mi Luna... —Aina dejo caer su arma y se lanzó a mis brazos llorando desconsoladamente.

 Ambos lobos a nuestras espaldas aullaron y vi cómo me reverenciaron.

—¿Quién eres tú? —mi vista se dirigió hacia la chica que estaba pegada a Derek. Cosa que me hizo tener el mismo sentimiento que cuando lo vi junto a Regina mi primer día aquí...que tiempos. 

—Bruja del caos, Christal Kyteler...

—Ella es...—mi mirada chocó con la suya— ella es mía.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora