☽ Capítulo 15 ☾

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No corresponderle era inevitable, en el momento en el que sus labios tocaron los míos sentí un calor en todo el cuerpo, su agarre se aflojó, llevé mis manos a su cuello profundizando el beso.

Su beso era justo como imagine demandante, posesivo y sin dulzura. Lo hace como si quisiera dejar claro quién manda y sinceramente se siente muy bien. Nuestras respiraciones empiezan a acelerarse, me quedo sin aire, pero ninguno de los dos da señales de querer separarse.

Nadie en mis doscientos años me había hecho sentir así de desesperada y ansiosa. Siento como mi sangre corre con velocidad a través de mis venas, Derek me acercó más a su cuerpo si es que eso es posible. Sus labios se movían agresivamente sobre los míos, me levantó y de inmediato enredé mis piernas alrededor de él.

Se separó de mí y fue directamente hacia mi cuello repartiendo besos húmedos y sin parar de besarme un segundo me llevó a la cama.

Me acostó con cuidado y se subió encima de mí, lo vi a los ojos y el deseo que hay en ellos cuando me ve me roba el aliento, pasó sus manos por mis muslos acariciándome lentamente.

Mis manos van a su pantalón y no se quitan de ahí hasta que me desahogo de esa molesta prenda. Escuché una tela rasgarse y mi brallete cae al suelo, cambié de posición quedando yo sentada encima de él, llevó sus manos a mis pechos y no tardó nada en probarlos.

Una vez más se separó de mí y me miró con un brillo en los ojos. Su forma de verme había algo en ella que me hacía sentir...algo.

Se deshizo de mi short, la tela de su ropa interior me parecía molesta por lo que mis manos rápidamente fueron al elástico.

La puerta es abierta —Alfa tiene un mensaje importante de...—volteé la cabeza— ¡Por la Diosa!

Regina e Isaac están en la puerta. La primera me miró con el mayor odio del mundo y yo solo sonreí, no tenía ninguna intención de cubrirme mientras que Isaac se sonrojó y miró al suelo a una velocidad increíble.

Derek no me bajó de encima, solo se incorporó sentándose en la cama, mordí mi labio al sentirlo aún más.

—El Alfa está ocupado ahora Regina —me miró con furia y yo con una sonrisa.

—Derek...—ella lo ve esperando a que diga algo, pero este no dice nada.

Moví mi mano haciendo que la puerta se cierre —Adiós.

Derek rio por mi acto, lo miré con una sonrisa, me parece el sonido más hermoso del mundo, volvió a besarme mientras que yo aparté la tela de su ropa interior.

— ¿Estás segura de querer hacerlo? —Derek me miró esperando mi consentimiento y esa sola pregunta hace que me guste más.

—¿Tú lo estás? Soy una bruja, no hay marcha atrás...— sonrió por mi respuesta.

—Estoy dispuesto a caer ante tu magia, mi Luna.

Me lancé a sus labios mientras que él me embistió de una, de manera ruda y posesiva.

— ¡Diosa! —tapé mi boca con mi mano y me sujeté de los hombros de Derek.

Me sonrió antes de besarme de nuevo, empezó a moverse y la sensación me parecía tan placentera. Besó mi cuello, mientras yo me deshacía en placer. Me tocaba con tanta desesperación y fuerza que fielmente creí que sus manos me dejarían marcas. Moví la cadera en busca de sentirlo aún más.

Me miró, sus ojos eran color carmesí.

— ¿Eres mía Luna? —Su gutural voz me prendía y sus movimientos no me permitían hablar por lo que terminé asintiendo con una expresión en el rostro de puro placer.

— ¿Sí? —replicó en busca de una respuesta, pero lo único que obtiene de mí son gemidos.

Pude vislumbrar mi orgasmo, me palmeó el culo con fuerza, solté un jadeo por la sorpresa. Sus movimientos cesaron sin razón aparente para después salir por completo.

—¿Qué haces? —dije frustrada, la sensación del orgasmo cerca se esfuma de una.

—La diferencia entre tú y yo es que yo no te necesito para satisfacerme —repitió mis palabras y fruncí el ceño— Luna, creo que no me necesitas.

— ¡Maldito lobo! ¡Hijo de...! —golpeé su pecho con mis manos y el rio.

—Ya hasta admitiste que eres mía —sus palabras me molestan y la humedad en mi entrepierna me frustra.

Me puse mis bragas y me acosté en la cama enojada, él desapareció sin decir nada y pocos minutos después escuché la regadera. Estaba en el baño.

Remedé sus palabras con molestia, hubiera sido mejor que se quedara dormido, pero él no sabe con quién se mete. Escuché un ulular que se acercaba poco a poco. Fruncí el ceño y me puse de pie. Es Storm, el guardián de Rubí supongo que ya volvió.

Me recargue en el balcón, hacen falta plantas aquí. Mi mirada va hacia el bosque que tengo en frente, hay un par de ojos dorados y de entre el espesor de los árboles se asoma un lobo. Como si supiera que mis ojos están en él, levantó la mirada y la conectó con la mía. No hice ni el más mínimo intento de cubrir mi desnudes no me causa ni la más mínima vergüenza. Nuestras miradas no se despegan ni un segundo.

—Luna —volteé y me topé con Derek en vuelto en una toalla— cualquiera podría verte ahí, y la única persona que puede verte así soy yo, porque eres mía.

Se acercó y hundió su cara en el hueco de mi cuello, pasó sus manos por mi espalda e intentó ir más abajo.

Negué con la cabeza —No lo creo, no es cuando tú quieras —le acaricié el abdomen con inocencia—. Apuesto a que hay otro lobo por ahí que si querrá tomarme...

Una nalgada me interrumpió —No juegues Luna tu eres mía, solo mía y los lobos somos muy, muy territoriales.

Me alejé de él sonriendo no sin antes voltear al bosque y descubrir que el lobo ya no está donde antes.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora