Capítulo 34

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Sentí una presión en la cintura, con sumo cansancio entre abrí los ojos. Derek me envolvía con sus brazos mientras recargaba su cabeza en mi pecho, mire el reloj y no había transcurrido ni una hora desde que me acosté. Acaricie su cabello y se acomodó más en mi pecho disfrutando de la caricia mientras que yo disfrutaba el calor que me brindaba. Calor que en un poco tiempo dejaría de sentir. De pensar tal cosa mis ojos amenazaron con cristalizarse; no voy a llorar, repetí en mi mente.

Intento contener las lágrimas, la verdad es que la idea de que Derek se vaya me lastima pero la posibilidad de que algo le ocurra me destruye. Se me forma un nudo en la garganta y sin querer un sollozo se me escapa, cubro mi boca con la mano no quiero despertarlo y que pierda tiempo de descanso por mi culpa. Cierro los ojos y una rebelde lágrima resbala por mi mejilla.

—No llores Luna mía —el cálido tacto de Derek en mi mejilla me reconforta, con delicadeza limpia mi lágrima y abro los ojos.

—Deberías descansar —intento que mi voz no salga rota, pésimo intento por cierto.

—Como podría hacerlo —se reincorpora en la cama y pone toda su atención en mí— cuando mi hermosa Luna llora de esta manera.

Muerdo mi labio intentando reprimir las lágrimas —No quiero que nada te ocurra —mi voz temblorosa lo aflige.

Toma mis manos entre las suyas —No puedo prometerte tal cosa —sus palabras terminan de darme para abajo—, pero a pesar de cualquier posibilidad estaría feliz.

¿Feliz? ¿Feliz por qué?

—Porque gracias a la Diosa tuve la dicha de encontrar a mi alma gemela.

Contener mis lágrimas me resulta imposible y terminan cayendo una tras otra acompañadas de bajos sollozos.

—Luna mía, sé que eres fuerte —me estrecha contra el—. Puedes con esto, puedes con todo.

Mi pecho se contrae, y lo abrazo fuerte sin intención de soltarlo. Acaricia mi rostro con delicadeza y se acerca para darme un fugaz beso. Un beso con sabor a sal. Un beso que me negaba a tomar como el último.

—Deberías descansar —menciona cuando se separa de mi—, cuando usas magia terminas agotada.

Su comentario me deja pasmada —¿Qué?

—De alguna manera me siento tranquilo y protegido —explica con el ceño fruncido—, sé que es gracias a ti mi Luna y eso me hace sentir muy seguro.

Los papeles se intercambian y ahora soy yo la que termina recostada en su pecho, los serenos latidos de su corazón me transmiten paz una de sus manos termina en mi espalda baja. Besa mi frente y me acurruco deseando que ojala esto durara para siempre.

(...)

Despierto al dejar de sentir el calor de Derek, capto el sonido de la regadera. Volteo hacia el balcón falta un poco para que amanezca. Es muy temprano. Me pongo de pie y me estiro, estoy segura que tengo unas ojeras de infarto.

Empiezo a tender la cama y antes de que termine con la tarea Derek sale en toalla. Me adentro al baño a cepillar mis dientes y ducharme para al menos despertar un poco. Cuando salgo ya está con la ropa puesta, me acerco a él, me pongo de puntillas y enredo mis brazos alrededor de su cuello.

—Buenos días mi Luna —me saluda antes de pegarme a él y besarme.

Me cambio de manera rápida y cuando estoy cepillando mi pelo alguien toca la puerta. Derek la abre y puedo ver la cabellera de Ty.

—Alfa es hora —anuncia, salgo al balcón y recojo los tres accesorios que deje cargando durante la noche de energía lunar para la protección de los tres.

—Iremos enseguida —responde Derek y antes de que cierre la puerta hablo.

—¿Puedes esperar a fuera? —le pido a Ty y veo como asiente.

Existen momentos en los que la vida se siente diferente, se siente como irreal. Este es uno de esos momentos, no hay aves cantando dando los buenos días y a pesar de la hora el sol no aparece; será un día nublado, creo que de alguna manera nuestro entorno también sabe que el día de hoy es diferente. Tanto Derek como yo vamos de negro, suelto un suspiro y tomo el collar que hay entre mis manos se agacha un poco para que pueda colocárselo.

—No te lo quites en ningún momento —le indico—, está cargado con la Luna para tu protección.

Toma mi mano y nos dirige fuera de la habitación Ty esta recargado en la pared con los brazos cruzados esta vestido con ropa similar a la de Derek supongo que es una clase de uniforme, luce sereno pero en sus ojos puedo ver intranquilidad.

—Es para ti Ty —me acerco a él y le muestro el brazalete me tiende la mano y se lo coloco.

—¿Un regalo? —me pregunta y sonrió por sus palabras.

—Sí, un regalo —me mira— uno especial. Es un amuleto de protección. Promete que no te lo quitaras.

—Se lo prometo Luna —me sonríe y se acerca a abrazarme—, muchas gracias.

A Derek no le toma ni dos segundos llegar a mi lado y pegarme a él.

—A mí me dio un collar, no te emociones pelos de anciano —niego con la cabeza divertida.

Veo a Isaac salir de la habitación de Rubí con algo en las manos, luce cansada le doy el brazalete de Isaac para que se lo coloque. Casualmente vamos todos de negro y eso solo hace que de alguna manera me deprima un poco. Salimos de casa sin decir nada, nos topamos con personas de vez en cuando que miran de manera triste como su Alfa está a punto de marcharse, varios se van uniendo a nosotros y poco a poco nos hacemos una mediana multitud.

Nos detenemos frente a un arco de piedra, ahí ya nos esperaba el Señor Haugen con Regina y Elizabeth a sus costados.

El señor Haugen viste de un pulcro blanco, me mira atentamente y enarca una ceja con superioridad.

—Esta es la entrada principal de la manada —me explica Isaac en un susurro—, está a horas de Novemville.

Asiento, supongo que la cascada es un portal permanente. Algo que sirve como atajo.

El Señor Haugen se acerca hasta estar junto a Derek pone una de sus manos en su hombro —Volveré pronto padre —anuncia Derek, pero sus palabras no me parecieron del todo certeras.

—Te esperaremos con ansias hijo —sonrió el Señor Haugen.

Tome una respiración profunda cuando vi a Alfa, Beta y Delta asentir entre ellos. Tenían que marcharse ya. Con pesar vi como caminaban decididos fuera del arco de piedra y para cuando lo atravesaron ellos desaparecieron de mi vista dejándome perpleja y decaída.

—Es para que los humanos que pasen por aquí no puedan ver la entrada —me explico Rubí cosa que agradecí aunque en estos momentos lo que deseaba era ir y traer a Derek de vuelta.

Rubí y yo dimos la vuelta quedando de frente con el Señor Haugen, ambas con la mirada bien en alto.

—Quedare en el máximo cargo —anuncio el Señor Haugen sin dejar de vernos—, hasta que mi hijo vuelva seré el Alfa —sentencio en voz alta— si es que vuelve —leí sus labios y la sangre me hirvió.

—Lo hará —dije fuerte pero no lo suficiente, solo para que el escuchara.

Se aclara la garganta —Mientras yo lidere esta manada —se paró firme—, mi palabra es ley. —volteo a verme como si quisiera que me grabara esa frase lo mire sin interés y me cruce de brazos. 

Cuando las leyes son injustas lo correcto es quebrantarlas. Lo correcto es ser rebeldes, lo correcto es luchar.  

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora