Capítulo 42

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Derek (Misión III)

No era difícil llegar a la ubicación de la piedra Luna, no era un secreto que algunos ya conocían su ubicación pero su poder es tal que nadie se atreve a venir en su búsqueda y prefieren guardar el secreto porque saber su ubicación es un riesgo uno que no muchos quieren correr.

Está a tres días de la manada del sur tomando en cuenta cualquier contratiempo, el mayor problema es salir de ahí. Esta resguardada en lo profundo del bosque oscuro, cubierta por el tronco de un viejo arce. A simple vista puede lucir como un cuarzo normal pero el poder que esta alberga es grande. En la manada estará más segura no me cabe duda.

Durante al trayecto aquel bosque pasamos por la manada del Este donde según cuentan el agua del rio que por ahí corre tiene propiedades de curación. Ha puesto a que a mi Luna le encantaría visitar esta manada algún día.

Un frenado en seco me saca de mi monologo interno, un ciervo casi se estrella contra nosotros.

—Luce asustado —menciona Tyler—, deberíamos bajar a ver...

Una flecha se estrella en el parabrisas y lo atraviesa.

Niego con la cabeza —Nada de bajarse, hay que irnos.

Otra flecha se estrella en el parabrisas y de la nada una mujer cae de pie sobre el cofre del auto, trae un arco en sus manos.

—¡Solo son cuatro! —grita en dirección al bosque y de su espesura se asoman otras mujeres— Están en el territorio de la tribu Hijas de la Luna ¿A que han venido?

Analizo la situación nos ganan por mucho en número si atacamos sin importar lo que hagamos terminaríamos en desventaja.

—Somos Alfas de unas manadas que están lejos de aquí —habla Enzo—, debemos pasar por aquí para llevar a cabo nuestra misión.

—¿Hombres lobo? —saca una daga y la coloca en el cuello de Enzo— No nos agradan los hombres lobo —lo piensa un poco—, no nos agradan los hombres en general —sus compañeras rodean el auto y nos apuntan con dagas y arcos—. Este es el camino para ir hacia el bosque oscuro ¿Para qué necesitan ingresar?

—Asena, mira lo que este trae en el cuello —habla la que tiene la daga contra mí.

Seguí con la mirada sus pasos alrededor del vehículo hasta que se plantó fuera de mi puerta, de manera brusca acerco su mano al collar que colgaba en mi cuello pero tomé su muñeca impidiéndole su cometido, su compañera clavo más su daga al punto de que pude sentir un hilo de sangre escurrir.

—¿De dónde sacaste esto? —me cuestiono con el ceño fruncido por mi acto, y agito la mano para que la soltara. Veo Tyler por el retrovisor y asiente con la cabeza, sus ojos brillan y se apresura a tomar el brazo de quien lo amenaza provocando que suelte la daga. Abre la puerta del auto y derriba a las que ahí se encontraban.

—Armas abajo —dice cuando tiene a una mujer boca abajo contra el suelo, sometiéndola con su cuerpo impidiéndole que se ponga de pie. Le coloca su propia arma en la garganta. Todas centran su atención en él y bajan la guardia permitiendo que los demás actuemos.

—No necesito darte explicaciones —le digo a la tal Asena cuando tomo con una mano las suyas impidiendo que se mueva.

Forcejea un poco pero mi fuerza es mayor a la de ella, aunque igualmente no la sujeto al punto de lastimarla.

—No la sueltes —me dice Enzo— serás nuestro boleto de entrada —habla para ella y esta le responde con una mirada de desprecio.

Enzo se saca algo de un bolsillo de su uniforme y le ata las manos detrás de la espalda.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora