Capítulo 36

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—Es el —echo un vistazo hacia el lugar donde apunta la fina mano de Zasha, un guardia esta recargado sobre el muro de una vivienda cabeceando por el sueño que se nota que tiene.

Entrelazo mis dedos y los hago sonar. A paso sigiloso avanzo en su dirección.

Tomo una piedra del suelo y se la lanzo asegurándome de atinarle a la pared donde esta recargado. Brinca del susto y se espabila de inmediato.

—Lo lamento mucho —digo de inmediato, se incorpora y toma una postura erguida.

—El toque de queda empezó hace ya un rato —avanza hacia mí—, las mujeres no pueden estar fuera de casa, ordenes de nuestro Alfa.

Lo miro inocente —Por favor no me delate —intento parecer convincente y agradezco la oscuridad que hay porque así no puede reconocerme, aun no.

Se pone airoso —Tengo que cumplir mi deber señorita —se planta a escasos centímetros de la cara y me acorrala en la pared—, pero siempre puedo hacer una excepción.

Sonrió —¿Así como con la niña? —mis palabras son hostiles, se sorprende pero no se aleja.

—No obedeció el toque de queda tenía que castigarla —le busca justificación— así como hare contigo. —toca mi cabello y me lanza una asquerosa sonrisa.

Lo empujo con ambas manos haciendo uso de mi magia para llevarlo al suelo —Te equivocas —mis ojos se ponen felinos—, aquí el castigo se lo llevara otro.

Rubí llega por detrás justo cuando iba ponerse de pie y le coloca un cuchillo en la garganta, se enfurece de inmediato sus ojos brillantes lo delatan. De un chasquido cae inconsciente al suelo.

—Llevémoslo al edificio líder —habla rubí y lo toma de un pie y yo del otro, lo arrastramos procurando pasar por el camino donde haya más piedras.

Cuando llegamos los guardias que custodiaban el edificio líder nos miran horrorizados e intentan acercarse de inmediato.

Lo lanzamos contra una gran piedra, Rubí lo despierta y mantiene solo su cabeza contra la piedra.

—Quieto —le advierte—, y ustedes también —les advierte a los guardias que intentaban acercarse.

—¡Alfa! —llamo la atención de todos los presentes y de los que apenas iban llegando.

De la puerta principal se asoma Regina con unas ojeras tan profundas, Elizabeth la secunda con la mirada gacha. Lo han pasado mal, todos lo hemos pasado mal. Ambas miran al suelo cuando el señor Haugen pasa por su lado.

Me lanza la peor de las miradas cuando ve a uno de sus guardias contra una roca.

—Atrapen a las rebeldes —ordena y varios titubean al verme porque me reconocen. Reconocen a su Luna. —¡Háganlo ya!

Cuando Derek se fue poco después se corrió la voz y se habló de que una de las brujas que llegaron a la manada era el alma gemela del alfa.

Algunos agachan la cabeza y obedecen, de la espalda del sujeto que esta contra la roca tomo el arma que les dan a los guardias como él.

—Le traje a su escoria —paso el objeto por la nuca ocasionándole una cortada profunda, sus gritos no me da ni la más mínima lastima—, le dije que no permitiría que tocara a nadie —hablo fuerte para que me escuchen todos—. Lo peor que pudo hacer fue lastimar a una de las mías.

Avanza confiado y se planta a unos cinco metros de nosotras.

—No tienes pruebas...—levante el arma y el clave más profundo en su nuca.

—¡Habla! —le exijo— o acaso ya se te acabo la valentía.

Miro varias lagrimas rodar por sus mejillas —Luna-a —su tono de súplica me irrita.

—Yo no soy Luna de un abusador —lo miro con desprecio—, ¡Habla con un demonio! —me exaspero y entre medio de sollozos horribles dice:

—¡Lo hice, lo hice! —chilla— enciérrenme pero por favor no me...

—¿Favor? —recargo el arma en mi hombro— No mereces nada, mucho menos piedad.

El Alfa intenta acercarse pero reacciono de inmediato.

—No lo creo —lo apunto con el arma—, él no se ira de aquí a menos de que se lo lleven en dos partes.

Me mira serio —No hizo nada malo —mira al sujeto— ¿La chica rompió el toque de queda? —le pregunta y el asiente rápidamente— El castigo es para ella no para él, deje a mi guardia o...

—¿O qué? Confesó lo que hizo y aun así dice que el castigo es para ella —negué con la cabeza—, eso no va a ocurrir

—No está a discusión. Mi palabra es ley. —avanza en mi dirección— Mi palabra se obedece.

Hago uso de toda la fuerza que me es posible para desprender la cabeza del sujeto de su cuerpo con un corte limpio. El silencio que se hace me eriza la piel.

La sangre me salpica el rostro y la ropa —No para mí —paso el dorso de mi mano por mi rostro quitando la sangre que salpico en mis labios—, no cuando yo soy revolución.

Lo señale con el arma Eres el siguiente.

—¿¡Cómo te atreves!? —me grita con los ojos bien abiertos, la sangre le había salpicado y manchado su pulcra ropa. Destilaba furia y eso...eso me deleitó.

—Como te atreves TÚ —grite—, nos quitaste lo que pudiste —reí amargamente—. Atrévete a quitarme a una de mis hermanas —lo desafié con la mirada— ¡Atrévete hijo de puta!

—Que les quede claro a todos esos que se sienten con poder gracias al nuevo intento de Alfa —lo mire—, conmigo aquí eso no va ocurrir —tenía la atención de todos en mi—. No en esta manada, no en la manada de Derek.

El Señor Haugen me miro con furia —¡Maldita bruja! —sus ojos se encendieron de un rojo característico y avanzo en mi dirección.

De manera involuntaria moví el arma blanca con la que anteriormente decapite al asqueroso guardia ocasionándole una cortada en el rostro. Cosa que solo lo enfureció más.

Una roca impacto en el rostro del Señor Haugen deteniéndolo por la sorpresa que le causo tal acto —Aléjese de nuestra Luna —escuche decir a alguien a mis espaldas.

Voltee hacia atrás y la imagen que me ofrecieron mis ojos me hizo soltar un jadeo. Todas las mujeres de la manada estaban reunidas con palos, piedras, palas, incluso vi a Aina con unas tijeras de jardinería y a Sarah con un gran cuchillo de cocina. Sonreí orgullosa, esas son mis niñas.

—Estamos cansadas de usted —grito alguien, la mirada del Señor Haugen corría de mí a mis espaldas y así por varios segundos hasta que se detuvo por fin y me fulmino con sus rojos orbes mientras que por mi parte levante el mentón y le ofrecí la mejor de mis sonrisas.

—No comience una batalla que no puede ganar —haciendo uso de sus palabras lo deje estático ardiendo en cólera, tenía la sospecha de que por la furia le pegaría un infarto en cualquier momento y juro por la Diosa que deseaba que mis sospechas fueran reales.  

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora