☽ Capítulo 22 ☾

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 El frío hace que mi piel se erice, sin abrir los ojos moví mi brazo intentando alcanzar la manta para taparme. Estaba tan cansada que solo pensar en abrir mis ojos me daba pereza. Manoteé varias veces, pero no palpé nada, maldije mentalmente y a regañadientes abrí los ojos.

Las puertas del balcón estaban abiertas, la manta estaba en el suelo y Derek tenía medio cuerpo salido de la cama.

—Maldición Derek —susurré y me puse de pie. Cerré las puertas del balcón y le eché una mirada al cielo; es de madrugada.

Levanté la manta y volví a recostarme envolviéndome en la manta. Intenté dormir, pero antes de los cinco minutos escuché un golpe, volteé y Derek estaba en el suelo.

Mordí mi labio para no reír, pero él ni se inmutó y siguió durmiendo. Solté un suspiro y volví a ponerme de pie. Me puse de cuclillas a su lado.

Tenía el cabello revuelto, lucía tan relajado y atractivo. Una sonrisa escapó de mis labios, la idea de despertarlo de manera brusca se me cruzó por la cabeza, pero la descarté de inmediato, no le hare eso.

Acaricié su cara con mi mano y se acurrucó en ella.

—Derek —susurré cerca de su oído—. Despierta. No quiero que duermas ahí.

Frunció el ceño y abrió los ojos.

—Christal... —habló con voz ronca y un sentimiento de decepción me llegó. Soy una egoísta al desear que me llame por un título que no deseo, pero es que cuando él lo hace el peso de este se siente como algo de lo que estar orgullosa.

Asentí y le sonreí —Anda vamos a la cama —le ofrecí mi mano y cuando la tomó un escalofrío me recorrió entera.

Se acostó dándome la espalda, recogí la manta que tiré cuando lo desperté y nos cubrí a ambos con ella antes de acostarme. Se volteó y me envolvió entre sus brazos recostando su cabeza en mi pecho, intenté relajarme, pero mi desquiciado corazón latía desenfrenado. Me reprendí a mí misma mentalmente por parecer una adolescente.

Escuché una risita —Tranquila, Luna, el mío esta igual o peor —me habló medio adormilado y el que por fin me llamé así me dibujó una sonrisa en el rostro—. Ahora descansa, buenas noches.

En un rato habrá amanecido.

Lo separé de mi pecho, tomé su rostro entre mis manos y le besé la frente —Buenas noches...

—Te quiero, Luna —susurró antes de dormir.

Acaricié su cabello y se acurrucó más en mi pecho como si de alguna manera buscara más contacto entre nosotros. Un calor me llenó y sonreí de manera involuntaria, ¿Como puede decir que me quiere si apenas me conoce? Negué con la cabeza que locuras dice este lobo, me pregunto si algún día yo me atrevería a querer a alguien sin conocerlo; no creo.

«No mientas»

Mi subconsciente no concordaba conmigo ¿A caso empezaba a quererlo? O simplemente me sentía atraída hacia él, de cualquier forma, no debía cuestionarme esta clase de cosas tan banales pues había algo más importante.

Alarik.

Miedo y coraje eso sentía cuando pensaba en aquel individuo tan desalmado, aquel que me arrebato a mi aquelarre y a mi madre. Una parte de mi está tranquila pues las visiones no son tan certeras y pueden ser interpretadas de muchas maneras además de que para el día de hoy Alarik debería ser mayor que yo y los cazadores al fin y al cabo son humanos, pero por otra parte me temo que si esta con vida sea más fuerte y si antes acababa con aquelarres ahora tal vez pueda con mucho más. Temo que estar rodeada de lobos no sea suficiente o más bien temo que los dañe a ellos. Y el saber que si mis sospechas eran ciertas él ya había estado aquí y desafortunadamente con aliados inesperados. Lobos.

Ella es mía (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora