Echamos a suertes qué mito es el real

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POV Annabeth

-No tienes por qué pasar aquí tus descansos - murmuré apartando la vista de mi libro y centrándola en Charles que con un cuchillo tallaba un trozo de madera sobre el escritorio - Sé que no es especialmente divertido.

-¿Disfrutar del silencio? ¿Tu leyendo y yo haciendo... un dragón? - me enseñó poco a poco la forma que le daba a la madera - Créeme que lo estoy disfrutando mucho, Annabeth.

-Eres demasiado bueno Beckendorf - acusé dejando mi libro y centrando mi atención en él.

-Lo dices como si fuese un problema. Yo lo considero un punto fuerte de mí - respondió con falsa supremacía.

-Estás en contra de todo esto - señalé el camarote del quinto barco que robamos - De la misión también, y aún así estás aquí. ¿Por qué?

-Por ti - respondió sin dudarlo ni un segundo - No tengo ninguna deuda contigo, yo me uní a tu tripulación porque quise y no me arrepiento. Pero estoy aquí porque somos amigos, sabes que te respeto y quiero más que al resto, voy a apoyarte aunque todo... me parezca una locura. Si todo esto es bueno para ti, lo haré sin dudarlo.

Desde que le comenté mi plan estuvo en contra, jamás me ocultó su opinión, pero tanto él como yo sabíamos que igualmente iba a seguirme, que Charles jamás me dejaría embarcarme en alguna loca misión sin él. Tenía una amistad tan cercana con él que lo consideraba una de mis mayores suertes.

Aquí trabajábamos mucho más que en el Perla, éramos menos y había que triplicar turnos. Aún así él venía en algunos de sus descansos a hablar conmigo o simplemente acompañarme alegando que cuando estaba sola, tendía a comerme la cabeza en exceso. No se equivocaba, ahora pensaba cada vez menos con claridad.

-¿Cómo crees que serán las sirenas? - preguntó Charles de repente - Si nos basamos en todo lo que nos ha sucedido, unos cuervos con cabeza de mujer que esperan para matarnos - dijo con falsa voz asustada rememorando uno de los mitos más famosos de mitología. Nuestro día a día básicamente, ya teníamos más que aprendido que todo es real - ¿O unas preciosas chicas con cola de pez que cantarán tan dulcemente que nos hechizarán para ahogarnos?

-Por mi bien, las chicas pez ¿no? Creo que en las historias solo atacaban a piratas varones - le señalé con burla.

-Eso es porque antes eran tan anticuados que no había mujeres en los barcos - Le restó importancia - En tal caso, habría que vigilar a Thalia. Si Di Angelo es inmune, tu hermana ocupa su lugar - bromeó.

-Thalia no creo que corra mucho - continué su broma.

-¿Cómo sigue?

-Atada en la cama. - vi su mirada de sorpresa, casi sin creérselo pero al ver que no bromeaba, se lo creyó por fin - En mi defensa, no se estaba quieta.

-No dudo de tus métodos.

Este barco nos costó horrores conseguirlo, uno de los mejores de aquella isla, además de que estaba repleto de comida. Una de nuestras más alocadas huidas, no pide planear mucho, todo eran problemas a cada paso que dábamos. Thalia fue quien terminó peor parada con una pierna rota y aún así, vendada, se atrevía a escaparse de su litera y dar vueltas por el barco. Agradecí la fuerza bruta de Clarisse y la habilidad con los nudos de Travis Stoll para poner fin a sus escapes de una vez por todas. Por mi salud mental sobretodo.

Días después de la visita al Oráculo de Delfos todo se me juntó, tenía problemas por todas partes: el barco se caía a trozos, poca comida, la profecía, etc. Tanto que el estrés por tener que cambiar de rumbo para adquirir otro barco y atrasar aún más la visita a las Keres y por consiguiente, nuestro regreso, hizo que desvelase uno de los versos de la profecía. Veía que cuanto más agobiada estaba y apunto de morir, mi instinto de supervivencia reactivaba mi cerebro.

Lost at sea: CollapseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora