Me hago la idea de que tendré una casa rosa

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POV Charles

No me gustaba para nada estar aquí, el Inframundo viene siendo todo lo que no me gusta soportar. Demasiado silencio, tanto que hasta contrastaba las conversaciones y discusiones del barco, como si una niebla espesa filtrase todos los sonidos. Lo único bueno o positivo que había sacado de aquí era que Leo y yo éramos más productivos trabajando, sabía que a ambos pasaba exactamente lo mismo, habíamos aprendido a comunicarnos con pocas miradas para saber lo que pensaba el otro.

Cuando él descansaba, yo seguía, lo que sea para que el martilleo fuese constante y no sumirnos en el silencio cuando se nos acababa la conversación. En el momento en que cedes a la ausencia de ruido, comienzas a angustiarte. Era difícil de explicar, como si cayeses al agua y por unos segundos no escuchases nada, tus oídos abarrotados de agua e inutilizados, pero se acostumbran y empiezas a escuchar el eco de voces o algún minúsculo sonido. Aquí es exactamente igual, unos largos segundos en este silencio sepulcral y empezabas a escucharlo.

Angustia, desesperación. Llanto y tragedia, todo junto como una auténtica pesadilla. Gritos y gritos ineludibles de almas rodeándonos y pidiendo un auxilio que no podíamos ofrecerles, de aquellos que aún no han aceptado la muerte. O lo aterradas al saber que realmente iban a pasar por un juicio donde demostrarían que su vida si fue una prueba solamente.

Estar literalmente en el "más allá" te hace replantearte muchísimas cosas, sobretodo que sea como sea, vamos a acabar en el mismo sitio y que nuestra etapa viva depende únicamente de nosotros. Aquí de nada valían los lloros y lamentos, las quejas por las injusticias de la vida, tú mismo habías decidido tu destino momento en que respirando elegías si continuar, rendirte o elegir el mal camino.

-Cuando te quedas mirando el horizonte, malo - dijo Chris Rodríguez colocándose a mi lado - ¿Qué pasa por esa cabeza aburrida? Quiero que hagas que me replantee mi existencia.

-Eres un imbécil - insulté consiguiendo una carcajada seca de su parte.

-Venga quiero escucharte, necesito ver por qué ahora soy una mala persona o nada de lo que hago tiene sentido - volvió a burlarse.

-De los que estamos aquí, eres el peor. Te lo digo con mi infinita sabiduría - me burlé y fingió una cara de susto - Estaba imaginándome cuál sería tu castigo en el Tártaro.

-Yo tengo una idea - murmuró - Estar atado a Jackson toda la eternidad.

-Para ti sería un tremendo sufrimiento.

-Ni lo dudes, prefiero que águilas me devoren el hígado o cargar una roca - prometió con gracia.

Siempre había pensado que la vida es un regalo y la muerte pues una realidad intragable de la que tenías que concienciarte, pero ahora mi pensamiento cambiaba parcialmente al estar aquí. Ciertamente las orillas fangosas y cubiertas de cañaverales del Aqueronte daban mucho para pensar, demasiado en tan poco tiempo libre.

La muerte era el regalo, ese premio ansiado luego de una competición. La vida... no, el estar respirando, es únicamente una prueba, como un examen para evaluar tus actitudes frente a la existencia. Y una vez en que la respiración se corta, tus órganos dejan de funcionar y el alma abandona tu cuerpo mortal... ahí, ahí es cuando empiezas a vivir. La vida comenzaba en la muerte y tú ya habías elegido cómo querías vivir.

-Creo que estamos por ahora suspensos, depende de cómo sean los jueces - murmuré - Y no creo que agradables, no hemos sido extraordinarios.

-¿Ves? Ya estabas tardando en querer volarme la cabeza - rio con hastío - Solo tú amigo, consigues amargarme hasta en el Inframundo.

-Eso no tiene sentido, ciertamente aquí te amargas más - rebatí viendo cómo entrecerraba los ojos.

-Eres un coñazo, tienes que recordarme por qué hablo contigo.

Lost at sea: CollapseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora