Percy descarga su torpeza con unas macetas

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POV Reyna

Las palabras se me agolpaban, arrastraba mis ojos por las páginas de cada libro una y otra vez comenzando a adoptar el latín como la única lengua que hablaría esta noche ante la cantidad de información seguida. Lo peor, no había descubierto nada nuevo; para mi desgracia y satisfacción del orgullo personal. Tenía que haber algo, algo que podría usar contra Octavian.

Las pequeñas velas en la gran sala del Senado era lo único que me iluminaba, un aspecto fúnebre y desolado, totalmente inmersa en los libros, totalmente alejado de cómo pensaba pasar la noche. Siempre todo es su culpa.

Cerré con excesiva fuerza el cuarto libro, debía borrar las imágenes de mi mente, solo me desconcertarían aún más y junto al cansancio no podría usar bien la cabeza, lo único que parecía poder librarlas de la horca.

Un sentimiento de ira me inundó al ver desde mi posición la habitación de Octavian en la lejanía totalmente iluminada y algunas sombras casuales, no era la única que iba a pelear en ese juicio. Iba a estar desvelada toda la noche al igual que ese idiota ambicioso y egoísta que se hace llamar cónsul.

El cargo le quedaba tan grande que lo estaba explotando como mejor podía, creando su propia dictadura y tratando de rebajarnos al límite los poderes de nuestro cargo. Sospechaba su movimiento, trataría de quitarnos del medio en el juicio, no le interesaba que estuviese ahí. A pesar de su enfado y corazón roto, sabía que podía contar con la ayuda de Percy, demasiado leal para dejarse llevar por el rencor, al menos era consciente de que apoyaría mi decisión de liberarlas como sea; aún sabiendo que nuestro puesto y vida aquí estará en juego.


Es increíblemente fácil para mi saber cuándo Thalia está nerviosa, como ahora, su mirada estaba baja sin reparar en mi centrándola en el suelo, pero eso no era lo destacable, había tantas piedras a su alrededor y no estaba dándole una patada a ninguna. Sencillo, la conocía demasiado.

Esta vez fui yo, dando una patada a una pequeña piedra que acabó cerca de su zapato haciendo que levantase la vista por unos instantes queriendo saber quién molestaba sus desvaríos mentales. La sonrisa triste que adornaba su cara no me gustaba, prefería la burlona suya de siempre, pero ninguno aquí estábamos en condiciones.

-Siempre eres puntual - sonrió a medias.

No me sorprendió su repentino abrazo dadas las circunstancias, Thalia no era cariñosa, al menos no en exceso, pero sabía tener esos momentos donde cambiaba totalmente a lo que deja ver al resto del mundo. Aunque no me gustasen las muestras de afecto en mayor cantidad, Thalia sabía cómo sobrellevarme y estos momentos sí lo necesitaba tanto como ella.

-¿Cuándo? - murmuré sin separarme.

-¿Lo sabes? - preguntó y asentí - Ahora - agachó la cabeza quedándose a pocos centímetros de mi - Annabeth tiene un plan...

-Lo sé, no es la única que usa la cabeza y lee aquí -traté de bromear pero ni siquiera conseguí disminuir el mal momento, no era mi fuerte - ¿Luke verdad? - asintió sin mirarme - ¿Tu quieres esto? - pregunté levantando un poco su cabeza. No me gustaba que no me mirase a los ojos al hablar, quería ver cada expresión suya.

Annabeth se había vuelto más despistada y desordenada, dejando a bordo del Perla en el camarote donde nos reuníamos papeles tirados, todos con tachones y apuntes con diferentes rutas y datos al azar. Me costó desarmar su rompecabezas antes de que llegasen todos, beneficios de ser puntual, pero conseguí ver los pocos datos que Thalia hace tiempo me contó cuando visitaron a Octavian. Estaba buscando la misma alternativa de Octavian para jugar con la muerte, aquello que el gobernador perseguía con tanto anhelo para salvar su alma si era asesinado. Ahora, Luke ocuparía su puesto.

Lost at sea: CollapseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora