Unos perros con buen olfato y también muy listos

414 38 124
                                    

POV Percy

Chase.

No Annabeth, Chase.

Sabía que iba a ser incómodo, pero una cosa es esperárselo y otra es vivirlo. Las dos únicas personas que le dirigían la palabra totalmente ajenos e ignorando que les mirasen mal o comentasen sobre ellos eran Nico y Charles, el resto solo hacía como que no estaba. Me sentía mal por ella, pero tampoco podía obligarles a hablarle.

Se había incorporado rápidamente a las tareas del barco, siendo Charles su compañero permanente aunque el moreno tenga el doble de trabajo, pero así lo quiso para no dejarla sola ni que Annabeth viese algún rostro fastidiado porque le tocase a su lado.
Para nuestra sorpresa no tardamos en salir del Inframundo, en menos de tres días las aguas turbulentas y grasientas del Aqueronte comenzaron a mezclarse con el brillante azul, del mismo modo en que se separan el aceite y el agua en un vaso. Fue similar a salir del cráter de un volcán, la extensión del Inframundo se convirtió en una apretada cueva río arriba desafiando la física hasta que emergimos y el sol nos dio directamente en la cara como hace tiempo no lo sentíamos.

Mentiría si los dos días que llevábamos en alta mar no me he pegado varias horas seguidas observando el océano totalmente embelesado, no pensé que lo había estado echando tanto de menos hasta que el agua salada no comenzó a salpicarme en la barandilla por la gran velocidad que cogía el Argo y el brillo del sol que Will Solace había añorado tanto.

-Puedes seguir - dije mirando a Annabeth cuando levantó la vista del libro al sentirme llegar.

Poco le faltaba para echar raíces tras el palo de Mesana, situado en la popa del barco, se había convertido en el santuario de lectura de Annabeth en sus descansos. Mientras todos cumplían con sus tareas, ella al más estilo de Reyna, las terminaba antes que nadie viniendo aquí a leer fuera del campo de visión del resto, aprovechando la sombra del palo para tirarse el mayor tiempo que pudiese ahí.

-Esta es la segunda vez que me lo leo hoy - respondió cerrando el libro mientras me miraba. - Cada vez que teníamos una reunión siempre te quedabas en ti habitación para relajarte. Ahora no haces nada más que dar vueltas - puntualizó. Muy atenta ni parecía estar a su libro si controlaba mis pasos.

-Me siento encerrado ahí dentro, me agobio - respondí cortamente.

Las verdad es que cada vez que estaba solo de alguna manera las imágenes del laberinto volvían a mí, o más bien mis recuerdos, no eran agradables. Aquí sin embargo al estar rodeado de mis amigos, aunque no me hablasen por su concentración en las tareas, mi mente no volaba a las pesadillas.

-Tú jamás leías fuera - observé yo esta vez. - Te tirabas horas ahí dentro, escatimabas los últimos minutos para leer lo máximo posible.

-Lo que más recuerdo irónicamente es todo el tiempo que pasaba ahí dentro, esperando los viajes sombras de Nico o simplemente recibiendo órdenes de Némesis - habló sin ocultar su desagrado. - Si paso mucho tiempo ahí dentro no solo ellos pensarán que estoy volviendo a oculta algo.

-No tienes la marca.

-Eso no hace la diferencia para que dejen de odiarme - elevó la muñeca mirando la cicatriz negra de la quemada de Thalia, - es el recuerdo, Percy. Y yo también trato de comportarme diferente a como lo era antes, eso incluye leer fuera.

Cierto era que en su época con Némesis estaba más dentro del camarote que fuera, ahora sé que era porque hablaba con la diosa a escondidas o con Di Angelo. De cualquier manera el que estuviese dentro al menos a mí no me haría pensar nada malo, pero no podía hablar con los demás. También comprendía que sería un agobio repetir su misma rutina de antes cuando ya había quedado totalmente manchada.

Lost at sea: CollapseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora