Los rumores dicen que una patada del capitán Levi es igual a 10 años de buena suerte, creo que soy la persona más afortunada del mundo, ya que desde que llegué a su vida no ha dejado de patearme.
Los ojos de Eren se ampliaron al ver al enano, pero también frunció el ceño al verlo patearme.
-Me tengo que ir-le dije intentando soltarlo de mi pierna.
-¿Vendrás a verme? Si no, no te dejaré ir-amenazo.
¿Por qué un niño cree que puede amenazarme?
Pero...esos ojitos brillosos y ese puchero...
No, no es no.
-Vendré y te contaré todo lo que quieras, pero me debo ir...Tal vez.
-¡Es una promesa!-grito feliz alejándose y sacudiendo su mano.
-Maldita escoria, sal del camino-insistió con sus patadas.
-¡Ya voy! Ni herida me tienes más consideración-bufe.
Sentí el tirón en el cuello de mi chaqueta y pronto tuve la cara del enano cerca, tan cerca como para sentir el roce de su nariz y apreciar el color gris de sus ojos.
Maldito sea, ¿no podía tener ojos de un color común? ¿Por qué todo en él tiene que ser especial o único?
Porque él no es un chico normal, pensé.
-¿Acaso debía tener consideración con la presa?-murmuro sin soltarme, veía a nuestros compañeros pasar y observar la escena, pero nadie intervenía o decía algo, ¡sean chismosos por favor! Así tal vez noté que no debe acercarse así a una chica.
