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Cuando llego a casa de Grisha, el sol ha empezado a caer.
Los civiles siguen en las calles disfrutando de lo que queda del día, y los niños corren de un lado a otro, entre ellos veo a Eren junto a una niña rubia y otros mocosos que parecen más grandes que ellos. Aun subida a mi caballo me acerco pero ninguno se percata de mi presencia.
-¡Largo!-grita Eren, está delante de la niña rubia y ambos me dan la espalda.
-¿Quieres llorar, Eren?-se burla uno-Te haces el valiente pero solo eres un bastardo llorón.
Me bajo del caballo y pongo mi mejor cara de molestia aprendida por el capitán Levi y Auruo. Pongo una mano en el hombro de la niña rubia mientras me paro detrás de mi hermano. Los chicos delante de mí parecen percatarse que están en problemas cuando reconocen la chaqueta de la Legión, sin decir nada se van corriendo.
-¡Ja! ¡Cobardes! ¡Ves Armin, yo te puedo defender!-grita Eren satisfecho.
-¿Ah?-digo soltando a la niña e inclinandome a la altura de Eren, cuando el bastardo voltea me mira atónito-Disculpa, no te oí, ¿que tú hiciste qué? Bastardo, nunca llames cobarde a quien huye. Huir no es la forma fácil de escapar de tus problemas, lleva una dificultad aceptar que no puedes enfrentarte a eso y no tiene sentido pelear, te sientes impotente y avergonzado, pero sabes qué es lo correcto. Eren, nadie pelea sabiendo que no puede ganar, aprende eso.
-Está bien-dice regañado, pronto parece caer en la realidad-¡Viniste!
-Mhm-asiento, miró a la niña-¿Quién es tu amiga?
-¿Uh? ¡Es un chico!-dice obvio, abro la boca impresionada y veo el sonrojo que cubre al rubio.
-¡Lo siento!
-Ella es mi hermana, está en la Legión de Reconocimiento-señala Eren con orgullo-. Astrid, él es Armin Arlert.
-U-Un gusto-dice apenado.
-Oh, tienes un moretón-digo al ver la marca morada cerca de su ojo.
-Esos niños siempre lo molestan por querer conocer el exterior-comenta Eren.
-Ya veo, las personas siempre temen a lo desconocido y no soportan que alguien piense lo contrario. Estas murallas representan seguridad para todos ellos, y creen que aspirar a ver más de lo que vivimos aquí adentro es ridículo, pero les digo un secreto-ambos se acercan curiosos cuando me inclino hacia ellos-. Afuera es horrible, es caos, es muerte. Pero también es hermoso, es libre y una vez que sales, quieres volver a hacerlo, porque tu curiosidad siempre te pide más, porque temes que un día no puedas ver el exterior, y por eso luchas hasta tu muerte para que las próximas generaciones puedan vivir allí todos los días.
