11 ❙ Colores

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Eres como un relámpago en una botella


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Estoy entrando a la oficina del capitán Levi cuando la lluvia comienza y el sonido de un trueno retumba dentro del cuartel, por el susto dejó caer la bandeja con las tazas, si, las históricas tazas del capitán Levi.

Por suerte no se han roto por completo y creo que con mucha paciencia podré arreglarlas.

La silla del capitán es arrastrada por el suelo, me apresuro a juntar todo antes de que llegue hasta a mí, pero por las prisas al recoger los trozos me corto un poco y me veo obligada a soltarla de lo caliente que está, seguramente por el té humeante que había preparado.

-Déjalo-su mano toma la mía y me obliga a ponerme de pie, hoy no lleva el traje de la legión, trae una camisa gris y un saco negro por sobre sus hombros, al igual que pantalones negros. Mientras yo pienso en agradecerle a quien hizo cada prenda que lleva puesta, él inspecciona mi mano- ¿No te quemaste?

-N-No, pero sus tazas...

-Olvídalo, se pueden reparar o simplemente tirar, pero una quemadura o cicatriz es más complicado de solucionar-dice, comienza a caminar hacia el sofá y me hace sentarme, toma el botiquín guardado en un mueble y rebusca en él, luego se sienta frente a mí- ¿Te dan miedo las tormentas?

-Un poco-admito-, aunque no lo recuerdo cuando llueve y oigo los truenos...Es como si fueran parte de algo traumático que no recuerdo.

-Ya veo.

En silencio da vueltas a la venda alrededor de mi dedo tras desinfectarlo, yo veo hipnotizada sus manos, son grandes y se notan algunas heridas, seguramente causadas por el uso constante del equipo de maniobras. En sus nudillos también hay algunas marcas, producto de su pesado entrenamiento. Me pregunto si son ásperas, desde que entré en la milicia mis manos nunca se sienten suaves, aunque las hidrate e intente cuidarlas, seguramente son las consecuencias del oficio puesto que Petra y Hange-san también las tienen así, Moblit y Nifa incluso tienen heridas causadas por ayudar a Hange-san a acercarse a los titanes.

Enfoco aún más mi vista, sus manos parecen suaves y delicadas.

-Astrid ¿Qué...?-deja de hablar cuando uno mi mano a la suya, el tamaño es considerablemente diferente, ni teniendo mis uñas largas logró alcanzar el alto de sus dedos. Aunque no estoy tomándola directamente puedo sentir su calidez, mis manos siempre están frías y creí que las del capitán también lo estarían, pero el choque de frío y calor en nuestras palmas me hace sonreír, se siente bien.

Veo la mano del capitán girar levemente y doblar un poco sus dedos, como si quisiera tomar mi mano entre la suya, yo espero ansiosa a que lo haga pero en cuanto conectamos miradas él se aparta y mira hacia otro lado.

Black Tea │Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora