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Decido que mi apodo será cucaracha, si no me mató la transformación del acorazado y el colosal, quiero ver quién o qué será capaz de matarme.
Cuelgo de la muralla mientras veo a Reiner huir con Eren, al mismo tiempo que el colosal se encarga de atacar a todos los que han quedado sobre el muro, eso provoca que todos se vean obligados a imitarme para mantenerse a salvo.
-¡Ymir ha sido atrapada!-grita Christa, o Historia, o como se llame, ya entiendo a Shadis cuando no sabía que apellido usar para dirigirse a mí, aunque esta chica es peor.
-¡Hange-san, atrapo a uno más!-apunto hacia la otra mano del colosal, solo se ven las piernas de la persona, ¿por qué lo atraparía?
Con una lentitud agobiante somos espectadores de cómo el colosal se lleva a sus dos presas a la boca y se las come, pero estoy casi segura que no se las traga. No creo que ese sea su objetivo, sino llevarlos con vida.
-¡Prepárense para la batalla!-grita Hange-san-¡Derribemos al colosal!
Usando el impulso del equipo de maniobras, que aún se encuentra enganchado en la superficie de la muralla, nos lanzamos hacia arriba logrando sobrepasar su cabeza. Desde su lugar, los ojos del colosal nos siguen atentamente, preparándose para defenderse.
-¡Ataquen, todos de una vez!-ordena Hange-san.
Nos dividimos en distintas direcciones rodeando su brazo extendido, no sé de qué tanto serviría intentar cortar sus extremidades ya que en sí, está inmovilizado. Solo ha formado su torso por lo que le sería imposible huir corriendo, e igualmente aunque pudiera es muy lento debido a su tamaño, y esto lo demuestra con sus movimientos de brazos.
El titán colosal solo es su tamaño, no es ágil ni rápido, y en estas condiciones no puede lanzarnos su cuerpo encima, o intentar destrozar algo. Pero, si Annie tenía el grito que atraía titanes, ¿él también posee una capacidad propia?
Me balanceo por el aire y clavo mi equipo de maniobras un poco debajo de su nuca, intentando no colisionar con la de otro soldado, y cuando Hange-san da la orden, nos lanzamos hacia su nuca desprotegida, aunque mueva el brazo ahora no llegará a cubrirla.
Y entonces recuerdo porque odio el verano.
Un calor abrumador sale de su cuerpo que nos imposibilita acercarnos, es como si alguien prendiera una hoguera y desde el principio llegará a su punto máximo de calor. Al menos no es fuego en su estado puro, sino estaríamos todos calcinados, es un vapor que cubre casi todo su cuerpo y nos obliga a mantenernos a una buena distancia.
