No puedo respirar, pero sigo luchando mientras pueda
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Me paro de la cama de Levi y siento mis piernas temblar, desde que llegamos no he salido debido al dolor de mis heridas que apenas me permiten moverme, y ha sido Levi quien me trae lo necesario para sobrevivir cada día. Me siento egoísta por depender tanto de él, cuando sé que también ha estado deprimido por la pérdida de su escuadrón, lo oí llorar la primera noche cuando creyó que me dormí, pero en este estado ni siquiera yo era capaz de brindarle consuelo.
-Lo siento-murmuro al aire-, lo compensare.
Cada maldito día de sufrimiento desde lo sucedido, valdrá la pena.
Me coloco el uniforme lentamente, Hange-san me cubrió mi ojo con un paño y esto ha limitado demasiado mi vista, además del dolor que siento por la infección que me ha generado el no haberlo podido lavar de inmediato.
Me reviso brevemente en el espejo y salgo del cuarto.
Sé que Levi estará en una reunión con Erwin, me lo dijo hoy en la mañana, pero nunca le respondí. No porque no quisiera, pero aunque me hablan, no los escucho, mis oídos son acaparados por un pitido constante y mi voz apenas está regresando.
No los culpo por creer que enloquecí.
Dos días puede ser poco tiempo para llorar a alguien, pero en la Legión consideran que es demasiado, sobre todo ahora que debemos decidir cómo continuar, y considerando que sigo siendo uno de los pocos capitanes que sobrevivió, creen que estoy desatendiendo mis obligaciones. Me gustaría quedarme en cama una semana para reponerme por completo, pero con heridas físicas y emocionales, debo volver a ocupar mi lugar y enfocarme en lo importante.
Encuentro a Mike por el camino, quien me detiene.
-No te preguntaré como estas, lo puedo imaginar-dice.
-Pero la vida sigue, aún sin ellos-murmuro.
Mike suspira antes de abrazarme con fuerza.
-No estarás triste para siempre.
-Pero tampoco feliz, todo se acaba con el tiempo.
-Te quiero, As.
-Y yo a ti, Mike.
Cuando entro solo están Levi y Eren, ambos me miran sorprendidos pero es Levi el primero en acercarse y guiarme a una silla.
-Creí que no vendrías.
-No lo iba a hacer-mi voz suena gruesa y rasposa-, pero ¿de qué servirán sus muertes si me tiro a morir en tu cuarto?
