66 ❙ Levi

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Resiste ya voy

Después de lo vivido, estoy seguro que la vida nunca deja de ponerte retos

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Después de lo vivido, estoy seguro que la vida nunca deja de ponerte retos. Es como si el destino te viera por fin en paz, y dijera, "eso no es para tí", y empiezas en un nuevo bucle que sube y baja y solo quieres volver a aquellos días de tranquilidad.

Eso fue lo que sentí cuando ví a Astrid marcharse con sus cosas en un barco.

Lejos de la isla y lejos de mí.

Sabía que la muerte de Erwin le iba a afectar igual que lo hizo conmigo, pero no fue solo eso, no fue nada comparado a la muerte de mi escuadrón, de sus amigos. Astrid se volvió un recipiente vacío que actuaba según sus instintos, ya nada era porque realmente así lo quería. Sin embargo, yo sabía que dentro de ella no había maldad.

Astrid nunca sería la mala de la historia, sería la que se sacrificaría por todos.

Porque así es ella, y lo detesto.

Quisiera que fuera egoísta y solo pensara en mantenerse con vida a costa de los demás, pero nunca se lo perdonaría y estaríamos viviendo lo mismo, en distinto contexto.

Parecía que el espíritu de Erwin estuviera en ella. Sus miradas, sus maneras de pensar. Ahora eran iguales, iguales de terribles. Astrid acabó convirtiéndose en un demonio como Erwin, y yo no pude evitarlo.

La deje partir, tal vez no en las mejores condiciones, pero no entendía porque confiaba ciegamente en ese bastardo, es decir, estaba haciéndole caso al asesino de Erwin, ¿acaso estábamos todos locos y yo recién lo notaba?

Dos años.

Dos años en los que me convencí en que Astrid estaba viva, de caso contrario ya ese mono de mierda nos habría avisado.

Admito que al principio no pensé mucho en su partida. Que la comandante actual se fuera al carajo solo alteró a todos, la cuatro ojos supo sobrellevarlo pero lamentablemente, no todos querían seguirla a ella. Astrid se había ganado a muchos de los nuevos soldados, y si ella no estaba a ellos no les interesaba participar o colaborar con nosotros. No sabíamos el motivo, se había hecho popular entre ellos siendo ella misma.

Todo era una mierda.

A veces, cuando dormitaba en mi silla, creía oír la puerta abrirse y sus manos guiarme a la cama como siempre, creía oír su voz regañándome y su respiración a mi lado. Pero no, era todo imaginación mía porque al despertar, seguía estando en la silla solo.

Inconscientemente cuando salía de un entrenamiento iba a la oficina que alguna vez fue de Erwin, esperando verla allí con su cabello despeinado y sus ojos lagrimosos por el estrés y la falta de sueño. Pero solo me recibía una oficina casi desierta, ya que no permití que la cuatro ojos la usará, quería conservar su esencia allí. Me quedaba horas sentado en su silla mirando por la ventana, e ignorando lo escalofriante que era ese pequeño cuadro de Erwin que había en una de las paredes, estaba tan bien hecho que era como tenerlo mirándome acusadoramente.

Black Tea │Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora