Oden

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Gato callejero.

Oden x OC.

AU contemporáneo circense.

—¿Es que te parece normal que se vistan así? —gritó por enésima vez Kin'nemon. Por su parte, Oden rodaba los ojos y le daba palmadas en la espalda, a la espera de que se calmase de una vez.

—Las demás mujeres no tienen la culpa de que seas incapaz de verlas como personas, idiota. ¿Quieres que le cuente a Tsuru todo lo que te dedicas a silbar en cuanto tomas dos cervezas?

Los gruñidos bajaron de intensidad y Oden, siempre optimista, dio por hecho que ya no necesitaba preocuparse más de un hombre borracho y tambaleante. O por lo menos así fue hasta que, observando el resto del pub en el que se encontraban, la figura de Izou se había diluido entre la corriente y se encontraba besándose con alguien en aquel instante. Asqueroso. Oden no comprendía por qué no trabajaba como payaso en el circo si siempre tenía pintalabios por las mejillas.

—Supongo que tendremos que marcharnos por nuestra cuenta hoy, Kin'nemon... Izou tiene la lengua ocupada.

—¡Oh, ese desvergonzado...!

—Deja lo de escupir fuego para el espectáculo de mañana —le ordenó, tirando de su brazo para salir del local y volver a tomar algo de aire fresco. El contraste del frío exterior fue reconfortante en comparación con el olor rancio del sudor y el humo y el alcohol, y la pesadez del calor humano contra su piel. Se permitió sonreír, renovado, y se despidió del portero con alegría, aunque ni siquiera conocía quién lo había dejado entrar con semejante vestimenta estrafalaria y colorida.

La ciudad se presentaba ante ellos tan oscura como la boca del lobo, con algunas farolas ocasionales guiando el camino hasta la zona apartada en la que situaron el circo y las caravanas, y con el silencio en los talones.

Kin'nemon se tambaleaba cada pocos segundos y había bastantes probabilidades de que acabase con la cara en el suelo, pero Oden se mantuvo ajeno a ello. Aquel barrio, más periférico y sin la luz del ocio nocturno distorsionando el espacio, le resultaba encantador, con casas de una planta y quizá una buhardilla. Había árboles plantados alrededor de cada portal y los gatos danzaban por las vallas y los muros en busca de algún ratón escurridizo.

Y entonces la vio. Colgando sobre él, atada a una farola y con sus manos aferradas a su cartera, había una mujer rubia vestida de negro de pies a cabeza, con solamente aquel flequillo y sus ojos rojizos y sorprendidos como indicación de quién era. Oden se limitó a observarla con una sonrisa y, como si fuese a desaparecer si no se movía, ella se mantuvo quieta y silenciosa a pesar del leve balanceo de la cuerda.

—¿Qué haces? —La pregunta la hacía más por intriga que por molestia.

—Un número acrobático.

—Oh, pues fue magnífico.

Hubo un instante de silencio entre ambos antes de que la mujer reaccionase por fin, diese una patada en el aire para girar y agarrarse a la farola. En cuanto liberó el nudo de la cuerda, comenzó a saltar por los tejados. Oden observó a Kin'nemon: estaba vomitando en una esquina de la calle. Solo le quedó hacer lo correcto.

—¡Eh, vuelve aquí, quiero hacerte una propuesta! —Aunque no era igual de ágil, su tamaño y fuerza le permitían a Oden dar largos saltos y trepar por los tejados, aunque ello no evitaba los resbalones cuando se desprendían las tejas o la piedra ante el peso de los impactos.

Aquella mujer era diminuta en comparación con él. Conseguía deslizarse entre los edificios y los recovecos más estrechos como si se fusionase con la materia. A Oden le incordiaba perderla de vista o que no respondiese a sus mandados, pero aquel no dejaba de ser un buen deporte para librarse del peso extra de su cena en la ciudad.

Quizá no conocía precisamente aquel lugar. El circo había llegado ese mismo día y aún no habían tenido tiempo para explorar y conocer la zona antes de tener que emprender de nuevo el camino a lo largo del país. Con todo, había crecido y experimentado ser un artista de circo desde hacía años, por lo que, en el fondo, comprendía que todas las ciudades eran iguales dentro de su propio clima y cultura y que no se necesitaba seguir a alguien para conocer su destino.

—¡¿Qué?! ¿Cómo...?

Aquella mujer que durante el recorrido había parecido ligera y juvenil, en cuanto se detuvieron resultó ser alguien en su treintena. Una vez se había bajado la capucha y apartado el cubrebocas, resultó ser alguien más próximo en el tiempo a él, con el ceño fruncido como el inicio de una amenaza y los puños siempre apretados. Oden había conseguido adelantarla a base de regresar a las calles y recorrer la ruta más directa hacia el único destino posible en aquella zona periférica de alguien que huía: un apartamiento o alguna clase de estación. A aquellas horas, muchas opciones no tenía. Si se hubiese refugiado en alguna casa de un aliado, jamás habría podido encontrarla en aquel barrio residencial.

—Deja de escapar, anda. Tengo una propuesta para ti.

—No pienso devolver las carteras. —Dicho esto, trató de escapar de nuevo, pero Oden se puso en medio. Con lo grande que era, de una zancada era capaz de cortarle el paso. Sintió el rencor de la rubia contra sus ojos negros.

—Francamente, a mí me da igual. Tampoco es que vayas a ganar mucho de unos donnadies como nosotros... En cambio, yo sí puedo hacer que ganes dinero. Por lo menos durante el verano. Eres muy ágil, ¿eh? ¿Qué te parecería ser trapecista en nuestro circo? ¡Has nacido para ello!

—¿Te robo y me sueltas eso?

—Bueno, los marginados nos comprendemos.

El silencio tenso y desconcertante regresó entre ellos o, por lo menos, del lado contrario. Oden seguía expectante y decidido.

—¿Quieres o no?

—Ni siquiera me fío de ti.

—Eso no influye en lo que digo. No te estoy pidiendo que seamos amigos, que a mí me da igual, sino que deberías aprovechar esas piernas, mujer. Esa confianza en el aire la tiene poca gente.

—No me llames así. Soy Noise.

—Curioso nombre para una ladrona silenciosa. Soy Oden.

—Curioso nombre para un ser humano.

El hombre se echó a reír, curioso con todas sus réplicas, y le ofreció una mano—. ¿Prometes por lo menos echarnos un ojo mañana? Como malabarista que soy, siempre ando cerca de la pista.

En el fondo, Noise no dejaba de ser otro gato desnutrido que se alimentaba de cualquier presa que se acercaba a su terreno. No tenía nada ni nadie a lo que aferrarse. Y Oden lo supo en cuanto la vio por primera vez colgando de una farola sin inmutarse.

—Será un buen lugar para ganar algo de dinero...

Oden simplemente le sonrió—. Chica lista.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora