Smoker III

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Ojos de pez muerto.
Smoker x Ikari.
Pedido de StrangeGRoxy.

Habían pasado solamente siete años, pero pesaban como décadas. Smoker se había convertido en una persona diferente en aquel tiempo. El idealismo poco a poco había desaparecido, y la bruma acechante se disipó en cuanto las noticias en los periódicos se fueron acumulando en su despacho, junto con los carteles de "Se busca".

Como capitán del cuartel de Loguetown, tenía la importante misión de mantener a salvo a los ciudadanos de todos los piratas del East Blue que deseaban adentrarse en Grand Line. Quizá había un par de islas más que se encontrasen cerca de aquel peligroso mar, pero ninguna se elevaba a unas pocas millas de distancia de Reverse Mountain.

Solo llevaba dos años en el puesto, pero se enorgullecía de sus grandes logros. Habían comenzado a apodarlo Cazador Blanco e incluso lo habían considerado una de las grandes promesas de la Marina, pero todo aquello le daba igual. Él solo sentía orgullo ante un dato: ningún pirata desde el comienzo de su mandato había conseguido entrar en la ciudad y después salir con vida. Smoker se erguía desde cada esquina remota de la isla y atrapaba entre sus crueles dedos a los criminales, incautos, que lamían su costa.

Y, aun así, la duda no dejaba de corroerlo. Aunque fuese su trabajo habitual, aunque nunca hubiese dudado de su habilidad o lo que debía hacer con cada alimaña que conseguía detener, su mente no apartaba el tema de su cabeza, como si debiese reconsiderar el hecho de ejecutar a Shukun Ikari, el Desastre, la asoladora de islas, la Parca personificada. Con 85 millones por su cabeza, se erigía como la pirata actual más peligrosa del East Blue e incluso había salido con vida de encuentros imposibles con un par de almirantes.

A pesar de conocer toda aquella información, los recuerdos de cuando Ikari había sido una recluta más de la Marina, a su lado, regresaban a él. Recordaba aquel flequillo negro tapándole siempre la cara, la amplia sonrisa que se había ido combando, los lagos oscuros de sus ojos azules perdidos en el horizonte, la voz aguda pero cantarina con la que regalaba cuentos a sus hermanos antes de ir a dormir o aquella misteriosa y tétrica habilidad con la espada que lo había puesto contra la pared en varios encuentros. Y también estaban sus gélidas manos entrelazadas a las suyas, su abrazo refrescante en los días cálidos, sus pasos diminutos y sigilosos hasta atravesar su cuarto y poder tumbarse en la cama a su lado, sus susurros tímidos de amor, sus gritos de rebeldía, liderazgo o protesta dependiendo de la ocasión.

En medio de los calabozos de Loguetown, Smoker sentía lástima. Y no podía hacer menos que odiarse por ello.

La iluminación era escasa por mucho que se intentase suplir la estrechez de los ventanucos de barrotes gruesos y rígidos con unas pocas lámparas de aceite en puntos estratégicos del frío sótano de piedra. Enfrente de él se encontraban tres celdas de acero y una de kairouseki.

En la última estaba Ikari, encadenada con aquel poderoso material proveniente de las entrañas del mar y sentada en el suelo con la espalda contra la gélida pared. Su resistencia a las bajas y altas temperaturas seguía siendo tan envidiable como siempre, por lo que aquel temblor en sus piernas desnudas se debería a otra cosa, a algo que Smoker aún no le podía poner nombre. Tal vez los recuerdos también la atacaban a ella..., pero unos muy distintos. Al fin y al cabo, en aquella misma celda la habían torturado y encarcelado siete años antes, habiendo interferido su hermano mayor y él mismo a la hora de dejarla escapar. El capitán no sabía todavía si se arrepentía de ello o no.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora