Marco II

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Monstruos.
Marco x OC.

Todo el mundo pensaba en Marco, el comandante de la primera división de los piratas de Shirohige, como una persona calmada, prudente y muy inteligente. Y normalmente era así, pero había situaciones en las que todo aquello quedaba en segundo plano y dejaba relucir el poder de su zoan mitológica con la conmoción que aquello provocaba. Pero si era para salvar a sus camaradas, pues tenía excusa... 

Aunque debía admitir algo: cada vez que se transformaba en un fénix, los espectadores se maravillaban con la majestuosidad de su porte, la intensidad del color azul de sus llamas y la belleza de sus alas, y él se sentía satisfecho y halagado a partes iguales a pesar de la atención que acababa llamando.

Pero en aquella ocasión fue diferente. Sí, todos los presentes quedaron fascinados con su transformación, pero no podía apartar la vista de una serie de jaulas que se acumulaban en la cubierto de uno de los barcos de la Donquixote Family, el grupo de piratas que les había atacado. 

Marco frunció el ceño, recordando cuál era una de las mayores fuentes de ingresos del capitán de aquella tripulación pirata. Desplegó de nuevo sus gráciles alas y ascendió en los cielos, alejándose de la isla a la que habían ido a por provisiones y subiendo al buque tras comprobar que no quedaba ningún pirata en las proximidades. 

Como se había imaginado, allí estaba una docena de personas enjauladas, con collarines explosivos al cuello y muy mal aspecto. Los esclavos que vendían en la Isla Sabaody... Marco dejó salir todo el aire que había acumulado en sus pulmones y comprobó si las celdas eran de kairouseki. Como se esperaba por el coste del material, no lo eran, y arrancó las puertas de cuajo con la fuerza de sus dedos. 

—¡Ahora sois libres! ¡Los piratas de Shirohige os protegerán! —exclamó al liberar a la última persona.

—Pero, señor, con estos collares nosotros...

Y Marco rompió uno a uno cada bomba de relojería con su busoushoku haki, sin perder su leve sonrisa en ningún momento. Pudo notar la admiración de todos los antiguos esclavos y cómo murmuraban unos agradecimientos que se encargó de cortar rápido para no perder más tiempo. Uno a uno fueron bajando del barco, preguntando a los demás si sabían algo de su familia o cómo regresar a sus respectivas islas.

Al pasar por su lado le sonreían, pero había una que no, que parecía odiarlo casi tanto como todos ellos odiaban a los piratas que los habían encarcelado. Era menuda, morena, de ojos grandes y dispares —el izquierdo era rosa, el derecho era plateado—, con una nariz pequeña y redondeada y los labios cortados por cientos de cicatrices. De entre los jirones de ropa que conservaban también sobresalían algunas marcas que sin duda eran heridas cicatrizadas. El odio y dolor que desprendía su aura eran punzantes y peligrosos, y Marco no se atrevió a apostar que pasaría de largo y no lo atacaría. Aun así, se acercó a ella.

—¿Te pasa algo, mujer? ¿Necesitas primeros auxilios? Resulta que yo soy médico, así que me encargaré de vosotros en cuanto bajéis del barco.

Ella ni siquiera lo miró durante más de unos segundos. Salió de cubierta sin preocuparse siquiera por ofrecerle una respuesta a sus preguntas.

En tierra tenía entre otros a un hombre de confianza, Izou, así que sabía que estarían a salvo mientras él descendía después del último prisionero. Tras preguntarle si había algún problema y recibir una negativa, los fue inspeccionando uno por uno y curando las heridas que percibía. Cuando fue el turno de aquella dama con labios de guerra, ella se apartó y señaló al siguiente. Marco alzó una de sus finas y alargadas cejas rubias y decidió ignorarla. 

—No hay nadie grave, así que no es necesario que cedas tu puesto. Ven aquí y deja que te examine.

—Yo estoy bien.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora