Koala

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Pruebas empíricas.
Koala x OC.
AU universitario.

El artefacto todavía gimoteaba con el apretar de las tuercas. Necesitaría añadirle aceite de nuevo si quería que la prueba no fuese un desastre como la última vez. Lorraine apuró el paso para realizar los últimos retoques; Vegapunk había vuelto a pedirles que produjesen más material y debía ponerse con ello cuanto antes si no quería tener a todo el gobierno apuntándola y despidiéndola sin piedad. Los plazos eran crueles y exasperantes, pero tampoco podía hacer más. Por lo menos conseguía tiempo, una vez cada varios meses, para crear algún artefacto que le llamase la atención.

—¡Maestra, maestra! ¿Qué es eso?

La alegre y vivaz voz de Koala resonó por todo el laboratorio en silencio. Lorraine tuvo que aguantar la respiración para no gritar del susto. La última aprendiz en llegar a su sala de investigación se movía con ligereza por el blanco y amplio espacio, como un espíritu extraño de otros tiempos que no encajaba con la realidad cotidiana de aquella estancia. La jefa del departamento no pudo evitar sonreír mientras veía aquellos ojos azules zigzaguear por su pecho para divisar qué se encontraba en la mesa.

—Ya me falta poco para acabar, Koala. En cuanto lo haga ya podrás echarle un vistazo.

—Eso no es justo. Si estoy becada será por algo, así que déjame ver cómo trabajas para aprender.

—Oh, estos solo son detalles de mantenimiento. No aprenderías nada nuevo —Y siguió limpiando y ensamblando los últimos circuitos con sus dedos largos y callosos tras tantas explosiones.

—¿Y no puedo ayudar en nada?

—No; aprovecha para descansar, anda —La mueca de desagrado que mostró aquella joven de cabello anaranjado la divirtió; al fin y al cabo ella actuaba igual con diez años menos.

Lorraine recolocó las gafas redondas sobre su nariz antes de continuar con su trabajo. Por lo menos aquella vez la joven había detenido su emoción y solo se quedaba contemplándola sentada en una silla de los escritorios de trabajo. Aquella templanza merecía acelerar el ritmo para acabar cuanto antes.

—Ven aquí, cielo —La pelirroja se levantó al instante y se acercó a su mesa—. Esto de aquí es un jetpack modificado.

—¿En serio? ¿Los de las películas? —exclamó mientras pegaba su rastro al instrumento para examinarlo por cada uno de sus lados.

—No exactamente. Este sirve de verdad y no es una simple mochila sin control ni conducción posible —La sonrisilla orgullosa le provocó una par de arrugas en la V externa, como pudo divisar por el borde metálico del jetpack. Se sintió con cincuenta años en vez de treinta; cada vez que se sonreía se le empequeñecían más los ojos verdes que la vez anterior…

—¿Puedo probarlo?

—No.

Aquella rotundidad aturdió a Koala durante unos segundos, pero no desistió en su empeño—: Vamos, sabes que ya lo he hecho antes y que nunca me ha pasado nada probando tus artilugios. ¡Déjame probarlo!

—He dicho que no. Aún tengo que comprobar si es completamente seguro; la última vez hubo un fallo.

—¡Pero si yo sé manejarme! Seguro que no pasa nada.

—¿Tengo que recordarte la vez que te dejé probar a ciegas un reloj que reproducía hologramas y cómo se recalentó en tu muñeca y tuvimos que arrancarlo con unos alicates? A día de hoy sigues conservando quemaduras…

—Eso no importa ahora —protestó, agitando una mano ante ella para espantar el recuerdo—. Solo dame una oportunidad, por favor… —La expresión abatida de Koala era algo a lo que Lorraine era incapaz de oponer resistencia. A pesar de ser su tutora en el máster, no dejaba de sentir una cercanía y una debilidad que impedían su uso de razón.

—Está bien, pero —añadió antes de que la chica saltase en su sitio, alzando un dedo índice en el aire— deberás llevar ropa especializada e ir a un entorno seguro. Ni te atrevas a ponértelo ahora.

—Si con eso consigo probar un jetpack, por mí no hay problema —La sonrisa dulce y agradecida de la becada pareció iluminar el lugar a pesar de ser blanco, por lo que Lorraine se apuró en especificar un sitio para que estuviese seguro ante cualquier peligro.

El laboratorio acolchado de los de aeronáutica parecía un buen lugar. Koala vestida con un traje ignífugo no tenía tanta buena pinta porque era demasiado grande para ella —a pesar de tener una estatura semejante, Lorraine no dejaba de ser más adulta y tener una estructura corporal más ancha—. Este bermellón me sienta fatal con mi piel tan clara y mi color de pelo. ¿No hay más tipos?

—¿No querías probar el aparato? Por mí perfecto si prefieres parar.

—¡No, no! Fue solo un lapsus, pero no me grabes.

Siempre le pareció curioso el hecho de que una joven que no tenía miedo a la hora de mancharse las manos tuviese, al mismo tiempo, una manía con combinar bien los colores. Según le había contado, hasta empleaba calcetines y ropa interior que conjuntase por completo con lo que llevase puesto. Incluso si iba a utilizar un chándal. Mientras la veía conectar el jetpack y accionar los botones en los comandos de su cintura, no podía evitar pensar en lo curiosa que podía llegar a ser. Llevaban conviviendo unos escasos meses y ya conocía anécdotas y manías demasiado íntimas para una relación tutor-alumno. Lorraine prefería no pensar en ello.

Los controles del jetpack pitaron. Iba a comenzar a ascender. Koala se agarró con fuerza a los mandos, que se habían desplegado hacia su pecho para dirigir el movimiento. El propio artefacto tenía explicado cada una de las acciones, por lo que no habría problema a la hora de pilotar. El zumbido del viento saliendo a presión del interior de la máquina le producía buenas sensaciones a Lorraine. La joven ascendía con lentitud, pero no se la veía preocupada. Rápidamente se adaptó a las circunstancias y comenzó a girar y moverse por la estancia. Parecía divertirse y no tardó en alejarse de su vista para avanzar hacia el final de aquella mole enorme que era una fábrica reconvertida en laboratorio de física e ingeniería.

Antes de que pudiese sonreír, se escuchó la explosión y el grito. Lorraine salió corriendo en dirección a Koala. Notó cómo el jetpack se detenía de golpe y ella caía de golpe hacia el suelo. Cuando por fin la alcanzó, estaba tumbada en el suelo. La agitó un poco y se fijó en que seguía articulando bien. Todo había quedo en un susto, aunque sí que se encontraba algo desorientado.

—Lo siento, Lorraine… Volví a destrozar uno de tus inventos por ponerme a jugar.

Ella estaba arrepentida, pero su tutora más. La enterró entre sus brazos, enredando una mano en su pelo y controlando como podía los hipidos que se escapaban de sus labios por la conmoción—. Eso es lo último que importa ahora, cariño. Tú estás bien, estás perfecta… y es lo único que necesito saber.

Si algo tenía claro era que no importaba ningún tipo de avance técnico si tenía que pasar por aquellas situaciones. En medio de la seriedad, sobriedad, parquedad y somnolencia del laboratorio de investigación, Koala había sido la luz que la inspiraba a seguir creando cachivaches a pesar de que nadie les pudiese dar uso. Porque ella era lo mejor que le había ocurrido en su tiempo como profesora. Y, a pesar de tener que enfrentarse a los dos muros que las separaban, no pudo sentirse más feliz por ejercer aquella profesión. Porque, con todos los peligros, podía tenerla a su lado sonriendo en medio del caos.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora