Enel (1/2)

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Lujo sin censura.
Enel x OC.
AU.

Había visto por primera vez el mar y ya se había enamorado de aquel tono azul reflejo del cielo despejado. Que el agua alcanzase cualquier tonalidad que le permitieses observar era fascinante. No tardó mucho en decidir qué casa iba a comprar en la costa. Tampoco es que sus agentes fuesen a preocuparse por si se instalaba demasiado lejos del set de rodaje. Para algo tenía un avión privado.

Viendo a través de la terraza del restaurante, sus pensamientos siguieron perdiéndose en la grandeza. Aquella iba a ser una velada exquisita.

Su acompañante llegó al mismo tiempo que un camarero les ofrecía un vino rosado. Tras probar un poco, pidió uno distinto y le ofreció uno más afrutado que le convenció mucho más. Con un gesto de cabeza, el camarero desapareció de su vista.

-Lo siento. ¿He llegado tarde?

-No; es que yo no tenía nada mejor que hacer y decidí llegar antes -Su respuesta complació a aquella mujer, haciendo que suspirase de alivio. Al fin y al cabo, quería darle una gran impresión al famoso más cotizado de todo Hollywood.

-¿Y qué tal ha estado su día? ¿Seguro que no estuvo con la agenda muy ocupada?

-Aunque la tuviese ocupada, me encargaría de vaciarla si fuese necesario. Yo tengo claro qué me conviene. ¿Y tú, señorita? ¿Lo sabes? -El actor había apoyado su barbilla sobre sus pulgares, con las manos entrelazadas y los antebrazos sobre el borde de la mesa. Aquellos ojos azules y de largas pestañas brillaron con diversión, y su invitada titubeó sin saber qué esperaba de ella. Solo era una presa más entre muchas otras. Una que quería nutrir su nueva película con el actor del momento.

-¿Han decidido qué van a tomar? -Una voz imperturbable e indiferente se coló en medio de su conversación. Quizá la directora de cine se sintió aliviada por esa interrupción, pero no hizo más que cortarle el juego al gran Enel. Y eso es algo que no le gustaba ni lo más mínimo.

-Quiero una crema de hongos y castañas con pato confitado. Y de postre trata de manzana. Y para ella lo mismo.

-¿Lo ha preguntado?

-¿Perdona?

-¿Acaso sabe siquiera si le gusta la comida que ha pedido o si le da alergia alguno de los alimentos? -A pesar de que aquella joven apuntase en la tablet lo que había pedido, la mueca de pocos amigos que puso lo dejó todo claro-. Bueno, en menos de veinte minutos serán atendidos. En breves les traeremos un entrante para abrir boca y todo eso...

La mala educación de aquella mujer alteró sobremanera a Enel. ¿Es que no sabía quién era? Haría que se disculpase.

-Pensaba que este era un restaurante con clase. ¿Cómo han permitido que trabaje aquí, señorita, si no sabe guardar las formas?

-Señor Enel... -Con un movimiento de brazo hizo que su invitada callase y le dejase hablar tranquilo.

-Quiero que llame al jefe de cocina y me explique esa actitud tan condescendiente.

Esperaba que se asustase, se disculpase y se marchase con el rabo entre las piernas, pero aquella mujer le dirigió aquellos ojos cansados y con cierto brillo dorado semejante al de los aretes y las pulseras que llevaba siempre, encogiéndose de hombros y pulsando otro botón en la tablet-. Ya está hecho. Pregunte por Tingue. Seguiré atendiendo mesas.

Aquel desparpajo y desinterés alteró todavía más a aquel hombre, pero se hizo el desentendido. Cuando llegase, si es que llegaba, el jefe de cocina, todo quedaría arreglado. Seguro que se había hecho una barrera de frialdad para fingir que no le afectaba lo dicho. Era eso, sí...

-¿Señor Enel? ¿Me está escuchando? -El nombrado salió de sus pensamientos y asintió-. Pues como le decía, ¿le interesa el papel que le ofrezco? Tengo claro que sería perfecto para usted.

Quizá no hubiese escuchado nada, pero había echado un vistazo al guion y sabía que era una auténtica bazofia-. Si le soy sincero, voy a estar bastante ocupado a finales de años en un rodaje. Y no me convence emplear más tiempo en este proyecto. No vale la pena el sobreesfuerzo.

Sus palabras habían sido como un ataque personal hacia ella, pero quiso disimularlo como pudo con una sonrisilla nerviosa. Casi parecía una principiante a sus gloriosos pies. Comenzaron las cláusulas y las retribuciones económicas beneficiosas para el gran actor que era, saliendo de sus papeles cotidianos como actor y demostrar que era polifacético. ¿Acaso le decía algo que no supiese él mismo? Ni siquiera era original con los elogios.

Aquel entrante que la camarera había anunciado antes por fin apareció, y ni más ni menos que de la mano del jefe de cocina, como demostraba aquel largo sombrero que llevaba puesto. Con cara de pocos amigos preguntó-: ¿Algún problema, señor?

-Sí; una tal Tingue, como ella misma dijo que se llamaba, fue irrespetuosa con nosotros. Además de no tener un trato agradable y servicial como se esperaría de cualquier camarero, se dirigió a nosotros como si pudiese entrometerse en nuestra conversación y relación.

-Ah, Tingue... Debía esperármelo -Aquel hombre rudo bofó por lo bajo y se frotó la cara-. ¿Qué ha dicho ahora, si se puede saber?

-No me apetece rememorar aquel trato, la verdad.

-Sí, entiendo... Vaya, haremos que los camareros que lo atiendan sean más..., ¿cómo había dicho?, serviciales.

-¿No piensa infligirle ningún castigo, cocinero?

-Mire, no sé cómo hará las cosas usted, pero aquí nos encargamos de educar a los nuestros, no en despedirlos a la mínima de cambio. Y si no tiene nada más que decir, tengo trabajo pendiente.

¿Todos en aquel restaurante estaban locos o algo por el estilo? A nadie parecía importarle sus quejas, y la directora solo sonreía con cara de circunstancias queriendo dejarlo pasar. A Enel le pareció inaudito y no pudo concentrarse en la nueva explicación de su acompañante. Todo lo que le ofrecía lo negó, ya sin ánimos de mantener la compostura. En menos de media hora terminaron la comida y el postre, con un silencio sordo que no les dejaba hablar.

En ocasiones veía pasar a aquella mujer con platos de comida humeantes y su pelo verde girando en el aire. Nadie se quejaba de alguna mala respuesta. Seguía manteniendo su gesto inexpresivo, pero a nadie parecía importarle. ¿Es que solo se había cebado con él? Tampoco parecía recordar que él estaba allí, y solo cruzó su mirada con la suya en una ocasión que evaluaba que mesas habían terminado de comer y necesitaban ser recogidas. Lo estaba poniendo por debajo de una pila de platos sucios. El rubor de rabia en sus mejillas le dio un toque naranja a su pelo rubio recogido bajo un pañuelo blanco.

Fue su invitada la primera en decir de marcharse, y Enel no pudo estar más de acuerdo por una ocasión. Abandonando las puertas de aquel restaurante, no pudo evitar fijarse en la ceja levantada del jefe de cocina, que fumaba fuera del local ahora que todas las mesas estaban ocupadas y servidas. No pudo hacer más que despreciarlo por aquella actitud altiva que parecían tener todos allí.

Cuando quiso darse cuenta, la directora de cine se había escapado en la búsqueda de su coche y él seguía deambulando por la entrada demasiado ofendido para querer conducir. Al poco tiempo vio salir a aquella chica por la puerta con ropa de calle; había terminado su turno. Entonces Enel supo, como una señal divina de su excelencia, que debía castigar a aquella dama. Debía e deseaba tanto dominarla que sintió una gran descarga de adrenalina por su cuerpo.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora