Zoro II

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Pequeños instantes de gloria.
Zoro x OC.
AU.

En un proceso ritual inamovible, todos los participantes de la contienda limpiaron con algodones sus katana. Se podía oler el incienso en el aire, además de un pequeño toque salado proveniente del sudor y polvos de talco que se acumulaban allí.

Los pocos espectadores, novatos sin experiencia que habían ingresado en el dojo del torneo ni un año antes, observaban con atención cada uno de los movimientos elegantes y ligeros de los espadachines. Los ojos se fijaban sobre todo en un hombre singular. De pelo verde y tez morena, el espadachín cargaba con serias cicatrices en su pecho, ojo izquierdo y tobillos. Tenía la expresión más serena y concentrada de todos y la espada más negra y afilada que habían visto. Se llamaba Roronoa Zoro, y todos decían que sería el campeón, ahora que se habían retirado Dracule Mihawk, Rayleigh, Shanks y Shiryu entre otros; pequeños retazos de una época pasada y obtusa.

Los únicos contrincantes que los espectadores tenían en cuenta contra él eran Tashigi, Law, Cavendish, Kin'nemon, Ashura Douji, Brook y Vista. 7 entre 36 participantes.

Y después había participantes que ni siquiera entendían por qué participaban. Ese era el caso de Goras.

Con el cabello teñido de rojo y las raíces regresando a su rubio original, sus ojos carmesíes brillaban como los de un depredador impaciente. A través de su yukata se podía apreciar un pecho lleno de tatuajes, pero atravesado por una gran cicatriz vertical, casi perpendicular al eje de su cuerpo.

Con apenas 18 años y dos años de entrenamiento del iitouryuu, se había presentado al mundo como el próximo gran espadachín. Al saber que era discípulo de Vista, comprendieron el cómo lo aceptaron en la competencia, pero su personalidad dejaba mucho que desear. Su rudeza y falta de interés por el ritualismo solo eran comparables con las de Cavendish. Todo su cuerpo denotaba su aburrimiento y desinterés por los preparativos iniciales. De todas formas, nadie esperaba que durase más de una ronda.

Así fue que todos se llevaron una sorpresa al descubrir que aquel joven podía derrotar a Cavendish y Brook con tanta facilidad. Zoro también avanzó victorioso contra Tashigi y Law. Ya en semifinales, el de pelo verde salió vencedor tras un arduo combate con Vista, y el de pelo rojo también ante Ashura Douji. El primero había sido un combate de técnica, ritmo pausado y corte tradicional, mientras el segundo un combate de rapidez, salvajismo y reflejos innatos. Si no fuese por la grasa corporal de su contrincante, Goras habría perdido en una lucha de resistencia.

Contra todo pronóstico, Zoro y Goras se enfrentaban en la final del torneo. El hambre del tiburón competía contra la ambición de la mantis. Sendas sonrisas salvajes sirvieron como saludo de guerra. No se infravaloraban, no se menospreciaban. Lo único que querían era un buen combate que pudiesen recordar y contar a sus amigos.

Desenvainando uno su shuusui y otro su shinseina maisou, dejaron caer la vaina al suelo y se pusieron en guardia, a la espera de aquella señal que el árbitro y dueño del dojo Ishoo por fin indicó.

Un choque, dos choques de metales. Un retroceso con un pie atrás. Un barrido con el dorso y un desvío rápido. Arrastre de pies y ataque bajo. La hoja de Zoro seguía firme y dominante ante las continuas embestidas del joven.

Un salto y un tajo veloz. Con el esquive lento, una abertura. Una estocada que se convirtió en error. Solo era una trampa. Rodó hacia atrás. Había sentido el peligro de perder un brazo. Ninguno de los dos parecía querer contener sus fuerzas.

Goras liberó todo el aire que había retenido en sus pulmones por instinto. Dio un par de saltos para comprobar cómo se encontraba su agilidad y cambió de brazo dominante. Ambos compartieron otra sonrisa. Llevaban quizá un minuto, pero parecían veinte. No iba a ser un combate largo. Cualquier error significaría la muerte. Y de momento el pelirrojo llevaba las de perder por número de intentos fallidos.

Una flecha, varias estocadas. Zoro dejaba un pie atrás por primera vez. Una arremetida con el peso de su cuerpo. El chirrido metálico del choque alertó a todos los presentes. Por lo visto el chico era zurdo.

Goras intentaba presionarlo hacia atrás. Los filos de las katana tintinearon con la fricción. Era un sonido muy desagradable, pero más lo era ver flaquear las piernas de Zoro.

Para ser tan bravucón, no se proclamaba ganador antes de tiempo como todos esperaban. Respetaba a su rival; sabía que no podía confiarse ni un segundo si no quería ser rebanado.

Se alejó en dos pasos cuando Zoro pudo tomar impulso para devolverle el placaje. Haciendo bailar su espada entre cada una de sus manos, volvió a avanzar en posición baja. El más alto aceptó el duelo y se quedó en posición alta, con la espada cargada por encima de sus hombros. Incluso queriendo ser impersonal, una sonrisa hambrienta hizo presencia. Uno se alzó y el otro bajó, casi al mismo tiempo y con la misma fuerza. Pero solo uno acabó perdiendo la respiración.

En un corte limpio y preciso, el hombro derecho de Goras estalló. Su brazo salió despedido a los pies de su nuevo dueño y, con la adrenalina todavía recorriendo su cuerpo, la sangre brotó como una cascada de su tronco. El grito no duró ni un segundo, quedando sin respiración con rapidez.

El joven, alzando la vista al ganador de la competición, lo vio sonriente y despiadado. Había disfrutado aquel combate y se lo agradecía con aquel ojo derecho observándolo fijamente. Con las fuerzas que le quedaban, se puso de rodillas y sacó un tanto de su vestimenta, que envolvió con la tela arrancada de la parte superior restante de su yukata. Saludó de nuevo a los presentes, con una calma impensable para alguien tan ajeno a la tradición. Con un solo gesto, seleccionó al vencedor como su kaishaku, que se sintió honrado por aquel acto.

Con el tanto ya en sus manos, no se hizo de rogar. Con un primer tajo de izquierda a derecha ya no se vio con la habilidad para hacer uno vertical amplio por su vientre, pero pudo cruzar su ombligo por lo menos. Las fuerzas ya le fallaban y dejó caer su cabeza con pesadez. Contempló sus vísceras con admiración, sin saber realmente si lo había hecho bien cuando apenas podía ver sus propias tripas, amasándolas con su mano.

El corte rápido de Zoro lo decapitó por fin, acabando con su agonía.

Ishoo se alzó por fin para recoger aquella cabeza y dejar acta de la victoria de Roronoa Zoro, presentándola ante los demás.

El kaishaku, por su lado, no pudo hacer más que fijarse en aquel cuerpo cercenado. Si no fuese por cómo le había arrancado el brazo, casi no habría manchas de sangre sobre su vestimenta. Casi sintió lástima, pero él era el más acostumbrado a cruzarse con grandes promesas que acaban sus días con su shuusui en la nuca como tajo final. Al fin y al cabo, siempre estaba destino a enamorarse de la determinación de unos jóvenes que no podían con él nunca.

Sin embargo, nunca podría olvidar todas aquellas promesas. Su valor y ambición eran lo que alimentaba su poder. Ya había aceptado la muerte como un papel destinado, así que aceptaría aquellos pequeños instantes de gloria admirando a sus rivales como las únicas gotas de éxtasis que se podía permitir.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora