Vista

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Escolta.

Vista x OC.

AU contemporáneo.

Aquel era su primer sábado libre desde que habían cerrado las actas. Por fin no tenía que preocuparse de corregir exámenes y trabajos entregados a último momento por una larga fila de universitarios tan procrastinadores como él ni de visitar un despacho que le recordaba las largas horas de encierro comiendo platos precocinados para no perder más tiempo del debido. Como profesor universitario, Vista seguía atado a su responsabilidad investigadora y a las ponencias a las que debía acudir en calidad de experto, pero por el momento no debía pensar en nada a corto plazo.

Hacía un poco de frío. La brisa nocturna amenazaba con tirar su sombrero de copa, pero jamás conseguía su cometido. Hundido en su abrigo negro, Vista se desplazó por la ciudad desierta con la tranquilidad de una jornada sin ataduras. Las estrellas apenas eran visibles ante la contaminación lumínica, pero el cielo se veía igual de bello a sus ojos grises y de largas pestañas. En aquel instante lo único que deseaba era dejar caer una bomba de baño en la bañera e ir él detrás.

Entonces, dejando atrás el cielo y sus propias ensoñaciones, notó que no estaba paseando en solitario por la zona vieja de la ciudad. Detectó dos presencias más, una mujer de pelo oscuro y paso rápido y un hombre de bigote de mosca y ritmo despreocupado. Cada uno seguía su propio camino, pero Vista detectó un patrón: cuanto más se acercaba él, más aceleraba ella.

Aunque prefirió mantener la distancia para no ser notado, sus ojos estuvieron pendientes de cualquier movimiento. No había que ser demasiado inteligente para detectar aquel paso cohibido y nervioso, aquellos constantes movimientos de sus manos para fijar el bolso al hombro y aquellas sutiles miradas de reojo hacia atrás. Quizá fuese una reacción instintiva o una amenaza real, pero en aquellas condiciones su decisión debía ser la misma.

—¡Cuánto tiempo, princesa! —exclamó Vista a modo de saludo. Había acelerado el paso hasta ser visible para ambos. Le sonrió a la mujer, que se había dado la vuelta, sobresaltada por el grito, y abrió los brazos en el amago de un abrazo, para después ofrecerle su codo más cercano—. Sí, ya sé que no te gusta que me deje el bigote tan largo pero al final le he pillado el gusto, no es necesario que me mires así.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, apuntó con los ojos y las cejas en dirección a su perseguidor, sin mover el cuello, y la mujer pareció comprender su actuación. Era bella, quizá un par de años más joven que él, pero no más de cinco. Las arrugas y las ojeras decoraban un rostro pálido por lo demás impoluto. Sus ojos, dorados con aquella luz de las farolas, eran enormes y curiosos, aunque en aquel momento estaban también aterrados. Tímidamente posó una mano en su antebrazo, aceptando su gesto anterior, pero su tensión no se había disipado.

—¿Lo conoce de algo? No deja de mirarla —le susurró Vista. Notó que se sobresaltaba al acercar su boca a su oído, pero pronto recuperó el temple.

—Es mi exmarido. Lleva rastreándome veinte minutos. He tratado de ponerle una orden de alejamiento, pero los trámites aún no se han llevado a cabo —murmuró en respuesta. Ni siquiera le dirigía la mirada; sus ojos de halcón estaban pendientes de cualquier movimiento en su periferia y en lo que se encontraba delante de ella.

—¿Quiere que le plante cara o prefiere que continúe haciéndome pasar por un conocido?

Ella sopesó la respuesta tan rápido que casi no le dio tiempo a escucharla—: ¿De qué trabaja usted?

—Soy profesor universitario.

—Entonces enseñará a mi hijo, que estudia Comunicación Audiovisual. Está en cuarto.

Vista asintió y se agarró el sombrero ante un nuevo refacho de viento. Sobre su muñeca vio que el exmarido había cambiado de acera—. ¿Y cómo le va a tu chico con el proyecto de licenciatura? En mi clase admito que se ahogó en un vaso de agua. Debería aprender a fijarse horarios y trabajar en el día a día... —comentó en un tono de voz más normal, dejando los susurros de lado. Lo que comentaba solía ser cierto para la mayoría de universitarios, así que era la mentira más obvia.

—Es un obseso. Cuando le gusta mucho algo, trabaja, pero como se le atragante una materia... No tiene muy claro si desea centrarse en el proyecto o no porque tiene seis materias por semestre, así que quizá pida una prórroga.

—Todo el mundo piensa que no puede y al final se sale adelante. Solo el tiempo dirá si es lo correcto o no.

Entonces por primera vez la mujer lo observó a los ojos directamente. Parecía inofensiva, cansada por los estragos del tiempo y, con seguridad, por soportar aquel acoso por parte de su exmarido. De alguna forma, había una serenidad triste en sus cuencas hundidas—. Gracias por intervenir. No sabía cuánto tiempo más podría soportar esa presión en solitario... —murmuró en su dirección.

—No podría haber hecho otra cosa. Al menos se ha mantenido a distancia todo el tiempo que no he estado presente.

—Oh, él no se acerca. Sabe dónde trabajo y suele acecharme hasta el camino a mi casa cuando regreso.

—Sinceramente, eso parece incluso peor.

—Lo es. Nunca sabes cuándo será la última vez que vivas y ni siquiera puedo avisar a nadie. Vivo sola con mi hijo y no quiero que pase las noches en vela pensando en si es posible que me pase algo. Ya tiene suficientes preocupaciones en la cabeza...

—El mundo no se merece a las madres... —suspiró Vista, pero ella ignoró el comentario. A pesar de lo duro de la situación, hablaba del tema con tranquilidad y control, como si ya se hubiese resignado a pasar por aquello—. Me llamo Vista, por cierto.

—Yo soy Duna.

Un nombre precioso y evocador, pero él no se lo comentó. Ya tendría halagos indeseados suficientes como para sumarse él a la lista de aduladores. Cuando vio que se detenía y rebuscaba en su bolso, Vista se detuvo y observó los alrededores. No quedaba rastro de aquel hombre—. ¿Aquí es donde vive?

—Sí; gracias por acompañarme.

—No hay de qué, repito. De hecho... —Antes de que pudiese abrir el portal del apartamento, con las llaves introducidas en la cerradura, Duna se detuvo a observarlo, entre la expectación y un miedo siempre latente—, como le conté trabajo en la universidad, así que vivo aquí, cerca del centro. ¿Desea que la acompañe a casa o que la recoja cuando salga? A lo mejor es una oferta un tanto brusca al no conocernos, pero me veo obligado a proponerlo de todos modos.

—Si hace algo así, usted también acabará siendo su objetivo. Lo sabe, ¿verdad?

—Si es así, por lo menos dejará de molestarla, y nada me haría más feliz.

Duna puso a prueba su temple y lo observó de hito en hito, con los ojos dorados clavados en él a la espera de detectar una debilidad. Al final suspiró, abrió el portal con la llave y dejó caer esta en el bolso, para después seguir buscando y sacar su teléfono.

—Apunte mi número. Eso sí; de usted depende lo que queda de mi fe en la humanidad masculina. ¿Está preparado para soportar esa carga?

Vista le sonrió con orgullo y, quizá, diversión, mientras apuntaba las cifras que dictaba—. Por suerte para usted, no soy especialmente masculino.

Retazos; One Piece x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora