Baltigo normalmente era silenciosa y tranquila. Quizás algo de ajetreo por allá cuando vuelve alguien de una misión. Quizás algunos gritos de más cuando llegan novatos al Ejército Revolucionario y no aguantan el ritmo de los entrenamientos. Pero aquello fue mucho peor.
—¡Por favor, jefe! —suplicó Adda con sus ojos azules brillando por las lágrimas—. ¡Era mi familia; quiero enterrar sus restos! —Y rompió a llorar a gritos a los pies de Dragon.
—Entre Sabo y tú me estáis dando la semana... ¿Cómo quieres que me infiltre en medio de Marineford a recoger un cadáver? Si lo que dices es cierto, será considerado un traidor y lo que quede de él, tirado a una fosa. —Le recordó a la novata dando palmaditas en su cabeza.
—Aun así tengo que intentarlo... Hicimos una promesa.
—Mira, cuando despierte Sabo habladlo. Aquí quien se encarga de las misiones suicidas y las decisiones sin pensar es él. Además, acabas de unirte a nosotros. No pienses que podemos dejarte sola y sin protección tan pronto.
Y dio la conversación por finalizada cambiando de página del periódico.
Adda se marchó de su despacho con un suspiro en los labios y varios pañuelos bañados en mocos. Tampoco tenía claro cuando despertaría el jefe de personal, que ya había pasado unos cuantos días inconsciente tras descubrir cómo había terminado la Guerra de Marineford. Ni ella ni nadie comprendían qué le había afectado tanto. Pero para su suerte, se enteró de su despertar en ese mismo instante y corrió en su búsqueda. Y ya para su desgracia, chocó con él de frente mientras aceleraba hacia el despacho del líder.
—Lo siento mucho, Adda-chan, pero este tema es muy urgente —se excusó con una media sonrisa antes de presentarse ante Dragon. Pudo notar, mientras se cerraba la puerta, su suspiro de cansancio a pesar de alegrarse del regreso del rubio.
Su instinto le decía que interrumpiese la reunión, pero no quería molestar a Sabo ahora que su partida estaba en sus manos. Siempre le recriminaban el poco respeto que tenía por sus nuevos compañeros, y supo que no debía sobrepasarse más.
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Abrió los ojos lentamente tras refregarlos un rato y quitarse las legañas. Sentía la espalda tirante y se dio cuenta de que había quedado dormida al lado del cuarto de Sabo. Este había sido quien la despertó al verla tirada en el pasillo.
—¡Sabo-kun! —Se incorporó, incómoda por haber sido descubierta esperándolo—. Lamento esta escena pero..., quería hablar contigo.
—Ya me lo ha contado Dragon. No es necesario que te esfuerces más —Se limitó a responder mientras la invitaba a pasar. Esta accedió sin saber qué esperar—. Entiendo tu desesperación, Adda-chan. A mí también me habría gustado estar en el campo de batalla y... No sé, tal vez todo hubiese sido distinto y nadie tendría que haber muerto en vano. —Estaba agarrando su sombrero con ambas manos, mirándolo con una expresión ausente. La novata nunca lo había visto así y se preocupó—. Creo que te acompañaré. Yo sí tengo un lugar donde ir a visitar a mi hermano. Me gustaría poder darte uno a ti —Y le sonrió lo mejor que pudo, por encima del dolor que enmarcaba sus ojos.
